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Opinión

No compre a los judíos

Imagen de archivo.

El separatismo se queja si se le tilda de nazi, pero cada vez copia más cosas de esa ideología. A las marchas con antorchas, la mixtificación histórica o el supremacismo acaban de añadir otro elemento: el boicot comercial a quienes no piensan como ellos.

Ahora lo llaman “Consumo Estratégico”

Son los reyes del eufemismo y cualquier triquiñuela semántica es buena si con ella enmascaran su ideario totalitario y excluyente. Lo último: una iniciativa de la ANC que, bajo el nombre de Consumo Estratégico, pretende ofrecer a la militancia estelada una lista de comercios y empresas de los suyos. Aunque se empeñan en decir que eso no es un boicot, es más que evidente que, cuando primas a determinadas marcas en detrimento de otras, lo que haces es un boicot, ni más ni menos. Eso sí, los gacetilleros separatistas lo visten con frases tan rimbombantes como “Queremos fomentar los negocios alejados de las decisiones que perjudican a Cataluña como el IBEX-35, el BOE o el Palco del Bernabéu”. Ni una palabra de las tres mil empresas que se han tenido que marchar de esta tierra por su culpa, empresas que, en su mayoría, ni saben de palcos ni de IBEX ni de niños muertos. Tampoco mencionan el tremendo perjuicio causado en los pequeños industriales, en el pequeño botiguer, en los profesionales, que, sin posibilidad de emigrar económicamente, han visto reducidos drásticamente sus ingresos por culpa del proceso y sus consecuencias. ¡Y pensar que Artur Mas definía a su gobierno como Business Friendly!

El imaginario separatista siempre es tendencioso, pero en el terreno económico raya la esquizofrenia. La república catalana, esa Dinamarca del sur de Europa a la que todo el mundo empresarial iba a darse de bofetadas por estar, se ha revelado como un colosal fracaso, un bluf enorme que, recordémoslo, tuvo con Oriol Junqueras como artífice desde su responsabilidad como Conseller de Economía. El líder encarcelado de Esquerra podrá saber mucho de historia, pero de economía está a dos velas, y a las pruebas nos remitimos. Sin la menor previsión, sin tener un plan B y desde la arrogancia y el orgullo del bobo– decían con olímpico desprecio que las empresas que se iban ya volverían y, si no lo hacían, mejor, porque eran unas traidoras – los resultados se están empezando a ver.

El imaginario separatista siempre es tendencioso, pero en el terreno económico raya la esquizofrenia

Lejos de enmendarse, la ANC pone un granito de arena más en esa pirámide de soberbia que es este despropósito. Creen que vender camisetas o llaveros es lo mismo que llevar las finanzas de una comunidad como es Cataluña. Su amateurismo, su mentalidad pueblerina en el peor sentido del término, sus ganas de salirse con la suya, aunque sea arruinando a toda una sociedad, pueden más que un mínimo de sentido común.

La trampa se deshace como azucarillo en un vaso de agua al decir – aunque se contradigan, ¿qué más da? – que “fomentaremos el negocio de sociedades que no se hayan posicionado en contra del proceso”. Se van a quedar en tres.

Sus excusas de mal pagador, que solo quieren disfrazar el inequívoco tufo totalitario de la iniciativa, quedan desacreditadas por los hechos. Desde el pasado mes de marzo se están empezando a elaborar dichas listas, eso sí, con sumo sigilo y discreción, todo ello bajo la atenta mirada del secretariado nacional de la ANC que escruta los nombres para evitar que se les cuele algún pérfido empresario constitucionalista. Fuentes de la misma Asamblea, en desacuerdo con una medida tan desacertada, nos dicen que hay empresarios – pequeños, locales, con poca facturación – que están deseando aparecer en los listados para ver así incrementados sus ingresos, en contra de una competencia a la que no pueden hacer frente por sus propios méritos. “Hay quien ya se está frotando las manos pensando que se va a hinchar a vender sus embutidos por ponerles un estelada en la etiqueta”, nos confesaba un veterano dirigente separatista que está desengañado con la estupidez y la falta de ética que se vive en las entidades adictas al procesismo. Eso es algo parecido a la schadenfreude alemana, la mezquindad del usurero bilioso, del incompetente, del resentido. También nos confirmaban dichas fuentes de la ANC que algunos empresarios que han apoyado siempre a Convergencia se muestran optimistas ante lo que denominan “una nueva ventana de oportunidad”. “Primero, que compren a los de casa”, dice, orondos y vanidosos como un pavo real. Otro ejemplo de estupidez en un mercado globalizado y, ya que hablamos de ello, de esa mentalidad proto fascista que tienen los que entienden que, si en casa se cena, da igual que el resto pase hambre.

