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Opinión

¿Qué ocurriría si se acaban las corridas de toros?

¿Qué ocurriría si se acaban las corridas de toros?

No hay duda, las corridas de toros son una cuestión controvertida, de ahí que cueste comprender la simplicidad, y en tantas ocasiones también simpleza, con que a menudo se aborda. “Que la gente decida, que la gente vote” se presenta en ocasiones como la sencilla fórmula para afrontar algo tan poliédrico como es la fiesta de los toros, con ramificaciones no sólo en las tradiciones milenarias de los pueblos mediterráneos y en sus representaciones simbólicas de todo tipo -sí, también culturales- sino asimismo en asuntos, digamos, más terrenales e incrustados en los desafíos más perentorios de nuestras sociedades.

En efecto, es difícil negar el valor que el prototipo racial del toro de lidia aporta a la biodiversidad animal de la península ibérica, así como la importancia de la dehesa, donde se cría el toro de lidia en régimen de ganadería extensiva, como elemento de fijación de población en ámbitos rurales y ejemplo de equilibrio respetuoso entre la explotación humana y la conservación de los ecosistemas autóctonos. No debe olvidarse que la dehesa no es un ecosistema espontáneo, sino que es el resultado de la manipulación y explotación del bosque mediterráneo (acebuches, encinas, alcornoques, jaras, madroñas, lentisco, tomillo, romero) para actividades humanas, como la agricultura, sobre todo cerealística, o la ganadería extensiva, siendo reducida la densidad originaria de vegetación para priorizar el árbol de gran porte (encina y alcornoque) en detrimento del matorral (jara, lentisco). La dehesa es el ecosistema peninsular con mayor diversidad de fauna y flora y permite unas condiciones inigualables para que las especies salvajes encuentren un hábitat ideal para su reproducción compatible con los usos humanos, agrícolas y ganaderos.

Razas autóctonas

El toro de lidia, a su vez, es una singularísima especie con una amplísima variedad genética, mucho mayor que la del águila imperial (Aquila adalberti) o el lince ibérico (Lynx pardinus)(Mieria Casas-Marce et all. “Patiotemporal dynamis of genetic variation in the Iberian lynx alongs its path to extinction reconstructed with Ancient DNA”, Molecular Biology and Evolution, 2017). Particularmente, el toro de lidia, es decir, la subespecie Bos primigenius taurus, dentro de la especie Bos primigenius, presenta una variedad genética del 20%, frente al 7% de las razas bovinas europeas o al 5% de las otras razas autóctonas de la península ibérica, como el ganado retinto, la vaca avileña o la morucha (Javier Cañón et all. “Distribución de la variabilidad genética en la raza de lidia”, Archivos de Zootecnia, 2007). Esa variedad genética es obra de la intervención humana, como resultado de la búsqueda deliberada -a través de la selección de vacas de vientre y sementales- de unos rasgos morfológicos y de unas pautas de comportamiento orientadas a la celebración de espectáculos taurinos.

Paralelamente, el toro de lidia se cría a partir de unos patrones armónicos con el mantenimiento de las dehesas, más que otras razas bovinas destinadas a la producción de carne o de leche. En efecto, y en primer lugar, las ganaderías de bravo requieren una gran amplitud media por animal para que el toro campee, es decir, para favorecer su movilidad y musculación. Esto hace que las densidades poblacionales por superficie sean mucho menores, lo que facilita la regeneración de la dehesa.

Fácil para la convivencia

En segundo lugar, las pautas alimenticias del toro de lidia, favorecidas por esa menor densidad poblacional por hectárea, son menos agresivas con las encinas o el matorral y menos proclives a la práctica del ramoneo. Una vaca retinta, por ejemplo, orientada a la producción de carne, puede alcanzar un tamaño que le permita el ramoneo en grandes encinas, centenarias, a las que puede dañar más fácilmente que los toros de lidia, que normalmente no alcanzan grandes dimensiones.

Y en tercer lugar, el toro de lidia convive mucho más fácilmente con otras especies, tanto animales como vegetales. Además del cerdo ibérico, que comparte espacios en régimen de ganadería extensiva, son habituales en las dehesas de bravo especies como jabalíes, ciervos o gamos. También abunda la avifauna: buitres, águila imperial, águila perdicera, águila culebrera… así como un suelo enriquecido con insectos, hongos y microorganismos.

El toro de lidia, por tanto, representa una de las más genuinas y ricas expresiones de las razas autóctonas en la península ibérica, lo que supone un valor esencial de la biodiversidad, según criterios de la FAO

Todas estas propiedades, garantía de sostenibilidad y biodiversidad, son más difíciles de alcanzar y mantener en dehesas destinadas a usos ganaderos más intensivos (ganado de carne, ganado ovino) o a usos agrícolas donde la densidad poblacional por unidad de superficie o el abandono de las prácticas tradicionales de renovación del suelo expulsan al resto de especies  y variedades de flora y fauna. El toro de lidia, por tanto, representa una de las más genuinas y ricas expresiones de las razas autóctonas en la península ibérica, lo que supone un valor esencial de la biodiversidad, según los criterios de la FAO.

¿Qué sucedería si se acabasen las corridas de toros y otras expresiones de la tauromaquia? Este año 2020, como consecuencia de la crisis pandémica, puede servir como caso de estudio. Probablemente, como ya se está constatando, las corridas de toros y espectáculos taurinos se verán reducidos a una mínima y simbólica expresión. Como resultado de ello las más de 1.300 empresas ganaderas de lidia no podrán vender los aproximadamente 20.000 toros y vacas destinados a espectáculos taurinos, viéndose obligadas a su (mal)venta al matadero, con ingresos del 10% o inferiores por cada animal sacrificado. Esto acarreará la desaparición de muchas de ellas, siendo especialmente preocupante la situación de pequeñas ganaderías de encastes minoritarios, precisamente las principales depositarias de las enormes singularidades genéticas de la subespecie Bos primigenius taurus.

El resultado es, infeliz pero previsiblemente, bien elocuente: sin corridas de toros ni espectáculos públicos taurinos no hay toro de lidia, y sin toro de lidia desaparecería el más modélico uso de la dehesa, ecosistema autóctono, ejemplo de equilibrio sostenido y modélico, maquinaria biológica perfecta de la península ibérica.

El agro y la economía

Desde el (necesariamente siempre) exigido respeto a todas la posiciones respecto a algo, decíamos, tan controvertido, tan poliédrico como las corridas de toros, creo que en muchas, en muchísimas ocasiones, especialmente desde ámbitos urbanos, posiciones contrarias a las mismas no tienen suficientemente en cuenta las implicaciones que la prohibición de la fiesta de los toros tendría para entornos, como el rural, tan vivos pero tan amenazados. Cada vez son menos las actividades económicas rurales con capacidad de fijar población al territorio, principal antídoto frente al fenómeno denominado, normalmente desde foros urbanos, la España vaciada. Una de esas actividades es el uso de las dehesas por la forma más sostenible de ganadería extensiva: las ganaderías de bravo. Eso hace del toro de lidia un auténtico agente medioambiental, el guardián de la dehesa.

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