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Opinión

La extraña benevolencia de Borrell con la dictadura iraní

Josep Borrell en una imagen de archivo.

En la sesión plenaria del Parlamento Europeo celebrada esta semana pasada en Estrasburgo, el Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC), Josep Borrell, presentó el Informe Anual de la UE sobre Derechos Humanos y Democracia en el Mundo. En el extenso y pormenorizado documento en el que el Consejo se muestra muy exigente y crítico con las violaciones y deficiencias que en este ámbito tienen lugar en diversos países, sorprende el magro espacio -una página, 403 palabras- dedicado a una de las dictaduras más crueles y represivas del planeta, la República Islámica de Irán. Parece como si el Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE) quisiera pasar de puntillas sobre un tema que le resulta incómodo o como si este régimen criminal inspirase en la sede de la Plaza Schumann o bien una incomprensible simpatía o un incontrolable temor. Ambas posibilidades resultan extremadamente inquietantes.

En el Informe se dice textualmente que “La UE continúa prestando atención a los asuntos de derechos humanos en Irán en sus contactos bilaterales, incluso a alto nivel”. Veamos hasta qué punto esta frase es cierta o es pura retórica. La primera visita relevante que realizó el Alto Representante tras su nombramiento fue a Teherán en Febrero de este año, donde se entrevistó en un clima de gran cordialidad con el Presidente Rohani, con el ministro de Asuntos Exteriores Zarif y con el Presidente del Parlamento Larijani. Hubo fotografías luciendo amplias sonrisas, apretones de manos y fervorosas expresiones de buenos deseos y de fructífera colaboración.

En el comunicado de prensa posterior al encuentro, Borrell no hizo ni la más mínima mención de los siguientes puntos: 1) el derribo por parte de la Guardia Revolucionaria de un avión comercial ucraniano con la muerte de sus 176 pasajeros 2) el asesinato, también por la Guardia Revolucionaria y por otras milicias armadas, de 1500 manifestantes y el arresto de 12.000, subsiguientemente torturados y desprovistos de cualquier protección jurídica, durante las protestas de Noviembre de 2019 3) la masacre de 30.000 prisioneros políticos en 1988, enterrados posteriormente en fosas comunes, crimen contra la humanidad que está siendo investigado por organizaciones humanitarias internacionales y objeto de seguimiento por Naciones Unidas 4) los reiterados intentos de acciones terroristas preparadas contra miembros de la oposición en el exilio en Albania, Francia, Dinamarca y Holanda, frustradas por la policía o por los servicios de inteligencia de estos países, con expulsiones de diplomáticos iraníes y detenciones de sospechosos, que se encuentran a la espera de juicio y 5) la actuación de contingentes paramilitares equipados y sostenidos por Irán o de la propia Guardia Revolucionaria -Fuerza Quds- en los conflictos de Siria, Iraq, Yemen, Gaza y Líbano, donde cometen las peores atrocidades contra la población civil.

Borrell se ha puesto de perfil mostrando indirectamente su apoyo a unos de los peores enemigos de Europa y de Occidente. Inaudito

Ninguno de estos asuntos mereció ser comentado por Josep Borrell con sus interlocutores iraníes 'a alto nivel', poniendo de relieve que la supuesta atención que el SEAE da a los problemas de derechos humanos en Irán es pura filfa. Como colofón a esta inexplicable benevolencia con un sistema teocrático y totalitario que baña cotidianamente sus manos en sangre, el Alto Representante se ha puesto tácitamente de parte de los ayatolás en el enfrentamiento que éstos sostienen con Francia, Reino Unido y Alemania respecto al cumplimiento del acuerdo nuclear JCPOA. En vez de alinearse explícitamente con los tres Estados europeos, dos de ellos miembros de la UE, que exigen a la parte iraní el respeto a los términos del pacto, Borrell se ha puesto de perfil mostrando indirectamente su apoyo a unos de los peores enemigos de Europa y de Occidente. Inaudito.

Absurda complacencia

Personalmente puedo atestiguar que el Alto Representante se niega a escuchar sobre la cuestión iraní a nadie que no sea el personal del SEAE o a los mismos clérigos de la dictadura, cerrándose a cal y canto a recibir a cualquiera que pretenda presentarle otra perspectiva o proporcionarle datos útiles para ampliar su comprensión de un dossier tan complejo e infectado por las mentiras y ocultamientos del régimen durante décadas.

Las razones de esta extraña benevolencia de Josep Borrell, un político de bien ganado prestigio cuya trayectoria previa haría esperar de él un comportamiento muy distinto, con la dictadura iraní y sus crímenes, son un misterio. Es indudable que semejantes amistades no le benefician en absoluto y que a la hora de tomar posición entre la libertad y la opresión, entre la democracia y la tiranía y entre las víctimas y los verdugos, equivocarse de lado, más tarde o más temprano, se paga.

Mientras, la absurda y pusilánime complacencia del SEAE y de su máximo responsable frente a la inhumana barbarie del régimen que ostenta el récord mundial de ejecuciones per cápita y que somete a las mujeres a una discriminación degradante, no sólo no contribuye a moderar la agresividad del Líder Supremo Jamenei y sus adláteres, sino que la exacerba a la vez que prolonga y agudiza dolorosamente el sufrimiento del pueblo de Irán.

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