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Opinión

Carta abierta al ministro Marlaska

El ministro de Interior en funciones, Fernando Grande Marlaska

Me dirijo a usted como un barcelonés más que sufre, padece y siente en lo más hondo de su ser la degradación a la que Ada Colau y sus compañeros del PSC la han llevado. Y digo bien, ambos son los causantes de este tremenda crisis de seguridad, de esta emergencia social de primerísimo orden, dado que los socialistas ya formaban parte en el anterior mandato del gobierno municipal en el anterior mandato, hasta que Colau los expulsó por un quítame allá un 155. Ahora se supone que tienen más poder, incluso han designado a uno de los suyos, a Albert Batlle, al frente de la Guardia Urbana. Pero cuando medios internacionales tan prestigiosos como la BBC, Der Spiegel o el Frankfurter Allgemeine califican a la ciudad en la que nací y vivo desde hace sesenta años como "ciudad de ladrones", pasa algo grave.

Que su presidente, el señor Sánchez, haya optado por estar estos días eligiendo hortalizas en lugar de cumplir con su deber acudiendo a las Canarias para, a pie de obra, informarse de la tragedia me parece tan misérrimo que dejaremos esa cuestión. Ahora, que usted, ministro del interior del Reino de España, no se haya dignado visitar Barcelona para reunirse con el responsable de la Generalitat en materia de orden público, conseller Buch, así como con los responsables municipales, no me lo esperaba.

Son ustedes el gobierno que más y mejor ha practicado el tancredismo, ya sabe, hacer el Don Tancredo, que supone quedarse quieto sin mover ni un músculo en medio de una plaza de toros y conseguir así que el morlaco no les embista. Pero gobernar es exponerse a las cornadas, ministro, las mismas que experimentamos en nuestras propias carnes quienes vivimos sometidos al yugo del imperio del crimen, de la delincuencia, de los narcopisos, de los okupas, del incivismo. Y todo porque saben que su impunidad es total, que no van a detenerlos y que, caso de hacerlo, van a entrar por una puerta para salir por la otra.

Pero gobernar es exponerse a las cornadas, ministro, las mismas que experimentamos en nuestras propias carnes quienes vivimos sometidos al yugo del imperio del crimen

El PP, no se asuste y esgrima una ristra de ajos, ha presentado una propuesta no de ley en el congreso, ese que ustedes tienen dormido a la espera que el presidente decida si convoca elecciones o se mete monja, en la que solicita que envíen refuerzos a Barcelona. Supongo no que le temblarán las piernas al imaginar lo que podrían decirle los socios del PSC en la Diputación, ya sabe, los del fugado de Waterloo. Que si fuerzas de ocupación, que si represores, que si fascistas.

Suponiendo que tales cosas le afecten, ¿no le afecta también el sufrimiento de toda una ciudad? ¿Es usted, ministro, impermeable al prestigio perdido de Barcelona, prestigio que tanto costó levantar y que la desidia criminal de unos políticos incompetentes han pulverizado en poco más de cuatro años? ¿Tanto le costaría enviar más efectivos a una Guardia Urbana que está, me consta, desbordada, y a una policía autonómica que tiene que multiplicarse con los mismos efectivos, habiendo llegado ya más allá del límite?

¿Será usted capaz de mirar a los ojos a los barceloneses si no hace nada en esta crisis terrible que afecta a algo que no tiene color político, como es el poder caminar tranquilamente por las calles de dónde vives?

Le ofrezco mi casa, señor ministro, sinceramente. Vivo en pleno corazón de Ciutat Vella. Aquí verá y oirá, simplemente asomándose al balcón, la realidad nefasta que vemos y oímos todos quienes residimos tan solo a pocos metros de donde se sienta la señora Colau. Salvo que considere que cumplir con su deber, acudiendo en auxilio de unos españoles, sea ir a montar el pollo, cosa que sería el acabose, venga. Ya tiene casa. Me tiene a su completa disposición.

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