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Opinión

La última Navidad

La última Navidad

¿Quién podría haber imaginado al tomar las uvas el 31 de diciembre de 2015 que Trump sería nominado seis meses después como candidato por el Partido Republicano y en noviembre elegido presidente de los Estados Unidos, o que el Leicester ganaría la Premier League en Inglaterra esa temporada? ¿O en Nochevieja de 2017 que cinco meses después ni Rajoy sería presidente del Gobierno ni Cristina Cifuentes Presidenta de la Comunidad de Madrid? ¿O a medianoche del último día de 2018 que Albert Rivera no se comería el turrón en 2019 como líder de Ciudadanos? El futuro es, por definición, impredecible, y cada año depara un buen número de sorpresas agradables, desagradables o mediopensionistas. Pero si alguien nos hubiera dicho mientras tomábamos las uvas hace algo menos de once meses que durante 2020 pasaríamos dos meses sin salir de casa, que se suspenderían los Juegos Olímpicos, que los bares y restaurantes estarían cerrados varios meses y repetidamente en varias regiones, que la Liga se jugaría sin público, o que la fase final de la Champions League se jugaría en agosto en Lisboa, la mayoría le habríamos mirado como a un marciano, y los más atrevidos le habrían pedido el teléfono de su “camello”.

Decía antes que el futuro es impredecible por definición. Y sin embargo, sabemos algunas cosas con casi total certeza. Por ejemplo, sabemos que Cristiano Ronaldo seguirá marcando goles hasta que decida retirarse, o que Rafael Nadal ganará Roland Garros “hasta los 65 años”, como dijo el pobre Nicolás Almagro mientras era vapuleado por el mallorquín en cuartos de final del torneo parisino en su edición de 2008. Y, por suerte o por desgracia, también sabemos que, al menos hasta la fecha y con seguridad durante un futuro cercano, el ser humano es mortal.

Cada día de enero, cada año de nuestra historia reciente, fallecen en España 500 personas más que cualquier día normal de verano. Y no es noticia, porque “siempre ha sido así”

En 2018 y 2019 fallecieron en España alrededor de 420.000 personas cada año. Es decir, unas 35.000 personas al mes, cerca de 1.200 al día. Un dato que poca gente conoce es que un mes de enero “normal” mueren en España más de 45.000 personas (1500 diarias), y en junio o septiembre poco más de 30.000. Cada día de enero, cada año de nuestra historia reciente, fallecen en España 500 personas más que cualquier día normal de verano. Y no es noticia, porque “siempre ha sido así”, y porque los sistemas sanitarios y mortuorios están dimensionados para que esas puntas de carga no generen problemas sociales relevantes.

Este 2020 será “especial” en esto también. Probablemente habrá fallecido cuando termine el año una cantidad más próxima las 500.000 personas que a las 400.000 de los años anteriores. Evidentemente, el gran causante será la covid, aunque no todas las muertes serán atribuibles al propio mal: la falta de tratamiento de algunas enfermedades por el colapso sanitario de primavera o por el temor de las personas a acudir a los hospitales, o el diagnóstico tardío de otras, darán como consecuencia un incremento de la mortalidad cuyo probable causante sea la covid, pese a que miles de los fallecidos no se habrán infectado nunca con el virus.

En España hay más de medio millón de personas mayores de 90 años. Y otros 2,3 millones mayores de 80 y menores de 90.

Posibilidades intermedias

Cada año 'normal', fallecen en España más de 100.000 personas mayores de 90 años, y más de 150.000 octogenarios. En total, los mayores de 80 años representan más del 60% de los fallecidos un año cualquieraPor lo tanto, para al menos 400.000 españoles, casi uno de cada cien, la Navidad de 2020 será la última de sus vidas, con absoluta seguridad. También lo será para uno de cada 15 octogenarios, y para uno de cada cinco mayores de 90 años.

