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Opinión

La peluquera de la cárcel

Termina el traslado de los presos independentistas a cárceles de Madrid sin incidentes

Peluquería, gimnasio, Biblia en catalán, celdas individuales, un sanísimo menú compuesto de puré de verduras, tortilla, fruta y yogur. Todo eso esperaba a los presos separatistas en las horribles mazmorras españolas. Qué lástima.

Lo primero que hizo Carme Forcadell al llegar a la cárcel de Alcalá Meco fue dirigirse al servicio de peluquería para, posteriormente, acudir al gimnasio. En cambio, Junqueras, hombre de profundos arrebatos místicos, empleó el rato de ocio antes de la cena repasando la Biblia. En catalán, por supuesto, que ya es sabido que Dios es grande en Montserrat, que no en el Sinaí. Se ignora si los otros presos tuvieron ocasión de comentar la jugada con algunos de los ilustres habitantes del presidio en el que residen ahora los golpistas, Soto del Real, como Rato o Bárcenas, pero el plumilla daría gustoso el dinero que no tiene por haber escuchado, cual moderno diablo Cojuelo, tales conversaciones.

Todos, sin embargo, están ahí por la misma razón: haber cometido delitos. Unos, con sentencia, otros a la espera de juicio, pero delitos son al fin y a la postre, aunque el circo que se está organizando entre el gobierno de Torra, los partidos del lazo amarillo, los medios del régimen y sus comparsas sea el que denuncia un proceso político, una causa general contra el independentismo. Andan ANC y CDR intentando “movilizar” a la sociedad para que manifieste su indignación y no será porque no lo intente Elisenda Paluzie o no machaque a diario TV3, pero nada. Este cronista fue testigo ocular de una de esas manifestaciones que, según Quim Torra, debían ser monstruosas en cuanto a asistencia y pudo contar apenas un centenar de personas, o muy jóvenes o de visible senectud, portando esteladas y banderas con la hoz y el martillo. Como sea que la noche era húmeda y la Plaza de Sant Jaume está muy cerca el puerto, llegaron hasta Palau, gritaron quince minutos de reloj, lanzaron dos petados y se fueron – repito, lo vi con mis propios ojos – a distinguidos locales de bocadillos sitos allí mismo a degustar sus exquisiteces, tras lo cual se fueron a sus casas, que hacía frío.

Por otra parte, a Junqueras le ha sentado fatal que se ocupase la sede del la UE en Barcelona, aunque fuera por una noche. Me cuentan que si duró tan poco fue porque el líder republicano dio órdenes estrictas de que se dejasen de tonterías. Tampoco le hizo gracia los cubos de pintura arrojados contra Fiscalía o Interior en Barcelona. Piensa Junqueras que estas cosas no pueden más que jugar en su contra en el proceso que, si nada lo impide, comenzará el próximo doce este mes. Tanto el como Romeva temen que sus compañeros, especialmente el cuarteto Turull, Rull, Sánchez y Cuixart, intenten convertir la vista en una especie de reality, de Gran Hermano, solo que en lugar de estar la casa en Guadalix de la Sierra estaría en Alcalá y Soto del Real.

También nos dicen que Junqueras está empezando a hacer mella en el ánimo de algunos o algunas, instándolos a que se muestren contemporizadores. “I, sobre tot, digueu la vostre veritat”, es decir, que digan “su” verdad. Como buen católico, sabe que la verdad nos ha de hacer libres y espera que, si bien a él acaso no lo libere pueda, en cambio, contribuir a que Puigdemont acabe por perderla. O, al menos, que pierda su crédito político. De ahí que Junqueras plantee el juicio no como un espectáculo para dar carnaza a los medios, sino como un instrumento para hundir a sus rival político, la neo convergencia. Estos, sumamente nerviosos, no dejarán de organizar algaradas allí o aquí, ni cesarán en sus cacareos constantes acerca de que España quedará desacreditada de una vez y su causa será reconocida por el mundo entero. Qué van a decir, ¿Qué el número uno de la trama, Puigdemont, vive libremente como un pachá, mientras sus compañeros de gabinete están entre rejas?

Peluquería, talleres, campo de deportes, televisión, libros, revistas, celdas cómodas. Les falta el ordenador. Cachis. Qué crueldad la de estos españolazos.

La verdad es tenaz, mucho más que los autocares subvencionados de hooligans. Los reos están atendidos perfectamente por sus respectivas defensas, como debe ser, gozan de celdas con televisor y cuarto de baño propio, una tarjeta de crédito para el economato abundantemente dotada – para quienes no hayan pisado el maco, el trullo, la cangrí, la cárcel, vamos, ahí es donde puedes adquirirlo todo, desde sellos para las cartas hasta tabaco – y pueden llamar a sus familiares o disponer de diarios y libros. Eso sí, alguno se ha quejado de no tener ordenador. Perdonen ¿acaso lo tenían en Lledoners? ¿Es normal? ¿Lo es que nadie les cacheara antes de su salida, como es de rigor según el reglamento? Ítem más, la relajadísima vigilancia, por denominarla de manera piadosa, a la que están sometidos ahora ¿se ajusta al reglamento?

Los que se ponen los ojos en blanco hablando de estos reos como si de internos de un campo de concentración se tratase deberían asumir algo que es característico en el proceso separatista: sus presos gozan de unos privilegios que ninguno de sus compañeros presidiarios – ni siquiera Rato o Bárcenas – tienen. Y, sin embargo, se quejan. El hecho diferencial consiste en eso: tengo más que tú, pero todavía quiero más y, si vulnero la ley porque pretendo robarte, lo mínimo que podéis hacer es absolverme porque siempre tendré razón. Vaya, como Rato con las Black o Bárcenas con los pagos en B. Al menos, estos no dicen que son presos políticos.

Peluquería, talleres, campo de deportes, televisión, libros, revistas, celdas cómodas. Les falta el ordenador. Cachis. Qué crueldad la de estos españolazos.

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