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Opinión

Canet: obligados a ser héroes

Por primera vez en 40 años de nacionalismo ininterrumpido en Cataluña, el independentismo está a la defensiva. Cada vez más familias están dispuestas a plantarse

La carta
Un operador de TV toma imágenes en la escuela Turó del Drac de Canet de Mar (Barcelona). Europa Press

Basta la palabra de una voz libre para romper la omertá nacionalista. En el colegio Turó del Drac de Canet de Mar (Barcelona) la familia de un niño de cinco años ha exigido el derecho a que su hijo tenga un 25% de clases en español.

En cualquier país del mundo no se entendería el conflicto. La familia de un alumno español pidiendo que se le escolarice en uno de los dos idiomas oficiales en tan solo el 25% de las clases, derecho reconocido por una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña avalada recientemente por el Tribunal Supremo.

La respuesta nacionalista ha sido la esperada cuando un ciudadano libre osa disentir en Cataluña. Acoso, intimidación y amenazas. Desde animar a apedrear la casa de la familia del niño, hasta hacerle el vacío en clase, pasando por pedir un apartheid para la familia en su propio municipio.

Lo peor estaba por llegar. El consejero de Educación de la Generalitat, Josep Gonzàlez Cambray, se presentó en el citado colegio para mostrar apoyo a los acusadores y acosadores defendiendo la imposición lingüística y negándose a utilizar el catalán ante la prensa. No era la primera vez que la Generalitat daba la espalda al niño y a su familia. Días antes, la portavoz de la Generalitat, Patricia Plaja, atacó a la familia por "obligar a cambiar de lengua al resto".

Un Estado no debería jamás admitir que, en aras al cumplimiento de sus derechos, un ciudadano se vea a sometido a un hostigamiento tal que amenace su estabilidad personal en su propio pueblo. No debería permitir que aquellas voces libres que quieran disentir del régimen nacionalista se jueguen la muerte civil. No debería permitir que, para ser libre en su propio país, queden obligados a ser héroes.

La argumentación lógica y racional es inerte para el nacionalista, que con pulsiones sentimentalistas y emocionales va configurando su realidad adaptándola a su discurso victimista

Eso es precisamente lo que es el niño de cinco años de Canet de Mar y su familia: héroes anónimos. Ni las amenazas de los nacionalistas, ni el apoyo de la Generalitat a quienes los desprecian, ni el olvido del Gobierno de la nación han podido torcer la voluntad de una familia que se ha erigido en símbolo de la libertad en Cataluña.

Con la inestimable ayuda de Ana Losada, al frente de la Asamblea por una Escuela Bilingüe y de José Domingo desde Impulso Ciudadano, las familias han iniciado una revolución de libertad en Cataluña que va a seguir en cada centro educativo para lograr que se respete el cumplimiento de la sentencia que garantiza la enseñanza de 25% en español.

No es necesario plantear que pasaría si en vez de pedir que se respetase un 25% de español en la escuela, fuese un 25% de catalán. Tampoco sirve de nada razonar con personas que normalizan el acoso a un niño de cinco años en aras de imponer una lengua, una religión o una ideología. La argumentación lógica y racional es inerte para el nacionalista, que con pulsiones sentimentalistas y emocionales va configurando su realidad adaptándola a su discurso victimista.

La mayor falacia dentro del argumentario de la imposición lingüística nacionalista es la de evidenciar que el español goza de buena salud y que, por tanto, no hay que enseñarlo en la escuela catalana. Como si fueran los idiomas, y no las personas, quienes tienen derechos.

El acoso, las amenazas y la intimidación al niño de cinco años de Canet y su familia y la falta de condena del consejero González, ha provocado la caída de la careta del nacionalismo más amable

Es verdad que la sociedad civil constitucionalista en Cataluña está dando la batalla por sus derechos sola, sin ayudas ni apoyos institucionales. Pero a raíz de lo ocurrido en Canet de Mar, uno puede atisbar vestigios de optimismo. Por primera vez en 40 años de nacionalismo ininterrumpido en Cataluña, el independentismo está a la defensiva. Cada vez más familias están dispuestas a plantarse ante la sumisión nacionalista y exigir que se respeten sus derechos, tal y como les garantiza las recientes decisiones judiciales.

Los viejos eslóganes como “el catalán no se toca” o “la escuela en catalán” que durante lustros han repetido los adeptos a la ideología imperante en las instituciones de esta comunidad, han dejado de calar en la sociedad. El acoso, las amenazas y la intimidación al niño de cinco años de Canet y su familia y la falta de condena del consejero González, ha provocado la caída de la careta del nacionalismo más amable, mostrando la xenofobia que subyace a esta ideología.

Decía Alexis de Tocqueville que “los tiranos nos parecen grandes solo porque nosotros estamos de rodillas”. En Cataluña hay ciudadanos obligados a ser héroes, que han decidido ponerse de pie.

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