Por ello pido a las autoridades que reflexionen con calma, pero con prisa, las normas que van a aplicar durante las fiestas navideñas de 2020. Que tengan en cuenta que muchas familias llevan mucho tiempo separadas. Que muchos ancianos llevan meses en soledad casi absoluta. Que entre unas navidades 'normales', y unas fiestas semiconfinados y con reuniones máximas de seis personas no convivientes, como acaba de proponer el Gobierno, hay multitud de posibles puntos intermedios.

La misión de las autoridades no es ni debe ser intentar salvar todas y cada una de las vidas. No lo hace prohibiendo el transporte o el trabajo para evitar accidentes, ni lo hace confinándonos durante los meses de gripe los años normales para evitar los contagios. Y es lógico y positivo que así sea, pues intentar evitar todos y cada uno de esos fallecimientos acabaría provocando efectos colaterales indeseados que probablemente causarían muchos más decesos. La covid es una enfermedad muy particular, como ya he comentado en este medio en ocasiones anteriores, por la gran sobrecarga hospitalaria que genera. Y así como no debe ser en mi opinión misión de las autoridades “salvar” a todas las víctimas del coronavirus, sí lo es evitar el potencial colapso sanitario y hospitalario que causaría dejar campar el virus a sus anchas durante tres semanas.

Por ello, deben pensar fórmulas imaginativas que permitan el disfrute por los ciudadanos de una Navidad lo más familiar posible, sin tomar riesgos que pudieran desencadenar una tercera ola. Me atrevo a continuación a proponer algunas posibles medidas:

Medidas de seguridad pasiva

  • Eliminación de la actual limitación de reuniones a un máximo de seis no convivientes solamente durante Nochebuena, Navidad y Nochevieja, o ampliación de la misma a un máximo de 12, 15 ó 20 personas.

  • Supresión del toque de queda las madrugadas del 25 de diciembre y 1 de enero. O al menos aplazamiento del inicio del mismo hasta las 2 de la madrugada. Considero más efectivo en términos de evitar contagios aplazar el inicio del toque de queda esas noches hasta las 2 o las 2.30 de la madrugada, o incluso eliminarlo, que mantenerlo en las 12 o retrasarlo hasta la 1 solamente; hacerlo así puede provocar que muchas personas, en vez de regresar a sus casas tras la cena y el brindis, decidan pasar el resto de la madrugada en la casa en la que celebren la cena.

  • Campaña de información sobre los riesgos durante esas celebraciones: recordar la importancia de mantener las ventanas abiertas, de guardar distancias en la medida de lo posible, de la higiene o incluso del uso de la mascarilla antes y después de la cena

  • Recomendación de reducir los grupos lo más posible, independientemente de lo que permita la ley esos días. Llamada a la responsabilidad ciudadana

Medias de seguridad activa

  • Puesta a disposición de los ciudadanos de manera masiva, en las farmacias, de test rápidos de antígenos, y recomendación de efectuar esos test los días previos a las celebraciones de Nochebuena, Navidad y Nochevieja, especialmente si van a participar en esas celebraciones personas de riesgo, así como los días inmediatamente posteriores. De esa manera se detectarían muchos presintomáticos y asintomáticos los días antes, evitando las transmisiones en un buen número de casos, y los días inmediatamente posteriores, permitiendo la detección e interrupción rápida de los contagios que pudieran haber ocurrido durante las fiestas.

  • Puesta a disposición de los ciudadanos de mascarillas FFP2 gratuitas para esos encuentros

Vivir es un ejercicio peligroso. Cada día, cada uno de nosotros, asume ciertos riesgos: trabajando, conduciendo, haciendo deporte. Si hoy está permitido que cenen en un restaurante cerrado seis personas no convivientes, en el mismo local en que hay 30 desconocidos, no parece muy razonable que no puedan encontrarse en casa para dos ó tres comidas muchas familias que llevan separadas muchos meses. Creo que algo de capacidad de decisión deberían tener los propios ciudadanos, aunque fuera tres días, aunque fuera dentro de unos límites definidos.

Las autoridades tienen una patata caliente. Esperemos que no opten por la salida más fácil, con la excusa de velar por la salud de aquellos a los que pueden privar de su última Navidad. Que con casi total certeza son más que aquellos cuyas vidas se ha llevado y se va a llevar la covid-19.

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