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Opinión

Las cosas que dice Lidia

Un momento de la manifestación del 8 de marzo

Lean este párrafo que sigue, por favor, es cortito:

“Habiendo tenido conocimiento esta Comisión de que se están desarrollando diversas estrategias organizadas por el lobby gay y sus acólitos, dirigidas a imponer en la sociedad el discurso queer, con las consecuencias nefastas de lograr la legalización de los vientres de alquiler, la aceptación de que los menores que se declaran transexuales puedan acceder a tratamientos médicos y quirúrgicos para cambiar de sexo, y la invisibilidad de la mujer como categoría, viene a declarar lo siguiente: esta Comisión tiene que hacer constar su absoluto rechazo a tales proyectos legislativos y a los movimientos de propaganda ideológica para que la sociedad admita semejantes objetivos”, etc. etc., siguen dos folios.

Y ahora la pregunta: ¿quién puede haber escrito eso, eh? ¿De qué Comisión se habla? A ver, adivinen. Una pista: No es la Comisión para la Defensa de las Esencias de Vox. Pudiera parecerlo, pero no. Tampoco son las Adoratrices de la Preciosísima Sangre. Ni la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal. Ese párrafo, y lo que sigue, lo ha redactado la Comisión Política del Partido Feminista de España, y lo firma su presidenta, Lidia Falcón O’Neill.

Conozco a Lidia (abogada, dramaturga, ensayista, persona incansable) desde hace muchos años, y he sentido siempre una viva simpatía por ella; nos hemos llevado muy bien, pero mi ignorancia sobre el partido que preside es casi absoluta. No sé quiénes son, ni cuántos o cuántas. No tengo idea de quiénes forman esa Comisión Política que dice haberse reunido para aprobar “por unanimidad” el comunicado cuyo principio les he copiado. No termino de entender que un partido fundado en 1979, después de dos años de concienzuda preparación teórica, tenga, cuatro décadas después, la misma presidenta, que es Lidia (quien precisamente ayer, 13 de diciembre, cumplió los 84, felicidades). Tampoco me explico que un partido con 40 años de trayectoria haya celebrado, en todo ese tiempo, dos congresos, uno en 1983 y otro en 2015; en este decidieron integrarse en Izquierda Unida. Y admito que soy muy torpe, y que quizá por eso no he sido capaz de encontrar en internet ni un solo dato sobre los resultados electorales del PFE desde las elecciones de 1982 hasta hoy. He hallado datos de cosas verdaderamente exóticas (Asamblea Conejera de Lanzarote: 472 votos en los comicios generales de 1989; Partido Proverista: 245 votos el mismo año), pero ninguno sobre el Partido Feminista.

Se advierte un odio, desprecio o animadversión (escojan el término que quieran, hay más) de Lidia Falcón hacia las personas homosexuales y transexuales

Dicho de una vez: no tengo ni idea de quiénes forman el Partido Feminista, aparte de Lidia Falcón. Y, esto sobre todo, tampoco sé a quiénes representan. Así que, con el permiso de ustedes y de las (imagino) legiones que conforman el PFE, voy a referirme (también por unanimidad mía) al comunicado de Lidia Falcón, que es quien lo firma, y no del Partido Feminista, que ya digo que no sé lo que es ni en qué estado de agregación de la materia se halla en estos momentos.

En el comunicado, tanto en su principio como en el resto, lo primero que llama la atención, y mucho, es un odio, desprecio o animadversión (escojan el término que quieran, hay más) de Lidia Falcón hacia las personas homosexuales y transexuales. El lenguaje nunca es inocente y casi hace daño a los ojos ver cómo una persona que se dice marxista-feminista utiliza expresiones como “el lobby gay y sus acólitos”, acuñada por la prensa amarilla, por la extrema derecha y usada por algunos altos clérigos del Vaticano, por los yunqueros de Hazte Oír y por otros especímenes parecidos. Solo le ha faltado a Lidia hablar de la “mafia rosa”, como Federico.

