Opinión

Cincuenta millones

El Museo del Prado obtuvo un 6,20% más de visitas.

Cincuenta millones de personas en todo el planeta vieron –vimos–, en la mañana del 1 de enero, el maravilloso concierto de Año Nuevo, en el que el alemán Christian Thielemann dirigió a la Filarmónica de Viena, una de las tres o cuatro mejores orquestas del mundo, desde la Sala Dorada del Musikverein vienés. La habitual selección de piezas festivas y sonrientes de los Strauss y de sus brillantes compinches se vio, en esta ocasión, engalanada por un emotivo homenaje al inmenso compositor austriaco Anton Bruckner, de cuyo nacimiento se cumplirán dos siglos en septiembre. Nadia Calviño, nueva presidenta del Banco Europeo de Inversiones, ocupaba una de las sillas del patio de butacas, lo cual tiene su mérito porque esas localidades son caras (hasta 1.200 euros) y se otorgan por sorteo entre quienes se han apuntado paran obtenerlas.

50 millones de personas es mucha gente. En España, la audiencia que logró TVE fue la más alta de los últimos siete años: casi 1,7 millones de espectadores disfrutaron de la música… y de los chascarrillos del comentarista Martín Llade, que a mí no me hacen maldita la gracia pero mejor me callo porque está claro que a la inmensa mayoría de la gente sí, con lo cual está claro que el cenizo soy yo.

¿Por qué les cuento esto? Pues por una sola razón: es una buena noticia, un soplo de vida para un mundo horrorizado por lo que está pasando en Tierra Santa y angustiado por los bombardeos de Putin sobre Ucrania, entre cien cosas más. La gente necesita sonreír, necesita música y optimismo. Cincuenta millones de personas hemos obtenido todo eso, al menos durante un par de horas, gracias a los geniales músicos vieneses. Eso es muy importante.

Administrarle una soberana paliza a Djokovic significa que pierdes el primer set por 4-6 pero luego ganas los dos siguientes por 6-4: más no se puede hacer con esa fiera

¿Hay más motivos para la sonrisa? Pues eso allá cada cual, pero yo creo que sí. Cuando escribo esto, Rafa Nadal acaba de desollar vivo (tenísticamente hablando) a un australiano ignoto en el torneo de Brisbane, uno de los primeros del año. La víctima se llama (esperen que lo miro) Jason Kubler. Es la segunda victoria consecutiva de Rafa después de casi un año entero de agónico retiro y de quirófanos por culpa de las lesiones. La anterior, que casi le hizo llorar de emoción, fue contra un veterano primer espada, el austriaco Dominic Thiem, que intentó plantarle cara al mallorquín hasta que se dio cuenta de que eso era imposible. Muchos pensábamos que Rafa, uno de nuestros héroes nacionales contemporáneos, no podría reverdecer los viejos laureles a sus 37 años. Nos equivocamos. Da igual lo que suceda a partir de ahora: en estos dos partidos Nadal ha jugado con una brillantez extraordinaria. Otra buena noticia. Otra noticia importante.

Y esta tiene, por así decir, un estrambote: el príncipe heredero del tenis mundial, nuestro Carlitos Alcaraz, le ha administrado una soberana paliza a Novak Djokovic en un partido que jugaron hace unos días en Riad, capital de Arabia Saudí. Administrarle una soberana paliza a Djokovic significa que pierdes el primer set por 4-6 pero luego ganas los dos siguientes por 6-4: más no se puede hacer con esa fiera. El partido, organizado a golpe de petrodólares (muchísimos petrodólares, muchísimos), no era oficial ni daba o quitaba puntos para el ranking de la ATP, pero esos dos bestias no saben jugar en broma: cuando se enfrentan se dejan la vida en la pista. Así fue también esta vez. Este fue el sexto encontronazo entre ambos y han ganado tres cada uno. Carlitos parece haber salido del páramo sombrío, de esa zona de niebla que atravesó este otoño, y promete días de gloria en el inminente Open de Australia, el primer Grand Slam del año. ¿Ven? ¡Otra buena noticia, otra noticia importante!

El año pasado se han venido a España de vacaciones alrededor de 80 millones de personas, la cifra más alta de la historia, y se han dejado muchísimo más dinero que antes. Ya lo ven ustedes

Hay más, hay más. El Museo del Prado recibió durante 2023 casi 3,4 millones de visitantes. Es la cifra más alta en la historia del Museo y supone un incremento de un 33,51% respecto del año anterior. A todos los grandes museos españoles les ha pasado lo mismo, pero no con las cifras espectaculares del Prado. El motivo es, creo yo, aparte de la eficacísima gestión de Miguel Falomir, el mismo que el del exitazo del concierto vienés: necesitamos ser felices y, ahora que parece que las cosas nos van aunque solo sea un poco mejor, corremos allí donde nos dan felicidad. Eso y que el año pasado se han venido a España de vacaciones alrededor de 80 millones de personas, la cifra más alta de la historia, y se han dejado muchísimo más dinero que antes. Ya lo ven ustedes. Otra noticia importante y desde luego inmejorable. Como también lo es que tenemos la cifra de paro más baja de los últimos 17 años, que el alcalde Almeida será pronto arrastrado hasta el altar matrimonial o que el Girona ha aguantado hasta fin de año como líder de Primera División, lo cual recuerda mucho al cuento aquel de David y Goliat. Noticias importantes. O por lo menos llamativas.

Motivos serios para la preocupación no faltan en estos primeros pasos de 2024. La amnistía, que aún tardará pero parece inexorable. El incesante y creciente arribo de cayucos llenos de desesperados a las Canarias. El regreso, aunque sea a escala reducida, de la covid, como sé yo mejor que muchos. La sequía en Cataluña. Y muchas cosas más. Esas no son buenas noticias, pero sí son importantes.

Apalear el pelele

En estas condiciones, ¿alguien puede explicar por qué estamos todos hablando de una caterva de gañanes (doscientos gañanes, quizá alguno más) que se fueron a montar bronca en la calle de Ferraz durante la nochevieja, que berrearon todo lo que pudieron, que acabaron cantando el “caralsol” y apaleando a un muñeco que se parecía (poquísimo) a Pedro Sánchez? ¿Eso es importante? ¿Eso es una noticia o una simple cuestión de orden público? ¿Nadie se da cuenta de que estos de la asociación Regüelda (me parece que se llama así) son los cachorrillos de Vox, los camisas pardas del asunto, y que lo único que pretenden es precisamente esto que les estamos dando: un protagonismo que no lograrían de ninguna otra manera sino haciendo el gamberro?

No, hombre, no. El PSOE hará muy bien en denunciarlos y el alcalde Almeida también, porque un saltimbanqui, un chisgarabís de apellido Parejo, que iba con cámara y micrófono, le llamó de todo: lo más suave y cariñoso, hijo de puta. Eso da seguidores en YouTube. Pero qué seguidores, madre mía…

A los demás ¿qué nos importa esa fiestuqui callejera de unos cuantos cachorros del fascismo? Eso se debía haber solucionado con dos o tres furgonetas de la Policía. Y poco más.

Hay demasiadas cosas importantes, buenas o malas, que deberían reclamar nuestra atención. Desde los valses de Strauss hasta la cabalgata de Reyes. Pero no perdamos ni un minuto más haciendo publicidad gratuita de estos “esgarramantas”, por favor.