Opinión

El dardo de Arranz

Lo insoportable de encontrar a Yolanda Díaz hasta en la sopa

La campaña mediática consiste en vestir la mona con el traje de los domingos y revisarle la dentadura para que su sonrisa luzca nívea y salga bien en las fotografías

Yolanda Díaz en su presentación de Sumar

No hay mejor método que la insistencia para derribar la barrera que separa la razón de la imbecilidad. Por eso, hubo quien compró la pulsera Power Balance después de escuchar siete mil veces que ese ingenio equilibraba la energía del cuerpo y predisponía al ser humano a desarrollar todo su potencial. Los charlatanes de teletienda son capaces de vender cualquier cosa: desde collares cuánticos hasta dietas milagro o espejitos de colores. El último producto que quieren colocar los vendedores de motocicletas se llama Yolanda Díaz, cuya efigie enjuta ya está presente mañana, tarde y noche en los principales medios de comunicación del país.

El objetivo de los curanderos mediáticos de nuestros días -tropa bien engrasada por Pedro Sánchez- es evidente: intentan impulsar al partido de Díaz para que la coalición de izquierdas pueda mantenerse en el Gobierno en 2024, ante la pérdida de fuerza de Podemos, hundido por sus guerras civiles internas y sus ocurrencias legislativas, que han generado efectos nocivos, como los derivados de la ley del 'sólo sí es sí'.

La sustitución de Podemos por Sumar requerirá una buena labor de maquillaje y de corte y confección, dado que obligará a presentar a la susodicha como la nueva esperanza del frente zurdo y como una regeneradora, lo cual suena poco menos que a broma pesada, dado que Díaz forma parte del Gobierno -desgastado- como vicepresidenta y, además, cohabitó con la formación morada y está rodeada de unos cuantos que proceden de ese entorno, pero tarifaron con Iglesias.

Así que los más habituales de las tertulias se empeñan estos días en vestir la mona con el traje de los domingos y revisarle la dentadura para que su sonrisa luzca nívea y salga bien en las fotografías. Frente al mal humor de Pablo Iglesias -socialista mitinero de viejo cuño-, la simpatía de Díaz, quien siempre alardea de los acuerdos a los que ha llegado con los agentes sociales desde que heredó la cartera ministerial de Trabajo, pero nunca dice que la patronal se ha visto arrinconada en diversas ocasiones ante el 'rodillo social' gubernamental.

De la línea dura a la izquierda suave y esponjosa

La metamorfosis que ha completado la izquierda española consiste en lo del 15-M, pero sin hablar de cloacas judiciales y mediáticas ni hacer escraches al rival. Es la evolución lógica hacia Más Madrid, el partido del titular resultón y la vacuidad intelectual más absoluta. El que nunca falta a la ocasión para poner un tuit para 'solidarizarse con...' o para importar a España la última propuesta social de la que habla la prensa anglosajona. El caso de Yolanda Díaz todavía es más inquietante. Vende esperanzas y estrategias de trazo grueso, pero no ha explicado absolutamente nada de lo que pretende para España.

Es cierto que su plataforma acaba de nacer, pero es que ni siquiera ha presentado un decálogo o unos mandamientos, quizás para no incomodar a su propio Gobierno; o quizás porque la valiente estrategia que emplearán es la de sonreír todo el rato y no pisar ningún charco para no incomodar a nadie, lo cual estaría muy en consonancia con la pusilanimidad que ha demostrado Díaz en estos años. En su web, figura un manifiesto con 4 párrafos, a cada cual con ideas más vagas e inconcretas. "Podemos ser un país con trabajo decente y mayor igualdad, líder en una transición ecológica justa y vanguardia feminista y del conjunto de derechos y libertades", reza el último. Y ya. ¿Cómo conseguirlo? He escuchado atentamente su intervención del pasado 2 de abril y no ofreció ni una pincelada.

Pese a todo, algunos de los grandes referentes mediáticos de la izquierda patria contemporánea, como Jorge Javier Vázquez o el pianista James Rhodes, ya han expresado su iniciativa con Díaz. Otros tantos desencantados con Podemos también lo han hecho, quizás por el afán de vengarse de Iglesias que les mueve; o quizás porque intuyen que si la fuerza morada desaparece, podrían presentarse años duros en su carrera laboral. Sea como sea, no deja de resultar hilarante que quienes más se han dejado llevar por los personalismos en la gestión de sus partidos y de sus ministerios -y quienes tantas y tantas veces han sido incapaces de conformar un bloque o de mantenerlo unido-, ahora intenten convencer al electorado de que tienen un proyecto de país, lo cual siempre requiere ideas, generosidad y trabajo en pos del interés general.

¿Funcionará la estrategia?

Reconozco que hace unos meses -tras leer alguna entrevista con Díaz y comprobar la inexperiencia y falta de conocimiento sobre su propio negociado, y tras cerciorarme de la evidencia de que su discurso es la más absoluta nada- infravaloré las opciones electorales de Sumar. Sin embargo, en estos días anteriores se ha comprobado que toda la maquinaria televisiva y social del sanchismo se ha puesto al servicio de esta causa, lo que no dudo que le generará unos resultados que no serán tan pésimos como consideré. Quienes intentaron colocar a Sánchez a la altura de los líderes internacionales más influyentes, no dudo que sean capaces de manipular la realidad para situar a Díaz como la gran líder de la izquierda contemporánea europea.

La propaganda y la publicidad machacona funcionan; y siempre hay quien se deja impresionar por este tipo de engañifas políticas. Sucedió cuando tantos y tantos se tragaron la falacia de que Podemos iba a cambiar la forma de hacer política en Madrid. O cuando las mentes más fofas del periodismo madrileño se emocionaron porque los Calviños y Garicanos prometieron tecnocracia bruselense para este país, cada uno en su nivel. También hubo quien creyó que Pedro Sánchez aplicaría las ideas regeneradoras de las que inundó su discurso tras derrotar a Susana Díaz. Incluso hay quien todavía defiende que la 'campechanía' del Santo Varón era sinónimo de honestidad.

Habrá quien piense que la vida es mejor y más sencilla cuando uno asume como males necesarios, o incluso como mesías, a quienes afirman que pueden regenerar la política -que contribuyeron a desgastar- o a quienes dicen que existe una pulsera que equilibra la energía corporal y predispone a su portador a abandonar el ciclo de reencarnaciones y alcanzar la iluminación.