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Opinión

Convivencia entre indiferentes

No somos los vascos una sociedad enferma. Sencillamente, lo inaceptable se ha convertido en una parte esencial de lo que somos

La censura de la izquierda
El cantante C Tangana en el Wizink Center EFE

Fue 2019 el último año en el que se celebraron con normalidad las fiestas de Bilbao. Después vinieron dos años de restricciones, primero por la pandemia y después por una inercia prohibicionista que aún hoy nos obliga a llevar la mascarilla en el transporte público; ya se sabe, el símbolo que nos recuerda que la enfermedad sigue entre nosotros.

Aquella Semana Grande fue muy parecida a la de cualquier otro año. Las comparsas de siempre decoraron sus casetas con fotos de etarras, hubo varias comidas de solidaridad con los familiares de los presos y las calles amanecían todos los días con los carteles tradicionales de las fiestas: el habitual “Os queremos” dedicado a los “presos políticos de Bilbao”, alguno con el hacha y la serpiente o un nada ambiguo “Luchar es legítimo, amnistía total”. La gente bebió como todos los años, bailó como todos los años y fue a conciertos como todos los años, porque lo importante en esta época es pasarlo bien y no fijarse en pequeñeces.

La normalidad fue la nota dominante durante toda la semana, pero estuvo a punto de ser rota por un acto cultural inaceptable para los elevados estándares morales de los bilbaínos. Afortunadamente hay justos entre nosotros, y 15.000 personas firmaron en Change.org, la herramienta que mejor define la filosofía del 15-M, para que el Ayuntamiento prohibiera el concierto de C. Tangana. “Por sus letras machistas y patriarcales y despectivas para las mujeres no queremos que el ayuntamiento le contrate para la Aste Nagusia”, decía la petición. El texto incluía frases sueltas de algunas de sus letras, pero había otro elemento esencial: una foto del cantante vestido con un chándal blanco en el que destacaba una gran franja con la bandera de España. Aquí ya nos conocemos todos, y sabemos cuáles son las piezas que hay que tocar para canalizar la indignación popular. 

"La cultura de la violación"

Elkarrekin Podemos fue aún más lejos y relacionó sin tapujos las letras del madrileño con “la cultura de la violación”. También esto es la normalidad: políticos, periodistas y activistas pueden hacer este tipo de vinculaciones sin fundamento entre un artista, sus letras y crímenes horribles, y no sólo no se les pasa la factura sino que el que queda marcado es el artista. 

El Ayuntamiento, como era previsible, se fundió con todas esas muestras de elevada sensibilidad social y sacó a C. Tangana de la lista de conciertos. Su Ta Gar, también de manera previsible, pudo dar el suyo sin problemas, porque la letra de la combativa canción ‘Jo Ta Ke’ -Sin tregua y duro contra el enemigo, llegará la hora de la verdad, tendrán que pagar lo que han hecho- no atenta contra nuestros principios morales básicos.

Dos años después, a pesar de la propaganda del Gobierno, seguimos siendo lo mismo. Hace pocos días pasaba por el recinto festivo y desde el autobús pude ver el lateral de una de las casetas. Un enorme ‘Free Them All’, con la tipografía de la campaña de la izquierda abertzale por la amnistía, presidía esa parte del Arenal. En el otro lateral de la caseta, un mensaje complementario: ‘No a las agresiones sexistas’, con un inequívoco puño como símbolo de la respuesta que se podrá encontrar cualquier persona a la que se pueda relacionar con la cultura del sexismo, del machismo o de la violación.

La convivencia entre diferentes significa aceptar como algo normal el hacha y la serpiente, las fotos de asesinos y la petición de amnistía para los etarras en el recinto festivo

Los “pasos en la convivencia” y los “puentes entre diferentes” nos han llevado hasta aquí. No es un lugar muy distinto al de hace diez años. No hay día de esta semana en el que no se celebre la cultura del asesinato. La convivencia entre diferentes significa aceptar como algo normal el hacha y la serpiente, las fotos de asesinos y la petición de amnistía para los etarras en el recinto festivo mientras las instituciones celebran que los presos y la izquierda abertzale ha aprendido que aquello “estuvo mal”.   

Durante años se ha usado -muchas veces con brocha gorda- la expresión sociedad enferma para referirse a lo que somos, lo que hacemos y lo que permitimos todos los días. Como en toda hipérbole, el principal defecto de esta expresión no es la incomodidad que genera, sino la imprecisión. No somos una sociedad enferma. No sufrimos patologías o configuraciones genéticas distintas a las de los extremeños, los asturianos o los andaluces. Sencillamente, lo inaceptable se ha convertido en una parte esencial de lo que somos. 

Cuando preguntas por qué no exigen que desaparezcan de un espacio público del que son responsables, la respuesta es siempre la misma: disfruta, no hay que politizar las fiestas

Tampoco somos una sociedad aletargada. Las fiestas de Bilbao son un catálogo de causas, protestas y denuncias públicas de injusticias de lo más diverso. La coordinadora de comparsas ha protestado por el machismo, por las crisis de refugiados o por la presencia policial en las calles. Hay comparsas contra el militarismo, contra el sexismo, contra la criminalización de los etarras. Hay comparsas de sindicatos y de partidos políticos, pero cuando preguntas a alguien por qué toleran fotos de asesinos y un enorme cartel para pedir su liberación inmediata, por qué no exigen que desaparezcan de un espacio público del que son responsables, la respuesta es siempre la misma: disfruta, no hay que politizar las fiestas.

Gara, el periódico abertzale, resumía a la perfección esta condición nuestra en su editorial del domingo. “Unas fiestas que reflejan cómo somos y debieran ayudar a lo que queremos ser”. Así seguiremos, porque no hace falta que toda la sociedad se implique en esta perpetua exhibición de la basura. Basta con que los 15.000 indiferentes sigan disfrutando cada año, cada día, en este marco incomparable. 

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  • F
    Fran2

    La cultura del asesinato y asesinos es obscena y no me detengo.

    De eso se trata de convivir, pero con peaje

    Mi jubilación es inferior a la de allí, mis transportes me cuestan más y así….

    Sustentado todo ello, con la hucha común, a unos se les da más que suelen ser los que más tienen, a otros se les da menos que suelen ser los que menos tienen y así….

    ¿Es por la frontera?, más arriba, más abajo, me la refanfinfla. Es por justicia social.

    La gente que conozco de allí, son gente seria y de fiar.