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Opinión

No soporto más quedarme sin marquesas

El líder del PP, Pablo Casado (d), y la portavoz parlamentaria popular, Cayetana Álvarez de Toledo.

La semana pasada el diario El País, el periódico del 'Régimen', se felicitaba por la destitución de Cayetana Álvarez de Toledo. Malo. Cuanto tus enemigos, cuando la izquierda se siente alborozada por una decisión tan discutible es que has incurrido en un enorme error. Es que te has sometido a sus exigencias, que has aceptado sus dictados y que has renunciado al honor. Que vas camino de convertirte en la derecha sumisa y arrodillada que demandan los que expiden los certificados de legitimidad democrática, que no por casualidad son los más sectarios y divisores de la nación. O que eres como la derecha cobarde que dijo en su día con acierto Santiago Abascal, el líder de Vox.

Según El País, “la señora Álvarez de Toledo era la responsable de la polarización, del tono bronco y de la exclusión de otros partidos del ejercicio del poder que ha caracterizado al PP de la pandemia”, unas acusaciones que nadan entre lo irrisorio y lo grotesco. Pero no se crean: como las fuerzas del mal, como los socialistas de Sánchez apoyados en las huestes del vicepresidente Iglesias son igual que las hienas en tierra firme, o como los tiburones en el mar, que reaccionan violentamente al olor de la sangre, y que son capaces de arrasar con todo lo que encuentran a su paso, para el diario El País, que es su portavoz oficial, la defenestración de Álvarez de Toledo no es suficiente: “Es un giro en toda regla…pero ahora esto debe demostrarse con los hechos”. Nada los colma, y esto es todo un aviso para navegantes del recibimiento similarmente agresivo que espera al nuevo PP tibio y centrado.

En junio de 1993, el presidente del Gobierno y secretario general de los socialistas, Felipe González, tomó la decisión crucial de proponer a Carlos Solchaga como portavoz del Grupo Parlamentario. La iniciativa entrañaba un riesgo extremo. Los más jóvenes quizá no se acuerden de lo que entonces representaba el ‘guerrismo’. Alfonso Guerra representaba la segunda alma del partido. Era un enemigo feroz de las supuestas tesis liberales que habían defendido el presidente y Solchaga -ministro de Economía durante ocho años y ocho días-, a las que atribuía la degeneración del socialismo de la pana y del apaño en favor de los pobres que él sostenía, y que a su entender estaba por encima de la separación de poderes y del imperio de la ley, por una cuestión de justicia poética y social.

Lo de Solchaga era la demostración del avance imparable del socialismo camino de la modernidad que han castrado violentamente Zapatero y el caradura que ahora preside el Gobierno de la Nación

Aquella propuesta, que fue en esa época -después del repudio del marxismo- el mayor desafío al partido, se ganó por los pelos. Destacadamente, porque José Ángel Fernández Vila, el minero asturiano ladrón, miembro de la Ejecutiva, estaba enfermo en cama, y no pudo votar en contra. Aquel día fue uno de los más felices de mi vida porque profeso una gran simpatía por el señor Solchaga y porque me pareció que era la demostración del avance imparable del socialismo camino de la modernidad que han castrado violentamente Zapatero y ahora el caradura que preside el Gobierno de la nación.

Cuando Casado decidió nombrar portavoz parlamentaria a la señora Álvarez de Toledo le escribí un mensaje recordándole este episodio para mostrarle mi apoyo incondicional, algo que como es normal, y me parece muy bien, le trae al pairo. El caso es que Solchaga resultó ser un portavoz socialista extraordinario, que se ganó con el tiempo a sus enemigos enconados porque era inteligente, brillante, cáustico, y un orador de primera. Álvarez de Toledo ha sido muy parecida, salvo por su ausencia de empatía, o como dice un amigo mío, por la falta asertividad, cosa que no sé realmente en qué consiste. Pero más importante aún porque es argentina y tiene un acento poco tolerable en un país como el nuestro que en demasiadas ocasiones muestra pulsiones de racismo inaceptables.

La seguidilla de los barones

Lo peor en política no es que la oposición intente devastarte, marcarte el camino y minar la moral -al fin y al cabo, para eso es oposición-. Lo peor es que tengas el enemigo en casa. El insigne Alberto Núñez Feijóo, que ha conseguido la proeza de lograr su cuarta mayoría absoluta en Galicia pero que no tuvo los redaños para disputar la presidencia a Casado en las primarias, con todos los vientos a favor, ha sido el principal enemigo de Álvarez de Toledo desde el principio. Y a su rebufo han aparecido otros como el presidente de Andalucía, Juanma Moreno, un ‘sorayista’ prescindible al que sostuvo lo buena gente que es Casado y que gobierna gracias a Vox, o el otro tonto de Castilla-La Mancha, Alfonso Fernández Mañueco, que es otro ser menor. Y luego está Teodoro García Egea, el secretario de organización del partido, que se ha ocupado a fondo de combatir a Cayetana hasta su derrota final.

