Opinión

Campanadas de Fin de año: Jenni Hermoso pidió a tu abuela que se empoderara

El presentador de televisión Ramón García y la futbolista española Jenni Hermoso posan durante la presentación del relanzamiento de RTVE Play EP

Quien invitó a Jenni Hermoso a la Nochevieja de La 1 sabía lo que hacía. Era necesario que Jenni lanzara a los españoles un mitin de fin de año; un último mensaje al país que despedía 2023 en el mejor momento de su historia -según Zapatero-, pero con mucho terreno por avanzar. Nunca España gozó de tantas libertades ni de un escudo social más robusto y eso es cosa de Pedro I El Piadoso, que ha convertido los Consejos de Ministros en una tómbola en la que siempre ganan los más pobres. Pese a esta evidencia, todavía hay mucha tarea por hacer e infinidad de enemigos por combatir, así que la futbolista -más sosa que el guiso de un hipertenso- se plantó delante de las cámaras y pidió a las mujeres españolas que se empoderaran en 2024. Que siguieran avanzando por el camino que les conducirá hacia la utopía de la equidad total.

Que siguieran avanzando por el camino que les conducirá hacia la utopía de la equidad total.

A su lado, Ana Mena, bella, de vestido espectacular, mojito en mano, también cumplió con su cometido y llamó la atención sobre la “emergencia climática” que vivimos, a la cual hay que combatir -supongo- con un cambio sustancial de nuestro estilo de vida. Hizo lo mismo que la Igartiburu en 2022, cuando mandó a los españoles a dar un paseo por el campo y rogó que se esforzaran más que nunca por salvar la naturaleza del calentamiento global. 

Le puede gustar a usted o no, pero la España mediática contemporánea es ésa: la de la Cadena SER a las 8.00 y la de las campanadas televisadas de ayer. Aquí hubo un tiempo en el que en Nochevieja se hablaba de la capa de Ramón Garcia, del sorbito de champán de Juan Pardo, de la genialidad de Martes y 13, del pecho despendolado de Sabrina y de la cogorza del famosillo de turno. Había espacio para la desconexión y la despreocupación. Las zarandajas ideológicas eran cosa de especialistas… de los especialistas en aburrir en la mesa familiar con su proselitismo insoportable. Al idealista de la familia nunca se le consideraba el más tonto (injustamente), pero nadie se quería sentar a su lado porque no quería turras. Sucedía como con el primo cura en las bodas: era el raro. 

Al idealista de la familia nunca se le consideraba el más tonto (injustamente), pero nadie se quería sentar a su lado porque no quería turras. Sucedía como con el primo cura en las bodas: era el raro. 

No hace mucho, aquí se sabía celebrar de otra forma por arriba y por abajo. Había menos miedo a que el idealista o la rara se ofendieran. Esos familiares causaban dentera o carcajadas maliciosas. ¿A quién se le ocurría hablar de política en una mesa de gente que se veía un par de veces al año? ¡Vaya imbéciles! ¡Qué poco hay que saber de la vida para desaprovechar un encuentro familiar de esa forma! Ahora todo es política. Todo es turra en el espacio público. RTVE está para eso. Los tablones de anuncios de los institutos o los hospitales, lo mismo. Igualdad en vena. Que no falten los feminismos y las fibromialgias gubernamentales en ningún espacio. Ni en la entrada de la Jiménez Díaz, ni en el colegio de su hijo ni en las Campanadas de fin de año. Así que había que llevar a Jenni Hermoso a su mesa el 31 de diciembre, por si a alguien le cabía todavía alguna duda sobre lo verdaderamente importante. 

Mientras tanto, esos dos muchachos llamados La Pija y La Quinqui comparecían en RTVE Play. Sorpresa, sorpresa. Su podcast es todo un éxito, pero los grandes medios no hablaban tanto de él hasta que tuvo de invitado a Pedro Sánchez durante la campaña electoral. El presidente quedó encantado. Incluso lo reconoce en su último libro. Así que, ¿por qué no tener un gesto con esos muchachos en la tele que es de todos? Favor por favor.

La mayor parte del país es de ellos y lo que todavía queda libre, aspiran a destruirlo o a desacreditarlo. Ahí estaba El País este domingo señalando en un reportaje a los medios de la derecha madrileña, que se financian de forma opaca, no como el resto. Que el dueño de Prisa se haya llevado sus acciones a Luxemburgo no importa porque es de los nuestros. Que haya panfletos manteniéndose con las decenas de millones de euros de publicidad institucional que ha repartido Moncloa en 2023, tampoco. Aquí se trata de señalar al enemigo y de apastarlo si es necesario. Internet es suyo. Las ondas, igual. Y si alguien cuestiona cosas como lo del Ayuntamiento de Pamplona… pido al equipo olímpico de opinión sincronizada que se ponga manos a la obra para convertir una anécdota -dijo la exalcaldesa que preferiría fregar escaleras- en el motivo de un auto de fe.

Que nadie se atreva a dudar de la verdad oficial o a interponerse en los planes de Pedro y de sus catequistas, que lo mismo tiran de Jorge Javier para llegar al corazón de las señoras que de La Pija y la Quinqui para encandilar a los jóvenes o de Jenni Hermoso para convencer al abuelo de que el feminismo todavía tiene mucha lucha por delante. Se han cargado con sus consignas hasta Cachitos, que hasta hace unos años era el mejor programa de la noche y que ahora es una versión más de El Intermedio. La enésima igual.

Podría ser el secreto cambiar de canal, pero en Antena 3 comparecía de nuevo Cristina Pedroche, sin duda, un motivo muy relevante para apagar el televisor. Al principio, lucía un disfraz de arbusto y, luego, de gota de agua. Hay sequías que se solucionarían con un invierno lluvioso. Otras son más difíciles de paliar.

Feliz 2024 a todos los lectores. Que todos ustedes lo terminen, que es lo importante, sea más o menos desfondados. Y no presten mucha atención a estas turras. Al final, lo relevante nunca está en lo público, por mucho que intenten confundir. Siempre es más importante lo privado, o sea, lo individual y lo familiar. De estas zarandajas sólo viven ellos.