Opinión

Análisis de medios

La catalana de RAC1 que se indignó porque no la rescataron en Etiopía como quería

Familiares reciben a una de los turistas atrapados en Etiopía al aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas
Familiares reciben a una de los turistas atrapados en Etiopía al aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas EP

El señor A y el señor B son dos intrépidos exploradores a quienes todo eso de las redes sociales les pilló en la mediana edad, en mitad de una crisis existencial en la que averiguaron que su vida no había sido para tanto. Eso despertó en ellos un espíritu aventurero del que informan frecuentemente a sus amigos, que los miran como a dos adolescentes con canas en la barba, una hipoteca y un divorcio complicado. Para este agosto, han planeado una ascensión al Pico Aneto. Con el verano y el deshielo, “se puede subir perfectamente”, dicen, subrayando el adverbio. Mientras tanto, los equipos de rescate hacen horas extra para salvar la vida a los tontos de cuarenta y pico y equipo completo de Decathlon. Helicópteros recorren toda España durante los fines de semana para lanzar una manta térmica, vendar el brazo o llevar al hospital a quienes luchan contra la desesperación de la aburrida rutina con hazañas de dominguero panzudo.

La representación más extrema de este fenómeno se encuentra en las maratones populares y en las agencias de viajes especializadas en lugares inhóspitos. A Núria Giménez y a sus amigas se les ocurrió hace un tiempo que sería buena idea el viajar a Etiopía este verano. El Ministerio de Asuntos Exteriores desaconseja pisar determinadas zonas del país ante el riesgo de ser víctima de las escaramuzas de los insurgentes. Pero a Núria -con tilde en la ú- y a su grupo no les importó. La vida es corta y los conflictos a veces se eternizan. Había que practicar el turismo de aventura para comprobar de primera mano que entre las noticias terribles que llegan del Cuerno de África también hay espacio para la esperanza. Es el que se percibe al mezclarse con sus gentes, aunque sólo sea para hacerse fotos.

Porque nunca falta la fotografía de los intrépidos aventureros con los niños del lugar, que miran a los visitantes con la ilusión de quienes piensan que les van a dar algo y que se quedan en la estacada cuando los blancos se marchan de allí. “Son felices con nada. Mucho más felices que nosotros”, escribirán junto a esa imagen, en Instagram. No hace falta ser muy agudo para adivinarlo. Esa deducción es muy habitual en el paleto cosmopolita que obvia el drama de quienes tendrán una mucha menor esperanza de vida que sus hijos y las pasarán canutas para conseguir comida y agua; y no digamos educación. Pero, “sonreíd, nenes, decid patata”.

Llantos en RAC1

La expedición de 2023 del grupo se torció cuando las excursionistas catalanas se vieron atrapadas entre los disparos de una batalla. Tuvieron que recluirse en un hostal sin agua corriente ni aire acondicionado, lleno de pulgas y de precariedad, cuentan. La propia Giménez ha concedido una entrevista a RAC1 en la que relata su dramática experiencia: "Me gustaría difundir que nos hemos encontrado muy abandonados, tanto por la embajada, como por el consulado, como por el Gobierno y la Comunidad Europea, y Naciones Unidas, que tampoco ha hecho nada". Otros de los viajeros niegan la mayor sobre la dejadez del cónsul y del embajador. Pero en la radio del conde de Godó se escuchó este testimonio, que dejaba mal al cuerpo diplomático español. Suficiente.

Cuesta comprender el motivo por el que unos ciudadanos llegan a deducir que el Estado debe afrontar el coste de sus imprudencias. Núria Giménez no lo sabe, pero todo eso es consecuencia de su adolescencia inconclusa o de su peculiar concepto de la Administración, que es similar al del crío consentido que piensa que su padre le debe salvar de todos los apuros con velocidad y sin quejare. A lo mejor, los Indiana Jones, los coroneles Tapiocca y las baronesas Karen Blixen deberían pensar que el servicio diplomático no es una guardería ni el Estado la niñera de los aventureros en apuros. Sus exigencias son ridículas. Son victimistas y desmesuradas. Cabe lamentar la experiencia que vivieron, pero las declaraciones de Giménez son fruto de una hipertrofia mental severa. El Estado no está para salvar a los imprudentes.

A lo mejor, los Indiana Jones, los coroneles Tapiocca y las baronesas Karen Blixen deberían pensar que el servicio diplomático no es una guardería ni el Estado la niñera

Las abuelas suelen exagerar al evaluar los riesgos que implica el salir de casa y los insatisfechos tienden a sobrevalorar aquello de 'vivir experiencias'. Los medios pecan de estupidez en estas situaciones, para variar, así que hay quien ha aprovechado la circunstancia de los 17 aventureros para componer una historia dramática y hay algún tertuliano que ha desaconsejado viajar a África. En general. De norte a sur y de este a oeste (y qué gañanes quienes recomiendan no viajar). En la época del clicbait y los ladridos de tertulia, cualquier excusa es buena para deformar la realidad.

Hay quien incluso ha rastreado las redes sociales de los 'afectados' para buscar imágenes que atestiguaran su espíritu aventurero. Y ahí estaba la foto de la mujer blanca con los negritos. A lo mejor, a estas alturas, esos pobres niños ya sufren la desgracia del conflicto armado y lo libran o los mata. La visitante, desde España, aprovechará para recitar a sus amigos, en una terraza, con una cerveza en la mano, la frase más manida en estos casos: “Son felices con poco”.

Quizás en la mesa haya un neo-maratoniano de 55 o un alpinista que tras su separación, a esa misma edad, busca un 8.000. Seguramente, habrá leído noticias que avisan de que el Everest está lleno de basura por culpa de los grupos de turistas. "Es una vergüenza", dirá. Ellos no tienen derecho a ir. Él, sí. Él es un aventurero de verdad. De esos que lanzan gritos de SOS cada vez que se quedan solos en casa y, de vez en cuando, protagonizan titulares porque sus expediciones terminan en drama, ruptura, bronca o rescate.