Opinión

Análisis de medios

Rafael Simancas y sus penosas lecciones de ética periodística

Simancas anima a los medios de comunicación a que revelen a qué partido apoyan antes de cada uno de los comicios. También a que arrojen luz sobre sus accionistas y los poderes económicos que los sustentan. ¿Exige claridad sobre Prisa o Roures?

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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y Rafael Simancas. EFE

Resulta que Rafael Simancas, además de un lúcido orador, también atesora una fina pluma de las que remueven conciencias y aspiran a conquistar las más altas cumbres del ensayo universal. Cualquier especialista en criptogramas que quiera acercarse a su obra podría comenzar por el artículo que redactó recientemente para la revista Temas, que se titula ¿Democracia o mediocracia? y está dedicado a la libertad de expresión. Afirma el firmante que la prensa es necesaria en el sistema, pero que sería conveniente que sus dueños actuaran con 'rectitud moral' para evitar que la sociedad se emponzoñe.

El texto del secretario de Estado -mal pagado, con tan sólo 122.227 euros de sueldo- está plagado de perlas de gran valor. Merece la pena citar la siguiente: “Diseñar desde el poder político un panorama mediático 'aceptable' y hacerlo realidad mediante leyes y decretos no es el camino. Quienes han emprendido tal senda en el mundo han acabado sustituyendo la mediocracia supuesta por una autocracia real, y la muerte de la democracia, al fin y al cabo”.

No alude Simancas a ningún caso concreto, pero así ocurrió con Hugo Chávez en Venezuela. Primero, creó TeleSur e impulsó decenas de “medios comunitarios” con los que trasladar sus mensajes sobre la revolución bolivariana a cada una de las esquinas del territorio nacional. Después, cayó en la cuenta de que la prensa crítica le seguía importunando y la persiguió hasta acorralarla.

Hay decenas de ejemplos similares en el mundo. En Camboya, el Gobierno envió una inspección de Hacienda completamente ilegítima contra el periódico más inconformista y provocó su cierre. En Irán, incluso se llegó a perseguir a los periodistas que cuestionaban los datos oficiales sobre el coronavirus. Sería difícil dormir tranquilo a sabiendas de que tus compañeros en Moncloa legitiman algunos de esos regímenes.

Ferraz, dígame

En España, la situación no es tan grave, pero existen algunos precedentes que invitan a pensar que en el PSOE y su entorno tienen alguna asignatura pendiente con la prensa que no les ríe las gracias. Desconozco si Ferraz dispone de un buzón de sugerencias para sus afiliados, pero en el caso de que Simancas quisiera defender sus tesis ante sus jefes podría remitirles un escrito para denunciar los reales decretos que permitieron a Rosa María Mateo y a Elena Sánchez ponerse al frente de Radiotelevisión Española. El primero lo tumbó el Tribunal Constitucional y con el segundo ocurrirá lo mismo, dado que es todavía más obsceno. Tiene razón Simancas: configurar el ecosistema mediático de esta forma es escandaloso.

La cosa no acaba aquí. No contento con la anterior reflexión, el político nacido en Kehl abunda en su análisis sobre el sector de la información: “Algunos medios intentan influir en los resultados electorales. Es legal, pero, a veces, estos intentos se llevan a cabo mediante engaños, manipulaciones y tramas contrarias a la ética periodística e, incluso, a la ley”. Después, cita a Luis María Ansón, quien en su día afirmó que “para terminar con Felipe González, se puso en riesgo la estabilidad” del Estado.

Cuesta mucho no recordar, tras leer estas líneas, lo que ocurrió durante la pasada campaña electoral madrileña, cuando alguno de los propagandistas socialistas tuvo la fantástica idea de imprimir, a tamaño cartel, la fotografía de la navaja que algún trastornado había enviado a Reyes Maroto. Eso dio pie a todo el ejército mediático pro gubernamental a iniciar debates sobre las consecuencias del discurso del odio, que -decían- surge de políticos como Isabel Díaz Ayuso y de los “medios ultras” e infecta a toda la sociedad.

En otras palabras: la acción de un loco fue exagerada y manipulada para tratar de obtener más votos en las urnas. Seguramente, Simancas no recordara ese episodio al escribir su artículo.

La pregunta del millón que se plantea, llegados a este punto, es: ¿y qué pasa por la cabeza de Simancas para escribir ese artículo en este momento histórico? La respuesta la ofrece en su propio texto, en el que anima a los medios de comunicación a que revelen a qué partido apoyan antes de cada uno de los comicios. También a que arrojen luz sobre sus accionistas y los poderes económicos que los sustentan.

Rafael Simancas y la oscuridad

Sería un gran ejercicio que Simancas propusiera un debate sobre la figura de Jaume Roures -factótum mediático de Podemos- y sus escurridizas maniobras societarias para figurar o dejar de hacerlo cuando le conviene. También sobre la histórica simbiosis entre El País, la Cadena SER y el PSOE, que tantos episodios gloriosos generó durante el felipismo al que alude Ansón.

Pero es evidente que el autor no hace esa referencia a los peligros que amenazan a la libertad de expresión para iniciar un ejercicio de autocrítica, sino para alimentar una campaña que de momento no ha generado mucho ruido, pero que se intensificará a medida que se acerquen las elecciones de 2023. El objetivo de ese plan es el de señalar a los medios de derechas que obedecen a los intereses de empresas y organizaciones contrarias a los derechos y libertades.

Pedro Sánchez lanzó un mensaje muy similar al principio del curso. Después, el presidente de Prisa, Joseph Oughourlian, expresó que existen “chiringuitos digitales” que se sustentan gracias a las ayudas de empresas. De camino, otro medio digital (busquen, busquen...) lanzaba una campaña entre sus lectores para que moldearan el contenido de su estatuto de redacción. Y el pasado domingo, José Miguel Contreras -consejero delegado de LaSexta cuando Rodríguez Zapatero y Miguel Barroso fabricaron aquella licencia- hizo un descacharrante análisis en su periódico -Infolibre- sobre los peligros de la libertad de prensa en España. Lo firmaba un Contreras, por cierto, e incluía la siguiente frase:

“Una de las diferencias más notables del modelo político español frente a otros países con los que podemos establecer comparaciones es la escasez de medios progresistas frente al dominio mayoritario de los conservadores y ultraconservadores”.

Pedro Sánchez y los empresarios de la PSOE S.A. -los que ganan millones cada vez que gobiernan los socialistas- han visto que lo suyo está en peligro y han comenzado a atacar al enemigo. El que cuenta a los ciudadanos mentiras, dictadas por los poderes económicos más abyectos, y le aparta de la senda de la verdad, por donde Sánchez, Contreras, Barroso y demás próceres de la patria caminan de la mano para garantizar el progreso, el bienestar y la libertad de expresión.