Opinión

Las damas bobas de Yolanda

La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz (i), y la portavoz de Más Madrid en la Asamblea, Mónica García (d), en una imagen de archivo.
Yolanda Díaz y Mónica García en una foto de archivo EUROPA PRESS / Eduardo Parra.

Tan atado está el acuerdo con Puigdemont que al fin se ha abierto la veda de las quinielas del futuro Gobierno. Ha sido presentar ese 'Acuerdo de Gobierno' entre Pedro y Yolanda y todas las oficinas de apuestas han abierto sus ventanillas donde se depositan quinielas sobre los bienaventurados que encontrarán acomodo en la mesa del gran profeta del progreso. Hasta ahora, en Ferraz se tenía muy prohibido abandonarse a semejantes juegos, tan requeridos por los periodistas ociosos y los capataces de tertulias sin más horizonte que las audiencias ni mayor imaginación que la fiebre del rating.

Tan sólo un nombre quedaba exento de este innegociable tabú. Yolanda Díaz emergió, ya hace semanas, en la lista del futuro Consejo de ministros con la misma categoría de vicepresidenta y titular de Trabajo que ahora ostenta, al objeto de hacer aún mucho más feliz 'a todas las gentes', que se lo han dicho a ella, creedla. Cumplida la ceremonia del irrefrenable besuqueo en los jardines del Museo Reina Sofía, se abrió la espita del vaticinio y decenas de nombres se esparcieron ruidosamente por los medios con la categoría adjunta de 'firme candidato' o, en tono menor, de 'suena mucho como...' El típico chalaneo sin base, el habitual acertijo del cambio de despachos.

Mónica García, médica y madre, que sin prudencia ni recato se personó la mañana de autos en la fiestuqui del enlace proverbial y se exhibió garbosa y petulante como una vicetiple de las alegres chicas de Colsada

No se trata de que por aquí se estile el periodista 'sobrero', como le dicen en Argentina a los profesionales de la información que están a sueldo de cualquier atorrante que aspira a un hueco en las listas del kirchnerismo hampón. En tiempos ya muy pretéritos, por aquí esa figura se conocía como 'sobrecogedor', una variedad relativamente frecuente en el mundo taurino y del show bussines. Llegado el momento de los augurios, lo normal es que los interesados se acerquen a la oreja de algún escribidor de confianza y le sugieran sus ambiciones o, simplemente, sus planes, sin que medie coima o propineja alguna, salvo el hueco asegurado en la tertulia, un programilla de temporada o incluso algún carguete en el aparato de propaganda orgánica. También ocurre que a veces se difunde algún nombre simplemente para hundirlo. El que se mueve no sale en la foto ni toca sillón.

Desfilan, por tanto, algunos nombres con vocación de cartera. Las primeras han sido esas damas bobas (y malas) que rodean a Yo-yó escaladora, en especial a Mónica García, médica y madre, que sin prudencia ni recato se personó la mañana de autos en la fiestuqui del enlace proverbial y se exhibió garbosa y petulante como una vicetiple de las alegres chicas de Colsada. Llegó incluso a propinarle un besazo al totémico galansote, detalle que no pasó inadvertido en la concurrencia, que dedujo que tras el ósculo palpita ya la certeza de un ministerio. Sanidad, dicen los cenáculos. Pura obviedad. La actual jefa de filas de HaMás-Madrid es hija de psiquiatras, tiene título de anestesista y desarrolló su labor sanitaria como activista sindical. Méritos sobrados para entrar en el Ejecutivo. Además es muy pertinaz en el insulto semanal a Isabel Díaz Ayuso, a quien dedicó los apelativos de 'sinvergüenza' y 'mongola' en la última sesión de la Cámara regional, de acuerdo con las transcripciones. También ahora se ha apuntado al pestilente coro de quienes gritan lo de 'genocida' a Israel.

O sea que, si se empeña en ponerse tonto, los zánganos morados se quedarán sin percibir sus enjundiosas gabelas. La izquierda española, tan carroñera y zarrapastrosa como el hermano imbécil de El padrino

Menos chance parece tener Ada Colau, a quien su preceptora pensó encajar al frente de Vivienda, por aquello de que semejante interfecta cursó un máster en okupaciones dentro de la especialidad antidesahucios. Sus cofrades del PSOE no la estiman lo suficiente. A fin de hacer méritos, emprendió una feroz campaña contra Pablo Iglesias, un riña polvorienta con momentos muy divertidos, en especial cuando esta señora desalojada ahora del Consistorio barcelonés amenaza a su rival con dejarle 'sin retorno en materia económica'. O sea, que si se pone tonto, los zánganos morados se quedarán sin percibir sus enjundiosas gabelas. La izquierda española, tan carroñera y zarrapastrosa como el hermano imbécil de El padrino. Colau reconoció días atrás que lo de ser ministra quizás no, aunque insiste por los madriles a la caza de algún hueco con cargo al presupuesto.

Yolanda tiene perfilada su lista de los cinco ministros que le tocan en el reparto. Alguno de los elegidos ya lo sabe. Por el lado socialista se descuentan tres nombres seguros: Teresa Ribera, Emejota Montero y Margarita Robles. La primera en su actual cometido. Las otras dos en destinos aún por dilucidar. Margarita quiere Exteriores, muy dicho está. ¿Y Bolaños? ¿Qué va a pasar con Bolaños?

España hace tiempo que perdió la fibra cívica del respeto al ordenamiento y a las instituciones. Es el sendero más despejado hacia el territorio de la autocracia

Conforme avanzan los pactos con el zumbao de Waterloo se acelera la ruleta de reparto de futuros departamentos ministeriales. El debate sobre la amnistía como una de las técnicas del golpe de Estado parece ya importar poco. Algún constitucionalista recalcitrante comparece de vez en cuando en ese desmadejado debate. También aparece alguna tediosa página periodística o un opúsculo en las redes. A nadie importa. España hace tiempo que perdió la fibra cívica del respeto al ordenamiento y a las instituciones. Es el sendero más despejado hacia el territorio de la autocracia.

Esa miseria insípida del reparto de butacones es el anuncio de que Sánchez, de nuevo, se sale con la suya, lo que equivale a que España desciende un paso más en la escalera hacia el infortunio. Poco cabe esperar de un país en el que, cual proclama el informe de la OCDE, siete de cada jóvenes vive en casa de sus padres hasta los 29 años. Votan el bono cultural, la paguita del gandul, el interrail y demás caramelitos que les dispensa la autoridad y siguen bailando en su inopia, tan panchos, mientras las muñecotas de Yo-Yolanda seguirán dirigiendo sus vidas.

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