Echar la culpa al “lobby gay y sus acólitos” de la “invisibilidad de la mujer como categoría” es un disparate indigno de una mujer que ha publicado 48 libros, algunos muy importantes. Hoy en día, la invisibilidad de la mujer es como la persecución al idioma catalán por el Estado opresor: un imposible metafísico que no tiene el menor contacto con la realidad. El siglo XXI es el siglo de la igualdad y la presencia de mujeres en todas partes no es que sea habitual: es que ya ni siquiera es noticia que Patricia Ortega, por ejemplo, sea “la primera mujer en llegar a general en España”. Caramba, la noticia sería que no llegase, después de 21 años de carrera militar. Eso no es una noticia: es una curiosidad. O una anécdota.

¿Se ha logrado la plena igualdad de derechos para las mujeres? Naturalmente que no. Sigue habiendo islas (o extensos archipilélagos) de discriminación y sigue existiendo un cáncer social terrorífico, que es la violencia machista. Pero la sociedad española ha dado, y sigue dando, un cambio social mayoritario simplemente espectacular en este asunto, como en el de la aceptación de las personas homosexuales y el reconocimiento legal de sus derechos, que son los de todos. Volver en 2019 con la cantaleta de la “invisibilidad de la mujer” es más o menos lo mismo que teorizar hoy sobre la democracia orgánica o sobre la moda emergente del twist: un anacronismo que solo alcanzamos cometer las personas mayores.

Las mujeres feministas, millones de ellas, han hecho suya esa pelea, al igual que los gais han apoyado siempre, de manera abrumadora, la lucha feminista

Lidia Falcón, en su comunicado, manifiesta unos celos casi patrimoniales sobre “su” opción, o grupo, o lo que sea. Deja ver una homofobia (y una transfobia) evidentes, como si las únicas personas por cuyos derechos mereciese la pena luchar fuesen las mujeres; como si los gais y los transexuales no fuesen también grupos humanos que han peleado durante décadas, y lo siguen haciendo, para que el Estado y la sociedad les miren y les traten como a lo que son: personas, ni más ni menos que eso. Y las mujeres feministas, millones de ellas, han hecho suya esa pelea, como los gais han apoyado siempre, de manera abrumadora, la lucha feminista. Por eso resulta incomprensible la actitud de Lidia Falcón en su comunicado, en el que señala como enemigos a quienes siempre han sido todo lo contrario.

No es nada nuevo. A lo largo de la historia, cualquier idea destinada a cambiar el mundo se ha dividido en dos partes: la grande, que es una multitud que poco a poco va adoptando la nueva forma de ver las cosas, y la pequeña, que es la vanguardia que abre el camino. Pero esa vanguardia jamás ha sido solamente una: se ha dividido siempre en facciones irreconciliables y muy agresivas, tanto entre sí como para todo aquel que no compartiese la totalidad de sus tesis. El cristianismo se dividió muy pronto en varios bandos enfrentados; el vencedor (el católico romano) tachó a todos los demás de herejes, y los persiguió a sangre y fuego. En nombre de la libertad de culto, Juan Calvino se dedicó a quemar gente en la hoguera (¿se acuerdan de Miguel Servet?), lo mismo que la Inquisición. Al comunismo le pasó otro tanto. Y el feminismo no es una excepción. Hay un alarmante número de feministas que consideran una agresión a todas las mujeres la crítica o el desacuerdo con lo que dice alguna de las más significadas, que es lo que sin la menor duda ocurrirá con esto que ahora escribo: espero los habituales insultos y la acostumbrada ferocidad. No será la primera vez… ni la última.

El comunicado de Lidia Falcón ha “desaparecido” de la web del Partido Feminista de España. No sé por qué. Imagino que la “Comisión Política” se habrá vuelto a reunir y habrá decidido borrarlo, después de largos debates. Pero está por todas partes y ha suscitado gran cantidad de reacciones. Les copio un fragmento de la que más me ha gustado, que es de mi querido y admirado Mariano Beltrán, activista LGTB, y que se publicó en The Citizen: “Hace demasiado tiempo que Lidia Falcón y el Partido Feminista de España están causando sufrimiento a muchos seres humanos, a muchas personas trans, a muchos hombres gays y a la diversidad familiar. Ya basta. No somos el saco de boxeo ni de Vox ni del Partido Feminista de España, ni tampoco de algunas representantes del partido del gobierno. Nos declaramos en pacífica rebeldía. Ni un insulto más. Ni un paso atrás. Siempre hacia el arcoíris”.

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