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Opinión

Los experimentos económicos, con gaseosa

Sede del Banco Central Europeo

Hay una profunda crisis de visión en el pensamiento económico moderno, en la Macroeconomía ortodoxa dominante. En las últimas décadas han propuesto una serie de recetas económicas, o de recomendaciones empresariales, basadas en un conjunto de “verdades indiscutibles”, cuando en realidad no representaban nada más que juicios metodológicos previos, de carácter ideológico. Desde estas líneas venimos explicando la falsedad de la inmensa mayoría de sus hipótesis de partida. Si las recomendaciones se quedaran en meras reflexiones reflejadas en artículos académicos, vale, no pasa nada. El problema es cuando políticos, banqueros, hombres de negocio trasladan esas ideas, esas recomendaciones, porque les cuadra muy bien, en medidas de política económica, o de toma de decisiones empresariales. Entonces, sí, Houston, tenemos un problema.  

Pues bien, ahora muchos de sus hacedores pretenden abandonar el barco sin ser vistos, pelillos a la mar, como si aquí no hubiese pasado absolutamente nada. Un botón de muestra, un tweet de principios de este mes del otrora economista jefe del FMI, Olivier Blanchard, el mismo que en mayo de 2008 nos explicaba el maravilloso estado de la macroeconomía global, su círculo virtuoso. Sin despeinarse, sin complejos, afirmó en dicho tweet que “Sopesando mis palabras cuidadosamente: podemos estar al borde de un cambio de paradigma fiscal. Prueba de concepto: el gran acuerdo entre Summers, Furman, Bernanke, Rogoff y yo…”. ¡Viva el vino! Como recientemente detallaba William Mitchell, “En un desesperado intento por seguir siendo relevantes cuando el paradigma que han estado impulsando durante décadas, que ha devastado las economías y las vidas de las personas, se está exponiendo ahora como un fracaso, están abandonando el barco y poniéndose a la vanguardia de la nueva era”.

La crisis de visión

En mayo 2012, desde estas líneas, publiqué un blog cuyo título parafraseaba el de un libro publicado a mediados de los 90 por el economista e historiador del pensamiento económico Robert Heilbroner y su pupilo William Milberg, The Crisis of Vision of Modern Economic Thought, en la lengua de Cervantes, La Crisis de Visión del Pensamiento Económico Moderno. Ya en esas fechas los autores anticipaban el vacío intelectual y las falacias que había detrás de los elegantes modelos matemáticos de la macroeconomía ortodoxa, y que nos llevó a la Gran Recesión. Heilbroner y Milberg afirmaban, ya en 1996, que una demoledora crisis, más amplia y profunda que nunca, estaba afectando a la teoría económica moderna. La crisis en cuestión era consecuencia de la ausencia de una visión, de un conjunto de aquellos conceptos políticos y sociales compartidos, de los que depende, en última instancia, la economía. A la decadencia de la perspectiva económica le han seguido diversas tendencias cuyo denominador común era una impecable elegancia a la hora de exponer los términos, acompañada de una absoluta inoperancia en su aplicación práctica.

Dentro de los economistas que anticiparon con suficiente antelación la Gran Recesión, además de Wynney Godley, sin duda alguna uno de los economistas macro más elegantes que ha dado la profesión, memorable su Seven Unsustainable Processes, destacaron entre otros los economistas postkeynesianos australianos Steve Keen y William Mitchell. Pues bien, Steve Keen en The WHO warns of outbreak of virulent new ‘Economic Reality’ virus, publicado en la Review of Keynesian Economics, destrozó inmisericordemente las bases y falsedades de la economía dominante, ésa que aún rigen las políticas económicas de medio mundo. Para ello empleó una ironía fina: “Un nuevo virus, conocido como Realidad, ha comenzado a afligir a los economistas de la corriente principal, haciéndoles rechazar los argumentos que solían utilizar para justificar sus modelos. No existe una cura conocida para el virus, y la completa evitación de la Realidad es la única estrategia eficaz para prevenir la infección”.  Más adelante, la ironía deviene en pura mordacidad: “La OMS ahora lamenta profundamente su temprana complacencia, ya que casi inmediatamente después del brote Blanchard en 2016, apareció una cepa aún más virulenta del virus: la variante 'RR' o 'Romer Reality', en referencia al profesor de la Universidad de Yale que renegó definitivamente de toda la teoría bajo la cual se había educado. Nos referimos a Paul Romer. Y esta cepa del virus sí que es resistente y muy preocupante.”

