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Opinión

Reflexiones post 10-N: cómo frenar a Vox

Santiago Abascal en la noche electoral

Ya conocemos los resultados electorales del 10-N, y el preacuerdo de gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos. Pero adentrémonos en un análisis somero de lo que pasó ese día, y qué lecciones deberíamos extraer. Por bloques ideológicos el resultado ha sido idéntico al 28-A, pero con un terremoto dentro de las derechas, la desaparición de Cs en favor de Vox y, en menor medida, del PP. En el bloque de izquierdas el partido de Errejón, cuyos resultados electorales han sido insignificantes, ha evitado que PSOE y UP obtuvieran, exacta y miméticamente, el mismo número de escaños que disponían en abril. Sánchez, a pesar de lo que le susurraban al oído, no ha recibido voto alguno ni de UP ni de Ciudadanos. Suben, por el contrario, el número de escaños de los nacionalistas y de los independentistas.

Los grandes triunfadores, por lo tanto, han sido Vox, que encarna el nacionalismo español extremo, ese que estaba olvidado, y los nacionalistas periféricos. Los independentistas catalanes han obtenido el mejor resultado de su historia en unas elecciones generales, suman casi el 45% de votos. Y en el País Vasco, ante el exabrupto de algunos de querer ilegalizar el PNV, ha supuesto que tanto éste partido como EH Bildu hayan arrasado en dicha Comunidad, consiguiendo ambos sus mejores datos electorales de la historia reciente. Acción-reacción.

Ante este panorama, ¿quién destensará la cuerda tensada en que se ha convertido la política española? Si nadie lo hace, se corre un riesgo, que ésta se acabe rompiendo definitivamente. Pensemos además que se aproximan nubarrones de crisis económica sistémica global. Históricamente el nacionalismo fue usado por quienes desde arriba no quieren ceder ni una cuota de lo que han amasado, con la inestimable ayuda de los gobiernos de turno.

El legado de Roosevelt

Vox ha captado no solo el respaldo electoral de una derecha ultranacionalista y conservadora, que siempre ha estado bajo el cobijo del PP. También ha “capturado” mucho voto de clases medias y populares descontentas con su situación económica, social, familiar y también con lo que ante sus ojos transmite el desorden catalán. Todo ello aderezado con un mensaje muy inquietante, culpabilizar de su situación económica, especialmente de sus vástagos, a los más débiles y pobres, sobretodo los emigrantes.

Sí, lo sé, eso se llama xenofobia. Si hay algo que personalmente me repugna es el odio de cierta clase media al avance y mejora de los más débiles. Más aún cuando la explicación es la opuesta. La política económica ortodoxa implementada en los últimos años, bajo el corsé de la Unión Europea, es el origen de una profunda crisis política, económica y social que atraviesa el viejo continente, otrora modelo de libertad, prosperidad y fraternidad, y muy especialmente nuestro país. Además, las propuestas económicas de Vox, profundamente distópicas y neo-feudales, en realidad agudizarían esa situación. Resulta incomprensible que no se haya hecho hincapié en denunciar las propuestas en materia económica de Vox, que simple y llanamente son doble taza de lo que ya hay.

Pero no podemos desdeñar a quienes han votado a Vox. Los movimientos reaccionarios interpelan a gente que ha trabajado y ha seguido las normas con horizontes de vida quebrados. Por lo tanto, ante el ascenso de Vox no podemos el resto de demócratas quedarnos mirándonos el ombligo, ni soltar exabruptos. Hay que atacar las causas reales, la profunda decadencia del actual sistema de gobernanza, que está finiquitado. Hay una crisis de valores, que solo trae inseguridad y miedo a la mayoría de los ciudadanos. Pero para ello hay que ser claro, y decirles a los de arriba, a los que gobiernan entre bambalinas, que o asumen que el sistema actual hay que reformarlo, acabando con las actuales políticas económicas distópicas, o serán los principales responsables de futuras algaradas. Por eso, ante esas élites demando el legado del que fuera el primer ministro más relevante del Reino Unido, Clement Astlee; y exijo volver a las reglas de juego establecidas por el presidente más carismático de la historia de los Estados Unidos, Frank Delano Roosevelt. Ante esas élites, en definitiva, reclamo revertir el sistema de gobernanza que se impuso desde finales de los 70.

Un modelo agotado

Si hay un lugar donde el sistema de gobernanza actual está más que finiquitado es en la Unión Europa. O los burócratas de Bruselas, y el mismo Banco Central Europeo, empiezan a entender que el modelo de crecimiento europeo de los últimos años se ha agotado, o el mero intento de mantenerlo generará ciudadanos todavía más cabreados, pasto ideal para Vox.

Los dos ejes de la política económica ortodoxa europea hacen aguas. Ni la oferta domina la economía, ni la inflación ha sido un peligro real e inminente. Por eso el modelo de crecimiento basado en una política monetaria acomodaticia, y en los superávits de exportación frente al resto del mundo, tanto de Alemania como del resto de exportadores del norte, sustentado en una cadena de producción ubicada en aquellos países de la UE de salarios bajos, se ha agotado. Este modelo se basaba además en la inhibición del consumo privado, la austeridad fiscal y la contención salarial, lo que a su vez empobrecía a las grandes economías de consumo como Francia, España e Italia.

La firme voluntad de Pekín para ascender en la cadena de valor lo más rápido posible en el tiempo, y de reducir el porcentaje de sus exportaciones sobre PIB, supone la fecha de caducidad del Mitteslstand exportador alemán. Se acabó, game over. Es necesario dar paso, como reclamaba el propio Mario Draghi, a las políticas fiscales y a nuevas ideas como la Teoría Monetaria Moderna (TMM), usando como instrumentos un New Deal Verde pan-europeo 'a la Bernie Sanders', y la herramienta del Trabajo Garantizado.

Si no se hace nada de ello, cabe otra interpretación cínica sobre el ascenso de Vox y el papel de las élites, viendo sobre todo la actitud de genuflexión de los medios de comunicación patrios, donde no cabe una opinión alternativa a un falso consenso agotado. Bajo esa interpretación, desde un punto de vista político, el neoliberalismo estaría evolucionado desde una visión cínica de la democracia, el totalitarismo invertido, hacia una deriva autoritaria, un nuevo fascismo. Es la reacción de las élites ante lo que ellos consideran desorden e inestabilidad social, y que solo pretende el mantenimiento de su statu-quo. Creen que desde un sistema represivo autoritario mantendrán intacto sus riquezas. Vox lo encarna a la perfección. Esperemos que sea exactamente lo contrario, la desaparición definitiva del actual sistema de gobernanza, y la vuelta a un sistema económico y político inclusivo, auténticamente democrático. La alternativa, el caos y el desorden.

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