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Opinión

Unas butifarras carísimas

Jordi Cuixart durante el juicio.

Un kilo de buena butifarra catalana, cruda, para hacer a la brasa, puede costar entre seis y catorce euros, dependiendo de la calidad, el origen y el gusto del consumidor. Hacer una butifarrada, a saber, una fiesta al aire libre, preferentemente, en la que se asen en parrillas esas longanizas típicas de mi tierra, generalmente acompañadas por mongetes, alubias blancas cocidas, pan de pagés y el inevitable all i oli, el ajoaceite cómplice de tantas merendolas, es algo usual para cualquier catalán. Si es temporada de setas, unos rovellons, níscalos, también a la brasa, pueden servir perfectamente como un más que digno acompañamiento de esa pieza de carne magra y grasa de cerdo por la que muchos sentimos auténtica veneración a condición de que la materia prima sea óptima, la piel no resulte ser vulgar plástico y las brasas estén exactamente en el punto idóneo para dejarla tostada por fuera y jugosa por dentro.

Pero hete aquí que Jordi Cuixart ha dicho ante el tribunal que lo juzga que destinó como dirigente de Ómnium Cultural una partida para adquirir butifarras. Hasta aquí, normal. Que el motivo sea protestar contra la fiesta nacional del 12 de octubre sería lo de menos, porque cada uno protesta como quiere y este no sería un método excesivamente grave. Todo lo que finalice en viandas, mesa y mantel puede y debe gozar de cierta indulgencia. No en vano nos reclamamos herederos espirituales de aquel Gargantúa de Rabelais o del orondo Falstaff shakesperiano que nos deleitaba con sus loas a los fríos invernales, en los que encontraba las suculencias de la carne en todos sus aspectos.

Cuixart, claro, jugaba con el triple sentido del término, puesto que butifarra es en catalán, además de embutido, un juego de naipes y un gesto que viene a ser el clásico corte de mangas

Cuixart, claro, jugaba con el triple sentido del término, puesto que butifarra es en catalán, además de embutido, un juego de naipes y un gesto que viene a ser el clásico corte de mangas. De ahí que hacer una butifarrada el 12-O tenga una acepción tanto gastronómica como de mofa. Las lenguas que provienen del latín tienen esas amenidades y socarronerías.

Pero, y eso es lo sustancial, ¿a cuántos comensales esperaba Cuixart para gastarse medio millón de euros? Si consideramos un precio medio en materia butifarril, pongamos diez euros por kilo, que ya es pagar mucho, con medio millón salen, si las cuentas no me fallan, 50.000 kilos de embutido. Mucha comilona es esa. Tengamos en cuenta que los separatistas se jactan de pagárselo todo ellos, de que no le cuestan un duro al erario público – véase en el juicio como se ha interrogado hasta extremos inauditos a Rajoy o a Montoro al respecto, como si se les estuviera juzgando a ellos -, así pues, ese gasto ¿cómo se justifica? ¿Tanto traga el personal del lacito? ¿Existe tanta hambre de independencia como de butifarra? Y las parrillas ¿eran herederas de las que emplearon los dioses del Olimpo, por su necesario tamaño y extensión? Más aún: ¿se llevan en tupers los separatistas lo que sobra de cada ágape o lo donan, como el patrocinador de Master Chef, a comedores sociales? Lo más importante, si les place, ¿a cómo carajo le cobran el kilito de butifarras a Cuixart, donde las compra? ¿En su entidad o en la ANC nadie le aconseja en materia chacinera? ¿No hay una sectorial que se ocupe, no sé, “Charcuteros por la independencia”?

Cuixart se encuentra con que le prometieron atar perros con longanizas, o con butifarras, lo mismo da, pero sabe que va a pasarse unos cuantos años en la cárcel

Líbrenos el Señor de poner en duda la palabra de Cuixart. Si dice que el medio millón era para butifarras, bien dicho está. Ahora, convendrán conmigo que este hombre no tiene ni puñetera idea de precios ni de butifarras. Que le engañan. Que nadie con dos dedos de frente puede creerse que el coste de la vida, todo y con estar por las nubes, haya subido tanto. Por eso nos tememos que, si le enredaban con la longaniza, muy bien pudieran haberlo hecho en otros temas. En que la independencia iba en serio, verbigracia, o en que los neo convergentes tenían madera de héroes, siendo, en realidad, de plástico, o que no iba a pasarle nada. Cuixart se encuentra con que le prometieron atar perros con longanizas, o con butifarras, lo mismo da, pero sabe que va a pasarse unos cuantos años en la cárcel. Es lo que tiene no saber calcular el precio de las cosas, que acabas pagándolo muy caro.

Eso sucede, también, por comprar alimentos en mal estado con fecha caducada. El proceso lo era, pues suponía aceptar a esa Convergencia podrida por la corrupción que iba a la desesperada. Algunos la compraron y se comieron con patatas todo lo que les servía. No será porque algunos no insistiésemos hasta quedarnos afónicos, descubierta la trampa, en que leyeran cuidadosamente las etiquetas y la composición de tan intoxicados productos.

Eso, si el medio millón que Cuixart indicaba en un mail, no era para otra cosa, claro. Que aquí hay quien hablaba de misales en referencia a capitales. En Cataluña, cualquier cosa. Quedémonos, de momento, con la candidez de la butifarrada y que los jueces decidan. Vivimos, ciertamente, perpetuamente empachados de separatismo y es bueno el bicarbonato de la inocencia ante la acidez de lo perverso. Como mínimo, es un placebo.

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