Durante la legislatura pasada, los eurodiputados españoles —al menos los que creemos que las normas están para cumplirse y deben ser iguales para todos— nos sonrojábamos un poco cada vez que bajábamos a la cantina del Parlamento Europeo y nos encontrábamos a Puigdemont y Comín comiendo y riendo, con su acreditación de diputados colgando del cuello. En ese grupo de los avergonzados, al principio, también estaban los diputados del PSOE, pero a medida que fueron necesitando sus votos, la vergüenza empezó a transformarse en compadreo.
La historia de por qué estos dos señores representaban en la Eurocámara al país cuyos fondos malversaron y cuyo orden constitucional atacaron sin haber pisado España desde entonces es larga, pero al menos acaba bien. Después de mucho esfuerzo y litigio, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea nos dio la razón. Confirmó que Puigdemont, Ponsatí, Comín y Soler no cumplieron los requisitos exigidos por la ley electoral española tras las elecciones europeas de 2019 para ser eurodiputados. Al no acatar la Constitución en España, no tenían derecho a su acta, como bien entendió desde el principio el entonces presidente del Parlamento, Antonio Tajani, y después corrigió -en claro fraude de ley- su sucesor, el socialista italiano David Sassoli.
En aquel momento, nos habríamos ahorrado mucho esfuerzo y mucha vergüenza si España hubiese recurrido la decisión de Sassoli. Pero claro, para entonces Sánchez ya reformaba el Código Penal a gusto de los fugados y cocinaba una amnistía que aún calificaba como inconstitucional hasta que necesitó los siete votos del "eurodiputado" Puigdemont. No movieron ni un músculo en defensa de la ley española y europea.
La justicia europea habló alto y claro: nunca debieron haber ocupado un escaño en la casa de todos los europeos. Pues no se puede representar a España en Europa sin haber jurado la Constitución Española frente a la Junta Electoral Central en Madrid, como el resto de diputados españoles
De esta manera, el trabajo que tenía que haber hecho el Gobierno lo tuvimos que hacer los demás. La Comisión de Asuntos Jurídicos del Parlamento Europeo, que en aquel momento tenía el honor de presidir, hizo valer su criterio frente a la presidenta del Parlamento que reemplazó a Sassoli, Roberta Metsola, quien en todo momento se puso del lado de la ley electoral española y del derecho europeo. Este realineamiento del Parlamento Europeo con la Junta Electoral Central obligó a los fugados a recurrir al TJUE y a estrellarse con la realidad en forma de desestimación de sus pretensiones. La justicia europea habló alto y claro: nunca debieron haber ocupado un escaño en la casa de todos los europeos. Pues no se puede representar a España en Europa sin haber jurado la Constitución Española frente a la Junta Electoral Central en Madrid, como el resto de diputados españoles.
Aun así, en el Parlamento Europeo teníamos que ir mas allá y asegurarnos de que fugados de la justicia o individuos que se nieguen a acatar las leyes electorales nacionales no pudieran volver a recoger sus actas. Y, desde las elecciones de 2024, se exige a todos los Estados Miembros que comuniquen quiénes han cumplido sus deberes nacionales como condición para darles el acta de eurodiputado.
Europa no admite fugados, pero que, en vez de renunciar y dejar que corra la lista, ha decidido hacer como los niños pequeños cuando van perdiendo el partido: irse a casa robando el balón de todos
Cuando llegaron las últimas elecciones europeas, Puigdemont, siendo conocedor de esta decisión, tuvo que hacer de tripas corazón y presentarse a las elecciones catalanas en vez de a las europeas. Como se sabe, en España actúa de ministro sin cartera y se le permite todo. En Europa, no.
Por si quedaban dudas, esta semana el Parlamento Europeo ha ratificado en pleno el acta de verificación de credenciales con 60 diputados españoles, cuando nos corresponden 61. El que falta es Comín, que ya sabe que Europa no admite fugados, pero que, en vez de renunciar y dejar que corra la lista, ha decidido hacer como los niños pequeños cuando van perdiendo el partido: irse a casa robando el balón de todos. Nos debe un escaño. No estaría mal que se personase delante de un juez para devolvérnoslo a todos los españoles.