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Opinión

Cien días de dolor y gloria

Sánchez tuvo la valentía de afrontar en Barcelona un encuentro con muchos más riesgos que posibilidades de gloria

Los ministros caminan por los jardines de la finca de Quintos de Mora.

La noche de los Oscar tiene un protagonista para España, Dolor y Gloria. La fuerza emocional y simbólica de este gran titulo no solo lo es para la película de Pedro Almodóvar, sino que encaja perfectamente con los 100 primeros días del primer gobierno de coalición de nuestro país.

El lado del Dolor

Dolor puede ser la palabra que mejor resuma el sendero que el país ha tenido que transitar hasta que los dos partidos, que ahora gobiernan, llegaran a un acuerdo. No es suficiente retrotraernos al 28 de abril, porque la relación entre morados y socialistas ha sido dolorosa desde que el 25 de mayo del 2014 unos jóvenes profesores universitarios se colaron sin pedir permiso en la liga de los grandes partidos, irrumpiendo en las europeas con una fuerza y sorpresa tal que obligó al Partido Socialista ha enmendarse orgánica y políticamente. Seis años después, parece que los dos partidos han encontrado un acomodo en los que ambos comparten espacio y gobierno.

Desde que se firmó con un abrazo el pacto entre PSOE y UP, los integrantes de la coalición se esfuerzan porque la relación funcione. Tanto es así, que los líderes de podemos parecen defender con más énfasis que los socialistas, las contradicciones y crisis que durante estos 100 días hemos ido conociendo. Desde el “ella ya pidió disculpas” en defensa de la nueva Fiscal General del Estado, hasta el silencio absoluto sobre el Delcygate y la muy cuestionable estrategia de comunicación del ministro Ábalos. Porque como afirmó la ministra Irene Montero a una pregunta de Àngels Barceló, si hace falta aplaudir al Rey para conseguir el aumento del salario mínimo, se aplaude. Y así, el partido que nació para ruborizar al PSOE con sus contradicciones acabó siendo parte de estas.

Donde el dolor arrecia en estos 100 días es en la relación del PSOE con la Moncloa. El flamante gobierno arrastra algunas cuestiones pendientes de la legislatura anterior que no se han subsanado con los nuevos nombramientos. La marcha de Jordi Sevilla, la reivindicación de la Vicepresidenta Primera en una entrevista o el fuego amigo que se intuye en algunas informaciones suponen un profundo dolor en un partido que debe lidiar consigo mismo y con la derecha más encendida que nunca.

Senderos de Gloria

Es evidente que este Gobierno está saboreando algunas mieles que saben a gloria. Que un ejecutivo que es acusado de comunista radical se estrene con el acuerdo de la mesa de diálogo social del Salario Mínimo Interprofesional es un éxito táctico achacable a pocos gobiernos. Un giro de guion que también se perpetró en una votación parlamentaria donde todos los partidos, a excepción de las deshonrosas excepciones, votaron a favor de convalidar los decretos de la subida de las pensiones o del aumento del salario de los funcionarios.

Desde hace una década no había habido presidente del Gobierno que hubiera podido realizar con total normalidad una visita a Cataluña

Pero si estas cuestiones han puntuado en el marcador del Ejecutivo, la gira institucional del presidente del Gobierno durante dos días en Barcelona sin ningún tipo de pitido, abucheo o escrache, supone un verdadero logro para estos 100 días. Es importante señalar que desde hace una década no había habido presidente del Gobierno que hubiera podido realizar con total normalidad una visita a Cataluña. Incluso en la manifestación por los atentados de Barcelona se produjeron escenas lamentables, donde los líderes nacionales fueron objeto de la ira en la calle. Sin embargo, la semana pasada Sánchez visitó no solo al president Torra, sino a la alcaldesa Colau, a la presidenta de la Diputación Marin, o entidades tan importantes como Foment del Treball con total normalidad. Todas ellas imágenes de éxito para un Presidente que tuvo la valentía de ir afrontar una reunión con más riesgos que glorias.

Cien días, el comienzo de un gobierno que no ha tenido ni un día de tregua. Cien días de dolor y gloria, dos términos dicotómicos que no dejan margen para el término medio. Supongo que la crispación en la política nos ha llevado a eso, a polarizar en todo, porque en la actual situación política no cabe lo templado: o te duele mucho que Sánchez se reúna en Barcelona o te sabe a gloria.  

 

 

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