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Opinión

Si el catalán es vehicular, los ladrones son honrados

Las lenguas vehiculares, señores independentistas, no las imponen los gobiernos, reflexionen un poco, las adoptan los hablantes sin que nadie pueda elegirlas

La Justicia catalana da un mes al director de un colegio para entregar material en español
Varias personas durante una manifestación contra el establecimiento de un 25% de castellano en las escuelas catalanas. Europa Press

A un idioma aceptado para entenderse entre personas que no tienen la misma lengua materna se le llama vehicular. El catalán no puede serlo porque los hablantes de Cataluña solo se entienden en castellano, y no suelen las lenguas ser contrarias a sus costumbres. El español de Cataluña y el francés del Rosellón, una y otra, sirven de apoyo social y cultural al catalán familiar. Se entenderá mejor si decimos que la mayoría de los hablantes del mundo se encuentran abocados al uso de otra lengua que les abra espacios y que suele ser, pues así funcionan costumbres, un idioma de mayor calado.

Fueron lenguas vehiculares el sumerio y el acadio en Mesopotamia y Oriente Medio, el griego en el Mediterráneo, el latín en el Imperio romano, el español por la misma razón, el alemán en el centro de Europa, el francés para la aristocracia europea y para el mundo diplomático y hoy el inglés, la lengua más reconocida del mundo, en todos los continentes.

Los rusos hablan ruso, y muchos de ellos también lenguas familiares. El ruso es la lengua eslava de mayor extensión, difusión, hablantes, tradición cultural y la más rodada al servicio de la ciencia, la tecnología y la investigación. No es que sea, en sí, mejor que otra, sino la más favorecida en su paso por la historia. Hoy se sirven de ella los rusos que tienen como lengua familiar al tártaro, pero también numerosos hablantes de ucraniano, bielorruso, estonio, letón, lituano, uzbeco, georgiano… y muchas más.

El español sirve de lengua viva de comunicación social y cultural a españoles que tienen al catalán, valenciano, gallego, vasco o asturiano como familiar. Tan propia es el castellano como la otra. En América es lengua heredada y vehicular para los cinco millones de peruanos y ecuatorianos que hablan quechua, la lengua amerindia más extendida. En México para los casi dos millones de hablantes de náhuatl, un millón de yucateco, medio millón de zapoteco, otro medio millón de mixteco, unos cuatrocientos mil de otomí, trescientos noventa mil de celdala y trescientos cuarenta mil de zozil, y menos dotadas sobreviven el totonaco, mazateco, mazahua, cholo, huasteco, chinanteco y mixe. Esta última contaba con unos ciento cuarenta mil hablantes hace veinte años, y ocupaba el rango 487 según el orden que establecí para mi Diccionario de las Lenguas de Mundo.

Se nutren continuamente del léxico, de las formas y de los esquemas sintácticos del español, que es también para ellos, digámoslo muy alto, lengua propia, solo faltaría excluirlos

Ahora las estadísticas no le dan más de cien mil y probablemente le queden pocas generaciones para su extinción. Es también el español lengua propia y vehicular para un millón de guatemaltecos que tienen al quiché como materna, y otro millón aproximadamente de cachiquel, y menos usuarios se atribuyen a otras lenguas de la familia maya, también de Guatemala, como el cachí o el mamé. El aimara es lengua de Bolivia y Perú y cuenta con un millón de hablantes; el guaraní de más de dos millones de paraguayos; y el araucano o mapuche de casi un millón y medio de chilenos. Los hablantes de todas estas lenguas, y algunas más que he silenciado para no cansar, están en contacto con el mundo vehiculados por la lengua española. Y, además, se nutren continuamente del léxico, de las formas y de los esquemas sintácticos del español, que es también para ellos, digámoslo muy alto, lengua propia, solo faltaría excluirlos.

En África, por añadir un ejemplo más, unos noventa millones de hablantes de lenguas diversas que habitan entre los países ribereños del Océano Índico y la región de los Grandes Lagos, han elegido de manera natural, sin que nadie lo imponga, al suajili, lengua al servicio de los intercambios comerciales.

Que las autoridades académicas de la Generalidad digan que ellos imponen el catalán como lengua vehicular es una de las mayores bromas de la sociolingüística, una embestida a la inteligencia

Pero la gran lengua vehicular del mundo es el inglés, que ha ido ganando espacios desde la Segunda Guerra Mundial en un itinerario insólito, apoyado por no sé que diosa de la fortuna y también por la influencia de Estados Unidos y del Reino Unido, líderes en casi todo: economía, tecnología, investigación, espacio, música, cine… Aún así, son los usuarios quienes la han aceptado, pues son ellos, sin que gobierno alguno lo imponga, ni pueda imponer, los únicos que deciden sobre lenguas vehiculares. Esos usuarios son precisamente los que han relegado al francés, tan bien instalado en el mundo, a un segundo plano, para dar paso al inglés.

Que las autoridades académicas de la Generalidad digan que ellos imponen el catalán como lengua vehicular es una de las mayores bromas de la sociolingüística, una embestida a la inteligencia, una carencia feroz de juicio y una monumental perturbación de la razón. Hace falta ser amoral, acientífico, burlador, estúpido y mentiroso para llamar vehicular a una lengua que carece de hablantes monolingües, que ha sido relegada por sus propios hablantes durante unos cinco siglos a favor del español, que, eclipsada por el castellano, no se usó en la comunicación escrita y que no tiene estudiantes que la demandan, y que, además, sus hablantes no podrían sobrevivir si no tuvieran como lengua complemento al francés o al español.

Las lenguas vehiculares, señores independentistas, no las imponen los gobiernos, reflexionen un poco, las adoptan los hablantes sin que nadie pueda elegirlas. Si el catalán es lengua vehicular, vamos a contar mentiras, los ladrones son gente honrada.

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