El señor García-Egea es ingeniero, una profesión que admiro y que demuestra que no eres un ‘piernas’, sino que has estudiado. El señor García Egea ha hecho una labor enorme de reconstrucción económica del PP, que estuvo a punto de tener que irse de su sede en Génova porque los gastos colosales de un partido de mayoría absoluta eran incompatibles con la nueva situación de precariedad parlamentaria. Pero dicho esto, García Egea es un señor anodino. Lo más destacable de su trayectoria es que es un experto en lanzar huesos de aceituna lo más lejos posible en Murcia. No se le conoce una sola idea relevante ni un discurso que haya merecido pasar a la hemeroteca.

Lo de Ana Pastor es uno de los grandes misterios de la naturaleza. Su único mérito es que es la esposa del señor que pasea con Mariano Rajoy por Galicia en vacaciones con aire marcial

El nuevo partido que nos propone Pablo Casado, el que ha suscitado la euforia de la izquierda y de todos aquellos que jamás le votarán, el que ha conciliado a todos los melifluos y los mediocres que anidan en el PP, por ejemplo a los execrables demócrata-cristianos contra los que no podían ni los leones de Roma, y a toda la tropa aflamencada que nutre sus filas, es uno en el que la portavoz será Cuca Gamarra y la otra señora más relevante, Ana Pastor. Lo de Ana Pastor es uno de los grandes misterios de la naturaleza. Su único mérito, y el que la ha impulsado a todos los grandes puestos que ha ocupado, es que es la esposa del señor que pasea con Mariano Rajoy por Galicia en vacaciones con aire marcial. O sea, es un trío íntimo y bien avenido.

Como ministra de Sanidad pasó completamente desapercibida y al mando de Fomento es recordada por los constructores españoles como un perfecto cero a la izquierda, un obstáculo insensible e insalvable al estilo del desaparecido Ábalos, cabría decir. No recuerdo jamás una idea relevante, estimulante o prometedora de Pastor. Sólo sé lo que dicen sus admiradores de izquierdas: que es alguien con la que se entienden bien. ¡Pues muy mal, Casado! Como escribí antes, si nombras a alguien que le parece fenomenal a tus enemigos es que has incurrido en un inmenso error.

Esta es la señora del PP que se considera feminista, pero feminista de izquierdas, como las Calvo y compañía, o la esposa de Sánchez, y que decidió acudir en nombre del partido a la manifestación del 8-M

Y algo similar se puede decir de Cuca Gamarra. Fue alcaldesa de Logroño y con resultados muy satisfactorios. Pero nada más. Tampoco he escuchado nunca de ella una reflexión interesante ni siquiera ocurrencia que merezca ser reseñada. Al contrario, esta es la señora del PP que se considera feminista, pero feminista de izquierdas, como las Calvo y compañía, o la esposa de Sánchez, y que, en contra del sentir general de sus votantes, decidió acudir en nombre del partido a la nefasta manifestación contaminante del 8-M, sólo para vindicarse como progresista y como chica guay. Es decir, dando la nota.

Este es el partido con el que quiere seducirnos el señor Casado y que tanto elogian los que no le votarán jamás, así como los periodistas que trabajan en su contra en pos de escenarios y de consensos imposibles. Después de haber masacrado a Álvarez de Toledo con alevosía, Casado nos propone una formación política dirigida por unos mediocres que tienen alergia a las ideas y a los principios que hicieron una vez grande al PP cuando lo dirigió, agrupando a toda la derecha votante de este país, José María Aznar; el mismo partido que hizo grande en Madrid a Esperanza Aguirre, que por cierto también es una marquesa adorable, como Álvarez de Toledo. Por eso me pregunto, cada vez con más insistencia: ¿qué pinto yo votando a este partido en el que me han quitado a las marquesas? Marcos de Quinto, otro de los famosos defenestrados, escribió un tuit el pasado domingo en el que decía: “Si lo que pretende el PP es ampliar su base electoral, Cayetana era un perfil atrayente para el votante de Ciudadanos, por su liberalismo, y para el de Vox por sus formas directas y desacomplejadas”. Yo pienso parecido.

Almeida como compensación

Afirma Cayetana que Casado le dijo, en la hora crucial de la destitución, que su libertad invadía su autoridad y que ahora no tocaba la batalla cultural. ¿Pero cómo no va a tocar ahora la batalla cultural con el Gobierno más radical de la democracia, que quiere cargarse el espíritu constitucional, que pretender liquidar la Monarquía parlamentaria, que está empeñado en desahuciar a nuestros jóvenes con una educación sectaria y criminal, que no esconde poner fin a la unidad de mercado, que vende una sociedad entregada a la dependencia del Estado de por vida y que postula unos ciudadanos esclavos del poder político, amamantados a perpetuidad por el sector público; un gobierno que para más inri ha desempeñado la peor gestión de la pandemia del mundo?

Nombrar portavoz nacional a Almeida es una compensación menor. Un vano consuelo. Los ciudadanos ya saben mayoritariamente que los socialistas han llevado siempre al país a la quiebra y que la derecha gestiona mejor. Pero para algunos votantes de la derecha como yo lo importante es reconocerse en un proyecto ideológica con grandeza. Queremos dar la batalla cultural porque queremos con todas nuestras fuerzas destruir el socialismo, acabar con su epítome deletéreo Sánchez en España, combatir de frente de una vez por todas la superioridad moral de la izquierda y acabar con su hegemonía intelectual. Cada vez es más evidente que Vox tiene las respuestas a estas cosas tan sencillas bastante más claras que el PP.

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