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Opinión

El busto de Rubalcaba

El símbolo de cómo andan las cosas en el PSOE es la efigie de Alfredo Pérez Rubalcaba. Virgen Santísima. Hay que tener mala idea

El busto de Rubalcaba
Pedro Sánchez destapa el busto de Rubalcaba. Europa Press

Sánchez no conoce la piedad. Igual expulsa de ese paraíso terrenal que es la ejecutiva a gente próxima a Iceta como Nuria Marín, presidenta de la diputación de Barcelona y alcalde de Hospitalet, o Carlos Ruiz, alcalde de Viladecans, que presenta un abominable busto que, dice, es Alfredo Pérez Rubalcaba. Que no se le parece ni por asomo es algo comprobable con mirarlo. Ya puestos, nadie que haya conocido al PSOE de antaño cree que se parezca al actual partido. Y eso que Pedrete se pasó el congresillo al ajillo hablando de socialdemocracia, como si con eso conjurase el hecho de estar gobernando junto a comunistas radicales, separatistas golpistas o, ¡ay!, herederos del crimen etarra por mucha lágrima de cocodrilo que derramen.

También hay quien dice que el socialismo de Felipe, patrocinado por Willy Brandt y abundantemente sufragado por la fundación Friedrich Ebert del SPD, fue solo dorar la pastilla para que el personal se olvidase de Largo Caballero y sus checas. Ahora los chicos de banderita roja e Internacional puño en alto vuelven por sus fueros, a saber, la consigna de Pablo Iglesias, su fundador, no el de la excoleta, cuando afirmaba que si las leyes no les permitían cumplir el sueño socialista, las desoirían y punto. Qué cosas.

No se me ocurre mejor imagen de lo que pasa hoy en día en este movimiento caudillista, totalitario y bolivariano que se mueve entre el PRI mejicano y los bolivarianos de Maduro

En medio de todo esto a lo mejor a algunos les parezca banal hablar del busto, horrendo referens, de Rubalcaba, pero no se me ocurre mejor imagen de lo que pasa hoy en día en este movimiento caudillista, totalitario y bolivariano que se mueve entre el PRI mejicano y los bolivarianos de Maduro. Rubalcaba no fue ni el santo que ahora se nos quiere hacer creer ni el demonio que algunos dijeron de él en vida. Era un Fouché, seguramente, pero pasiego, lo que le evitó no pocos problemas.

Digámoslo claro: a Alfredo, Sánchez le caía como una patada en salva sea la parte, y viceversa. Pero esto es España y aquí enterramos como nadie. De modo que ahora toca hablar del difunto gloria bendita, aunque se note la pelusilla de Sánchez, que sabe apretar las mandíbulas como un cuatrero de Texas al escuchar que se acercan los Rangers.

Quisiera pensar que el busto no se ha hecho a mala leche, que una mala tarde la tiene cualquiera, que igual se lo han encargado a los del museo de cera de Madrid, con perdón, o a la amable señora que restauró el Ecce Homo de Borja. Pero no me lo trago. La venganza de Pedrete es póstuma, que son las mejores, y ha decidido que nadie recuerde al finado ni en escultura. En viendo la composición de la llamémosla ejecutiva donde Iceta pierde peso, lo que acaso sea la primera vez que le pasa en la vida, uno está tentado de ver en esa reunión de amiguetes, turiferarios y sicofantas lo más parecido a un coro griego.

Porque ahí se irá para aplaudir a la búlgara, decir amén señor y, los más dotados por la oratoria, declamar en voz alta las bondades de líder, acaso en alejandrinos

Porque ahí se irá para aplaudir a la búlgara, decir amén señor y, los más dotados por la oratoria, declamar en voz alta las bondades de líder, acaso en alejandrinos. Para esto no hacen falta congresos ni ejecutivas. Uno teme que lo del busto no haya sido más que el primer paso para ir de cara a una ejecutiva compuesta por Su Pedridad y un número indefinido de bustos: Rubalcaba, Felipe, Guerra, y de ahí p’alante, porque igual incluyen a Alejandro Magno, Copérnico, Galileo, Newton, Bacall, Curie, Galdós, Marcial Lafuente Estefanía – ¡qué grande!- Teresa Cabarrús o el Gran Ramper. Aunque no tengan nada que ver, da igual.

El asunto es hacer bulto, que para pensar ya están Sánchez y su estrella ascendente, Félix Bolaños.
Y ya tendremos al PSOE cual cementerio plagado de estatuas de aquel terrible Comendador de Don Juan, ese que aparece para invitarlo a cenar con él al infierno. Aunque, conociendo el paño, dudamos mucho que Pedro Botero desee que Sánchez vaya a sentarse a su mesa. Porque el diablo, a diferencia de Casado, es muy listo y no se sienta con cualquiera. Mientras tanto, nosotros, nos hemos quedado de piedra.
Desde luego, el busto es suyo.

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