Las cosas que van bien no son noticia, precisamente porque lo esperable es que no vayan mal. En la India, inmenso país, no hay conflicto por el uso del inglés como lengua vehicular, ni sentimiento nacionalista para impulsar el hindi. En Suecia y Noruega los hablantes no se inquietan por los espacios que gana el inglés, que tanto arrincona a las lenguas propias. Tampoco los islandeses se sienten insatisfechos al ver en inglés el nombre de sus edificios institucionales porque saben que la recta comunicación y facilidad de entendimiento debe inspirar la convivencia. Solo en Europa hay más de cuarenta lenguas condicionadas, es decir, que dependen de otra de mayor espectro comunicativo, y solo se alzan quejas o reivindicaciones, al menos de manera evidente, en España.
Suelen los conflictos lingüísticos llevarse de manera pacífica. Cabe hablar de guerras de religión, tan frecuentes, o de territorios, que son las guerras modernas, pero no de guerras estrictamente lingüísticas. Podemos, sin embargo, considerar tres fuentes de conflictos en el mundo, aunque no son los únicos, el de rusos y ucranianos, el de cameruneses anglófonos y francófonos y el de las lenguas de los Balcanes.
Ruso y ucraniano
La lengua ucraniana cuenta con una tradición cultural importante, pero endeble si la comparamos con la entereza del ruso. El ucraniano solo es monolingüe en las zonas rurales del país, mientras en las ciudades sus propios hablantes tienen a bien hablar en ruso, lengua que, sin voluntad clara, es considerada más elegante. Es lo que sucede con el gallego, mucho más propio de los pueblos que de las aglomeraciones urbanas.
El ruso es mayoritario en el este y en el sur del país, en especial Crimea y Odessa, donde el 77 % de la población es monolingüe.
En el centro se extiende el ambilingüismo. Ruso y ucraniano se usan con destreza indistintamente. En las zonas rurales predomina el ucraniano. En el ambilingüismo de Kiev predomina el ruso, que es lengua materna en ciudades como Donetsk, Jarkov o Dnipropetrovsk. Pues bien, han sido y son numerosos los episodios de marginación, exclusión o marginación de la minoría rusoparlante en Ucrania. Pero ninguno de ellos se debe a problemas específicos entre el ucranio y el ruso. Son la política dominante, las rivalidades económicas entre distintos actores y los roces entre potencias los únicos causantes de tales fricciones interidiomáticas.
Francófonos y anglófonos cameruneses
En el golfo de Guinea, en Camerún, país con unas 200 lenguas, a finales de la década de 1970 se desarrolló un alfabeto general válido para todas. Hasta aquí todo bien. El conflicto nace con dos lenguas europeas predominantes, el francés y el inglés, instaladas en la colonización y hoy en guerra. Las élites francófonas y anglófonas no se ponen de acuerdo para garantizar un mínimo consenso. Las consecuencias recaen en las abrumadoras mayorías de hablantes de una y otra lengua que se ven envueltas en enfrentamientos étnicos y protestas por la imposición del francés en los puestos de funcionarios y gubernamentales.
Aunque francés e inglés son las lenguas oficiales, el gobierno central discrimina cada vez más a los anglófonos, no solo en las zonas más francófonas, también en el conjunto del país. Una vez más comprobamos que las lenguas son solo vías de transmisión y expresión de los conflictos de poder, pues en sí mismas no implican choque alguno. El conflicto es un legado colonial. En el noroeste y sudoeste del país se consideran anglófonos, pues ambas regiones estuvieron bajo control británico. Al mismo tiempo, cameruneses de regiones colonizadas por Francia resultan ser anglófonos monolingües, o ambilingües con el francés gracias al sistema educativo. Las autoridades francófonas del gobierno suelen no reconocer el problema anglófono o negar su existencia. Pese a ello existe malestar entre los anglófonos de todas las edades por el trato que se les dispensa. Los miembros de las fuerzas del orden y los tribunales son francófonos incluso en las regiones Noroccidental y Sudoccidental y no respetan a los anglófonos. El conflicto nació en 1961 cuando se unió en un único estado a dos territorios coloniales, tan diferenciados que hoy se demanda la instauración del federalismo o la secesión de los anglófonos. De momento no existe proyecto alguno de para unificación o mitigación del enfrentamiento.
Serbio, croata, bosnio y montenegrino
Existió hasta principios de los 90 del siglo pasado un estado llamado Yugoslavia, país multinacional y pluriétnico, con sus más y sus menos, donde un intercambio entre las distintas lenguas (serbocroata, albanés y esloveno) mantenía en paz a un país que funcionaba razonablemente bien gracias al respeto y reconocimiento entre los hablantes. Una serie de crisis internas entre el poder de las repúblicas que componían la ex Yugoslavia, algunos roces entre comunidades por motivos de lengua, comenzaron a salpicar el paisaje social. No recordaremos aquellos terribles episodios, pero si que aquellas guerras civiles provocaron tal llamarada que se empezaron a acentuar las divisiones lingüísticas. Cada nuevo Estado impuso una lengua como idioma oficial obligatorio, con los correspondientes problemas ocasionados a las minorías nacionales y étnicas hablantes del resto de idiomas que antaño convivían sin problemas, o al menos sin conflictos claros. Hoy, la misma lengua recibe cuatro nombres con el fin de incentivar y promover la identidad nacional. Serbio y montenegrino se escriben con el alfabeto cirílico, y croata y bosnio con el latino, pero todas las variantes se pueden escribir indistintamente en los dos alfabetos.
Todos los niños deberían tener el derecho a estudiar, además de en la otra lengua que sea oficial en esos territorios, en su lengua materna, sin menoscabo ni discriminación de ningún tipo
Los tres ejemplos muestran que en el mundo actual coexisten dos tendencias: la internacionalización es cada vez mayor, sobre todo por la expansión de lenguas como el inglés y, por otra parte, los choques entre naciones y países que tienen como vehículo de expresión otras lenguas, como si las lenguas fueran cosas con vida propia ajena a los hablantes. Lo esencial es respetar a la lengua materna de los hablantes y su libertad de elección.
Volviendo a los ejemplos ucraniano, camerunés y balcánico, todos los niños, por ejemplo, cuyo idioma materno sea el ruso en Jarkov, el inglés en Yaundé o el croata en Zagreb deberían tener el derecho a estudiar, además de en la otra lengua que sea oficial en esos territorios, en su lengua materna, sin menoscabo ni discriminación de ningún tipo.
El problema es, me temo, que para llegar a tal puerto es necesario resolver antes los conflictos de origen extralingüístico. Sin embargo, ¿pueden estas medidas aminorar tales conflictos? Nadie tiene una respuesta tajante, realmente, pero no parece que haya otro camino. En todo caso, hay algunos países que, sin llegar a ser perfectos en este terreno (¿alguna cosa es realmente perfecta?), sí constituyen referentes en el tratamiento justo de estos problemas. Problemas que no deberían ser tales. Ningún conflicto de los que sacude a alguna región del globo por motivos aparentemente lingüísticos tiene como raíz material problemas derivados con la naturaleza de las propias lenguas en cuanto que dispositivos de comunicación humana propios de cada comunidad nacional (o internacional). Dicho de forma más sencilla, el problema no son las lenguas, sino las relaciones de poder vehiculadas a las lenguas.