Opinión

Carta de un afiliado de Ciudadanos

Imagen de Edmundo Bal en el Congreso de los Diputados
Imagen de Edmundo Bal en el Congreso de los Diputados

Recuerdo como si fuera ayer el día que debuté en la tarima de un acto político. Fue en Majadahonda, una mañana soleada de marzo de 2019. Aquel evento iba a servir para presentarme ante los afiliados del que ya era mi partido. En las últimas semanas mi vida profesional había dado un vuelco y de repente me encontraba en plena precampaña electoral viviéndola no desde la grada, si no desde el terreno de juego. No desde la barrera, si no desde el albero.

Lo hacía plenamente convencido de que ese era el lugar que el destino había reservado para que siguiera ejerciendo mi vocación: el servicio público. Tenía muy claro que, pasara lo que pasara, mi obligación era derrochar hasta la última gota de sudor por este proyecto. Y lo haría allí donde el partido decidiera que pudiera ser más útil. Venía a servir, no a servirme. Por mi parte no iba a quedar: lo iba a dar todo y lo iba a hacer hasta el último minuto de juego.

¿Por qué recuerdo hoy todo esto? Porque ayer no fue un buen día para Ciudadanos: una información periodística primero y un vídeo que venía a confirmarla después, ponía a mi partido de nuevo en el escaparate de la incertidumbre y la perplejidad. De la vacilación y el interrogante. Y lo que es peor: en la órbita de un proyecto conservador cuyo mayor deseo en la actualidad reside en la extinción del proyecto liberal español.

Debo confesarles que, visto el origen y los protagonistas de la polémica, en absoluto me sorprendieron. Algunos sospechábamos que estas declaraciones llegarían. Y lo digo con pesar. Hace tan solo 15 días habíamos finalizado una campaña de primarias en la que hubiera sido más honesto haber anunciado este modelo de partido por parte de aquellos que ahora quieren cambiar las normas del juego que se acordaron entre todos. La ponencia de Valores, Estrategia y Acción Política tras la VI Asamblea General de Ciudadanos es cristalina: "Planteamos una revisión en la política de pactos, basándonos en acuerdos programáticos, siempre a posteriori, y nunca en acuerdos preelectorales".

Una información periodística primero y un vídeo que venía a confirmarla después, ponía a mi partido de nuevo en el escaparate de la incertidumbre y la perplejidad. De la vacilación y el interrogante"

Hoy me asomo a este balcón ante la intranquilidad que me han transmitido durante las últimas horas tantos afiliados con los que he tenido la suerte de compartir charlas y vivencias en estos cuatro años. Y vengo a decirles que haremos todo lo que esté en nuestras manos para que este partido siga su camino sin tutelas, sin condiciones ajenas, sin vigilancias. Independientes y orgullosos de sus siglas. No hemos pasado un proceso de refundación, no hemos debatido sobre ideas en unas primarias y no nos hemos dejado la voz en defender tantas iniciativas...para vendernos por un plato de lentejas.

Es evidente que quedan preguntas en el aire. Lo suficientemente inquietantes como para que no tengan respuestas tibias, si no reacciones contundentes. Las merecen aquellos que se dejan la piel cada día por defender al partido liberal y de centro de este país sin pedir nada a cambio.

Me duele que personas muy válidas y preparadas decidan abandonar estos ideales y el partido. Pero más me importan los que se quedan, porque demuestran fidelidad y principios inquebrantables. Así lo cree honestamente un afiliado de Ciudadanos que se queda. Con las ideas, los principios y los valores de Ciudadanos. De nadie más.