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Opinión

El curso caótico que viene

Así están las aulas por ahora.

Durante estas semanas de confinamiento surgen de repente algunos mitos que parecen indiscutibles y que sólo con el tiempo devienen en las estupideces que siempre fueron. En los últimos días hemos sabido, por fin, que eso de que los fumadores tenían más ventajas frente al virus gracias a la nicotina era una patraña. Es justo lo contrario porque los consumidores de tabaco desarrollan la covid-19 de forma más grave y tienen más posibilidades de morir. 

No hacía falta que la OMS confirmase tamaña obviedad, pero tuvo que hacerlo para que muchos se convencieran. Como tampoco hacía falta ser muy listo para saber que aquellos "segundos pactos de la Moncloa" que proponía Pedro Sánchez eran un brindis al sol para desviar la atención. Y, por supuesto, no hace falta mirar en una bola de cristal para darse cuenta de que las protestas de la madrileña calle Núñez de Balboa no van a encender la mecha de rebelión alguna. 

Mucho bulo y pocas nueces. Demasiadas dudas para tan pocas certezas. Pero, en medio de la maraña de las vaciedades que nos entretienen hay una verdad atávica que se mantiene indemne a las idas y venidas de la historia: la Educación nunca ocupa los titulares, en buena medida porque le importa poco a la mayor parte de nuestra clase política y a muchos de nuestros genuinos informadores. Poco parece importar que millones de padres enclaustrados esperemos sentados y ansiosos noticias sobre el curso que viene.

El Ministerio de Educación apunta a que el alumnado rotará por semanas. Es decir, los jóvenes irán una semana sí y otra no al colegio o el instituto

La cruda realidad es que lo de la Educación está siendo caótico en esta 'desescalada'. Y lo que te rondaré, morena. Este mismo jueves, sexagésimo primer día de reclusión, asistimos al penúltimo ejemplo en una reunión entre el Ministerio de Educación y las comunidades. El plan era, en principio, que los niños de cero a seis años cuyas padres trabajen pudieran volver a clase el 25 de mayo. Como toda la comunidad educativa rechazaba esa opción, finalmente el Ministerio de Educación dejó en manos de cada autonomía que haga lo que le venga en gana. 

Lo mejor es, como ya recomendamos aquí, hacerse a la idea de que la asistencia a clase en este curso será imposible. Y punto. El problema está, insisto, en qué ocurrirá el curso que viene. En la citada reunión de este jueves el Ministerio anunció que creará un grupo de trabajo para analizar todos los escenarios posibles, que es lo mismo que decir que por ahora no tiene ni idea. Los pronósticos son poco halagüeños.

La ministra de Educación, Isabel Celaá, apuntó hace unos días sus intenciones. Lo más probable es que sólo la mitad del alumnado pueda ir a clase. Los alumnos rotarían por semanas. Es decir, los jóvenes irían una semana sí y otra no al colegio o el instituto. Es probable que esta situación se alargue durante todo el curso. Y también es bastante probable que en un futuro cercano la RAE incluya en su diccionario esta situación como ejemplo del término "catástrofe"

Si este despropósito se confirma, lo que hemos vivido será poco en comparación con lo que nos espera. ¿Aprenderán algo los alumnos? ¿Qué haremos los padres? ¿Cómo conciliaremos durante la semana sin clase?

Si este despropósito se confirma, lo que hemos vivido será poco en comparación con lo que nos espera. ¿Aprenderán algo los alumnos? ¿Qué haremos los padres? ¿Cómo conciliaremos durante la semana sin clase? ¿Cómo van a ingeniárselas los profesores para impartir así sus materias? ¿Cómo van a adaptarse todos los currículos? ¿Qué planes de choque hay para implantar más y mejores medios tecnológicos en todos los centros escolares? ¿En serio podemos llamar a lo que se avecina "nueva normalidad"?

La razón para justificar esta medida excepcional es, como seguramente ya se barruntan, que no hay hueco suficiente en los centros escolares para mantener las distancias, porque, claro, no hay suficientes aulas ni tampoco suficientes profesores. Todo ello, claro, porque lo que no hay es pasta para pagarlo. Ergo esto demuestra que nuestro sistema educativo necesita tanta ayuda como el sistema sanitario. Pero eso, como decíamos, no ocupará titulares. 

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