Contra la Macroeconomía ortodoxa

Pues sí, el premio Nobel de economía 2018, Paul Romer, publicó en septiembre de 2016 un artículo imprescindible para todo estudiante de economía, The Trouble with Macroeconomics. El resumen del artículo no puede ser más demoledor: “En los últimos tres decenios, los métodos y conclusiones de la macroeconomía se han deteriorado hasta el punto de que gran parte de la labor en esta esfera ya no puede calificarse de investigación científica. El tratamiento de la identificación en los modelos macroeconómicos no es más creíble que en los grandes modelos keynesianos de primera generación, y es peor porque es mucho más opaco. La mayor preocupación es que la pseudociencia macroeconómica está socavando las normas de la ciencia en toda la economía. Si es así, todos los dominios de política que toca la economía podrían perder la acumulación de conocimientos útiles que caracterizan a la verdadera ciencia, el mayor invento humano". Demoledor Romer. Como hemos señalado antes, el problema es que estas teorías, idealizadas por los macroeconomistas, son aplicadas por banqueros, industriales, tecnócratas y políticos. La Macroeconomía de la corriente dominante ha demostrado ser inútil y peligrosa para la gestión de la economía real, constituyendo una posición puramente ideológica capaz de ignorar y negar las causas de la Gran Recesión.

“Los jóvenes soportan cargas desproporcionadas durante la recesión a corto plazo, pero también se enfrentan a una disminución de las perspectivas a largo plazo”

Permítanme terminar con tres artículos académicos recién salidos del horno, y que continúan desmontando las bases de la pseudociencia macroeconómica. El primero, The Economic Consequences of Major Tax Cuts for the Rich un working paper del International Inequality Institute de la London School of Economics, donde los autores concluyen “Encontramos que las grandes reformas impositivas que reducen los impuestos a los ricos conducen a una mayor desigualdad de ingresos… Por el contrario, tales reformas no tienen ningún efecto significativo en el crecimiento económico y el desempleo." Sin comentarios, todas las tonterías aducidas para recortar los impuestos a los más ricos, no se ajustan a la realidad e los datos.

El segundo artículo, recientito, es un documento de trabajo del Banco Central Europeo, Losers amongst the losers: the welfare effects of the  Great Recession across cohorts cuyo autor concluye que “los jóvenes soportan cargas desproporcionadas durante la recesión a corto plazo, pero también se enfrentan a una disminución de las perspectivas a largo plazo”. El artículo se refiere a algunas de las principales ficciones que se han propagado para inducir a los gobiernos a utilizar los déficits fiscales solo para suavizar el ciclo económico, a saber, la supuesta carga que crean los excesos de la generación actual (el déficit público) para sus hijos y nietos (que, según el cuento infantil de la ortodoxia tienen que pagar la deuda contraída por dichos excesos). El tercero, y último, Does Austerity Cause Polarization?, tiene que ver con las consecuencias políticas de la austeridad: los autores concluyen que la austeridad es un determinante importante de la desestabilización política en los países industrializados democráticos. En román paladino, activa el fascismo.

En base a estas reflexiones, permítanme lanzar en voz alta una pregunta final, ¿Entenderán en Europa, y aquí en el Ministerio de Economía, que nos dirigimos a una crisis de solvencia de familias y empresas, donde el  gran banco de Minsky tendrá que intervenir, junto con el Tesoro y otros organismos gubernamentales, para limpiar el desorden financiero y orientar la reestructuración del balance (o, más a menudo, el rescate) de familias y empresas domésticas, financieras y no financieras? ¡Me temo que aún no!

Les deseo a todos ustedes y a sus familias que pasen una Feliz Navidad y que el 2021 sea sin duda mejor que el annus horribilis que está a punto de acabar. 

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