Quantcast

Opinión

Casado y Arrimadas, en la isla de las tentaciones

Casado y Arrimadas.

Sólo falta ponerle nombre al artefacto antes de consumar el matrimonio. PP y Ciudadanos concurrirán a las próximas generales bajo el manto de la unidad, bien por fusión, coalición, absorción o rendición. El invento se llamará 'España Suma' o 'Mejor unidos', o 'PP+Cs'. Es lo de menos. El proceso de la unificación del centroderecha ya ha echado a andar. La primera cita clave entre Pablo Casado e Inés Arrimadas será ante las urnas del País Vasco, territorio hostil para ambas formaciones donde cualquier fracaso se da por amortizado. Casado se ha sacudido al incómodo Alfonso Alonso, tantas ínfulas como derrotas. Inés Arrimadas logra dos puestos de salida a cambio de su lógica renuncia en Galicia. Todo encaja. Una first date con garantías de éxito.

La 'Suma' que desde hace meses promueve el líder del PP finalmente se ha concretado. Sólo es un paso pero vendrán más. Cataluña será el siguiente, sin duda más complicado. A ningún partido le agrada renunciar a sus siglas, cercenar sus listas o desplazar a su gente. Todo se andará, hay tiempo, al menos hasta después del verano, una vez que el trastornado Torra haya decidido ponerle fecha a su convocatoria electoral.

Mientras tanto, Casado y Arrimadas -dos apellidos en tiempo de participio, lo que denota resolución y empeño- avanzan en la unión de sus esfuerzos para, en el último tramo de su itinerario, desplazar a Pedro Sánchez de la Moncloa. En tiempos de Albert Rivera, con un partido naranja cotizando en el Congreso a 57 escaños, tal empeño resultaba un esfuerzo baldío. Rivera se pensó John F. Kennedy y se creyó Adolfo Suárez. Ahora Ciudadanos está al borde de la extinción y le urge aferrarse a una tabla de salvación para mantenerse a flote. Ahí aparece el PP, ávido de engullir apaciblemente la naranja.

Arrimadas lo tiene complicado: está a la espera de ser confirmada lideresa de su formación en pugna feroz con el huraño Francisco Igea

El anuncio de los futuros responsales ha desencadenado tormentas internas en ambas formaciones. Tempestad sobre la isla de las tentaciones. Lo previsto cuando se remueven, por pequeños que sean, los mimbres del poder. Casado escucha con leve preocupación a algunos gallitos periféricos, que temen perder preponderancia en sus respectivos corrales. Isabel Bonig ya levanta la voz desde el Levante. Otra looser con genio. Arrimadas aún lo tiene peor ya que está a la espera de ser confirmada lideresa de su formación en pugna feroz con el huraño Francisco Igea.

La aproximación entre los dos partidos no es un antojo pergeñado por dos espíritus alocados. Casado y Arrimadas son conscientes de que han de caminar juntos rumbo a las urnas. El PP deberá atraerse el voto naranja si quiere compensar el crecimiento, sólido y potente, de Vox, que avanza incontenible por el flanco derecho del tablero. Cs arriesga su evaporación si no ensaya alguna estrategia alternativa. Necesidad sin concesiones al azar. Pablo e Inés no están para juegos.

Se escucha por el lado del PP: no podemos borrar las siglas, Arrimadas cae muy mal, los de Cs son unos pipiolos engreídos, carecen de organización en media España, nos han despreciado siempre...

La apuesta está preñada de peligros. El bombardeo de los disidentes arrecia por momentos. Irá a más. La cantinela del reproche es razonable por ambos bandos. Por lado del PP: no podemos perder las siglas, Arrimadas cae muy mal, los de Cs son unos pipiolos engreídos, carecen de organización en media España, nos han despreciado... Los de Ciudadanos claman: morimos si nos derechizamos, no podemos convertirnos en bisagra, seremos los eternos segundones, siempre de rodillas y medicando...

Con todo, el argumento contra el acuerdo más agitado es el de la aritmética. Dos y dos no siempre suman cuatro. Y en política, menos. Cierto también que habrá votantes de Cs que se quedarán en casa antes de prestarle su papeleta al PP y viceversa. Y cierto que el experimento arrancará con una inevitable derrota, un naufragio superlativo en el frente norte, con Iturgaiz a la cabeza. 

Un ticket electoral rompedor

PP y Cs sumaron en noviembre 6,6 millones de votos. Algo menos de los 6,7 que cosechó el PSOE en solitario. El factor 'suma' es una incertidumbre. Ni siquiera la extrapolación del resultado del 20-N abonaría las tesis de la coalición. Hay, sin embargo, otros elementos importantes a tener en cuenta. Por ejemplo, el efecto anímico en el votante ante la reagrupación de sus filas, paso previo a la 'refundación del centroderecha', el firme anhelo de José María Aznar. O el fin del espantajo falsario del 'trifachito', que tanto agitan socialistas y comunistas con relativo éxito en sus filas más fanáticas. PP y Cs irán por un lado, juntos y muy revueltos y Vox, bien lejos, a lo suyo.

Y luego están ellos. Los protagonistas del futuro enlace. Casado y Arrimadas, un ticket que se antoja perfecto, un tándem muy atractivo de cara a unas generales. Casado aposta su experiencia y su partido y Arrimadas, todo lo demás. Sin olvidar el hecho de que es mujer, una circunstancia que los demóscopos siempre aplauden. Pedro Sánchez y Carmen Calvo (última cabeza de cartel del PSOE en Madrid) versus Pablo Casado e Inés Arrimadas. ¿A quién votarían esos tres millones de electores fluctuantes que inclinan el resultado de unas elecciones? Hay preguntas que merecen palos.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.