¿Por qué tipo de empresas van a empezar?

Eso ha sido motivo de numerosas discusiones porque, quién más quién menos, tiene su chiringuito montado y, lógicamente, considera que lo suyo debería ser prioritario. Nos recuerda a aquel lince propietario de una compañía telefónica que tuiteó en la Diada a los manifestantes que se apuntasen a contratar sus servicios. Eso de hermanar patria y cartera es muy propio del nacionalismo catalán. Para sintetizar, las primeras empresas “buenas” pertenecerán al sector de la electricidad, gas, telefonía y telecomunicaciones – ¡hombre, ya salió el de los tuits de la Diada! -, bancario, seguros, petroleras y grandes superficies. Algunos han sido siempre harto queridos por el nacionalismo, recuérdese aquel PetroCat que empezó Prenafeta o Banca Catalana, y muchas otras que acabaron fatal no por culpa de la malvada España, sino por la pésima gestión de sus responsables, cuando no a causa de lo que se denomina piadosamente contabilidad creativa.

No contentos con señalar a donde tiene que ir a comprar o a contratar servicios el buen catalán, cargándose la libertad de comercio de un solo plumazo, la ANC tiene en estudio, como segunda fase, incluir en ese listado de buenos y malos a organizaciones sindicales y patronales. Es decir, no dejes que te representen sindicatos españolistas y no pagues una cuota a los que nos roban desde sórdidos despachos en Madrid. Volem lladres Catalans!, queremos ladrones catalanes, que decía el clásico.

El separatismo, a pesar de haber disfrutado de una inacción suicida por parte de los principales agentes económicos, jamás ha tenido el apoyo de los que mueven el dinero

A ningún espectador lúcido puede escapársele que todo esto no es más que otro intento de intentar controlar los flecos que el separatismo no tiene bajo su férula. Si las compañías eléctricas o del gas hubieran sido tan sumisas como la del agua, AGBAR, las cosas podrían haber sido distintas. Pero el separatismo, a pesar de haber disfrutado de una inacción suicida por parte de los principales agentes económicos del país, jamás ha tenido el apoyo de los que mueven el dinero, sean grandes o medianos. Y eso les escuece profundamente.

Lo de las patronales y sindicatos ya son otros Garcías, porque en materia sindical ahí tienen ustedes el acto organizado en favor de los presos en CCOO de esta semana pasada, al que acudieron cuatro gatos, por cierto, pero que demuestra que la cúpula de esta organización – y la de la UGT, no lo olvidemos – están sometidas al seguidismo más abyecto respecto a los de los lazos amarillos. Listas de buenos y malos empresarios, comercios, sindicalistas. Listas que excluyen y condenan al ostracismo a la disidencia. Listas que, en definitiva, nos dan un ejemplo más de la fractura que se vive en Cataluña, fractura ocasionada por los separatistas que, si somos coherentes, son separadores, prefiriendo un quiosco sucio y destartalado que luzca la estelada a unos grandes almacenes sin más bandera que la de ofrecer un buen servicio.

A ellos les da igual, porque cobran cada mes de sus cargos, sus prebendas, su subvenciones. Igualito que las SA de Hitler, que podían pasarse el día entero delante de una tienda judía prohibiendo el acceso a sus clientes, amenazándoles, intimidando a los propietarios. Les pagaba el partido. Heil Cataluña.

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