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Opinión

De culpas y llantos

El primer secretario del PSC, Miquel Iceta, en rueda de prensa en el Parlament de Catalunya

El cartagenero San Isidoro, al que conocemos más por Isidoro de Sevilla, sentenció que no existía nada peor que reconocer una culpa y no llorarla. Siendo considerado uno de los Padres de la Iglesia y, cosa no menos importante, integrante de los cuatro santos de Cartagena junto a San Leandro, San Fulgencio y Santa Florentina, vale la pena meditar acerca de la frase. Máxime si todo gira alrededor de Iceta, habitante de un universo socialista que también tiene a un Isidoro de Sevilla como a uno de sus Padres.

Después de las caras feroces que Sánchez ha puesto a lo largo de estos días hablando del 155, más que nada para no perder votos entre la gente sensata, Iceta, que viene de decir que no se suma a la moción de censura a Torra, ha salido a la palestra para hacer la contra crónica a su amado líder. La tesis consiste en argumentar que, para conceder el indulto, el indultador ha de tener constancia de que el posible indultado tiene capacidad de arrepentimiento, lo que se llama propósito de enmienda. Después de sentar tamaña cátedra, añade que, por descontado, el derecho de gracia no tiene que ir parejo necesariamente con ese arrepentimiento, para rematar la voltereta dialéctica con un ritornelo al primigenio concepto, argumentando, citamos textualmente, “Difícilmente puede darse un indulto si se piensa que esa persona lo volverá a hacer”.

El aserto es tan confuso como malévolo. Iceta, que mantiene pactos en más de cuarenta municipios con los separatistas hiperventilados, amén del que sostiene en la Diputación de Barcelona, juega al sí pero no, a la puta i la ramoneta que tanto se le criticó en su día al pujolismo, con el que nunca sabías si subía o bajaba. ¿Es partidario Iceta también del 155? ¿Cree que sería mejor aplicar la Ley de Seguridad Nacional? ¿O le satisfaría más indultar a los presos tras la sentencia y pasar la página? Un página, por cierto, pesada como el plomo o el nitrato amónico, la termita o la cloratita que la Guardia Civil halló en posesión de los CDR detenidos recientemente. ¿A estos también habría que indultarlos? Y con los energúmenos que rociaron con líquido y boicotearon a la compañera de Telecinco, Laila Jiménez, caso de que alguien los procesase, ¿qué haría?

Siguiendo la línea del razonamiento de Iceta, si Rodrigo Rato aparece llorando ante las cámaras implorando el perdón de todos los perjudicados por Bankia, se le debería conceder un indulto

Según Iceta todo dependería de si se arrepienten, de si lloran su culpa, de si hacen un acto de contrición que permita sin demasiada vergüenza propia y ajena concederles una libertad que han negado a la mayoría de catalanes. Todo, al fin, se resume a un acto tan cristiano como el del perdón y el olvido, lo que en materia eclesiástica puede ser balsámico, pero no en el terreno judicial. Porque la ley está hecha para cumplirse y no para saltársela o evitarla por una puerta trasera.

Siguiendo la línea del razonamiento de Iceta, si Rodrigo Rato aparece llorando ante las cámaras implorando el perdón de todos los perjudicados por Bankia, se le debería conceder un indulto. Lo mismo con Bárcenas. Al fin y al cabo, estos dos señores están en presidio por delitos económicos, gravísimos, en efecto, pero no por intentar dar un golpe de estado o provocar situaciones de violencia institucional o pública. ¿Hasta donde llega Miquel Iceta en su afán redentorista? No se sabe, pero sería buena cosa que todo el PSOE, PSC incluido, se reuniese en un monasterio inaccesible como el que describe Eco en El nombre de la rosa, y meditase acerca del perdón y sus límites. Los frailes de Eco lo hicieron respecto a si Cristo era o no era dueño de las ropas que llevaba, así pues bien podrían hacer lo propio estos sesudos socialistas, tan indulgentes y humanitarios, respecto a si hay 155 o indulto con merienda infantil y globos.

Lo que puedan opinar los Isidoros socialistas se desconoce. En cambio, lo que dijo San Bernardo de Clairvaux, lo sabemos de cierto: no está la culpa en el sentimiento, sino en el consentimiento. Siendo Iceta creyente, creemos que lo comprenderá.

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