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Opinión

Las coordenadas de la decencia

Pablo Echenique.

Que la retórica excluyente no es patrimonio exclusivo del nacionalismo lo aprendimos con el dóberman del PSOE. El trazado de la línea inquebrantable con el otro por el mero hecho de que no es de los tuyos, desgraciadamente, es la pauta sobre la que se escribe la política española desde hace bastante. Últimamente se adivinan en el horizonte algunos cordones sanitarios en nombre de la decencia cuyo precio para nuestro debate público acabará resultando impagable. El caso catalán, que discute en esencia la catalanidad de parte de la ciudadanía -el nacionalismo vasco prepara Estatutos con distinciones igual de peligrosas- es quizás el más imperioso. Pero tenemos ejemplos diarios de ello que van camino de generalizarse.

El último lo ha ofrecido el secretario de organización de Podemos, Pablo Echenique, cuando valoraba el resultado de las primarias del PP. Con la valoración de los cambios -ya sean terremotos, ya sean puntos y aparte en los partidos que a uno le quedan a la derecha, sucede en España algo curioso, valga el apunte, y es que opinadores y políticos destacan la “derechización” de un partido al que jamás situarían en el centro. De pronto, escuchando y leyendo, parecería como si la socialdemocracia del partido que ha gobernado España los últimos años fuese algo consensuado más allá del liberalismo más estricto. Pero supongamos que existe aún cierta tendencia a aproximarse con honestidad a la realidad del adversario. Echenique aseveró que en España existen tres partidos de extrema derecha. Tres Salvinis. En Italia existe uno y despierta preocupación en Europa al tiempo que marca la agenda de otros países miembros. En España, según el tercer partido, hay tres.

Hablar de extrema derecha en España y no mencionar a Joaquim Torra es como hablar de corrupción y no mencionar la Gürtel"

Lo peor del dislate es tratar de comprender por qué se produce este caso de dóberman magnificado. Alguien que pronuncia tal exageración sólo puede hacerlo porque necesita hacer más confortable su discrepancia y su negativa a alcanzar cualquier acuerdo. Si los demás son más malos, yo soy forzosamente más bueno o al menos uno más motivos para que mi maldad sea mitigada. Que esa tesis gane adeptos y se generalice tiene mucho que ver con quienes, sabiendo que se trata de una infamia, se niegan a señalarla porque los damnificados por la marca impuesta de la extrema derecha no son de los suyos. Sucede que, si alguien cree verdaderamente que en España existen tres partidos de extrema derecha, el conjunto de los españoles vamos a tener un grave problema de percepción cuando realmente exista uno con opciones de imponer su agenda. La sempiterna aberración de banalizar el mal, de desdibujarlo hasta hacerlo irreconocible.

No descarto que le haya sucedido al propio Echenique, porque hablar de extrema derecha en España y no mencionar a Joaquim Torra es como hablar de corrupción y no mencionar la Gürtel -esto último sí que lo hacen en Podemos-. Por cosas como esta, ignorar el verdadero daño porque procede de alguien que no es tan ‘otro’ como los que a uno le interesa señalar. Las críticas a la famosa equidistancia con el nacionalismo no lo son tanto por la posición que se ocupa desde esa presunta tercera vía, sino por la posición en que sitúan a lo que es verdaderamente alarmante. Si los líderes de Podemos y de gran parte de la izquierda española no tuvieran asumida la premisa de que las tintas hay que cargarlas sobre todo con la derecha, el lugar que le correspondería a Torra, Bildu o incluso al nacionalismo vasco sería exactamente el que toca. Sin concesiones ni aproximaciones condescendientes. A las cosas, hay que llamarlas por su nombre. Y en España no hay tres partidos de extrema derecha por más que a algunos les apetezca desplazar las coordenadas del tablero político, de la lógica y de la decencia.

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