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Opinión

Hasta los bemoles

Gabriel Rufián en el Congreso.

Ambiente de fin de curso con suspenso general. Este Pleno del Congreso iba a ser el último de la fugaz XIII Legislatura, solemnemente inaugurada por el Rey el pasado 10 de mayo. Sin fumata blanca el martes por la noche para que se presentaran los apoyos precisos capaces de investir a un candidato, ni siquiera hubo el encargo por el Rey a candidato inexistente alguno y el próximo lunes, día 23 se desencadenará de modo automático una nueva convocatoria de elecciones generales al Congreso y al Senado a celebrar el 10 de noviembre. Así que este miércoles amanecía con todos los escaños caducados, en el aire. Sucede, además, que el sistema de listas cerradas y bloqueadas de candidaturas para cada una de las circunscripciones provinciales dejará al albur de las ejecutivas de los partidos la composición y el orden de las listas que se ofrecerán a los electores, de cuyas últimas voluntades al elegir las papeletas dependerá al final que los hasta ahora titulares terminen regresando al punto de partida. Si disueltas las Cámaras, diputados y senadores, excepto los que forman parte de la Diputación Permanente dejan de cobrar, de algo tendrán que vivir hasta diciembre, como dijo Pablo Echenique de Iñigo Errejón.

El orden del día del pleno, que se había iniciado el martes a las 15 horas, tenía el aire de una sesión habitual con asuntos de ordinaria tramitación como la toma en consideración de proposiciones de ley presentadas por Unidas Podemos para la derogación del plazo máximo previsto en la Ley de Enjuiciamiento Criminal relativo a la instrucción de las causas; la del Grupo Parlamentario vasco para la reforma del Reglamento de la Cámara respecto al control parlamentario de los acuerdos del Congreso sin fuerza de Ley. Otro apartado incluía proposiciones no de Ley del Grupo Parlamentario Socialista relativa a paliar los daños producidos por las inundaciones y otros siniestros; la de Unidas Podemos relativa al reconocimiento de la gratuidad del primer ciclo de la Educación Infantil. También otras mociones consecuencia de interpelaciones urgentes como la de Unidas Podemos relativa a la necesidad de declarar el estado de emergencia climática en España; la del Grupo Popular sobre la evolución de las cuentas públicas y la de Ciudadanos sobre la concesión de indultos a los líderes separatistas.

A las nueve de la mañana estaban pautadas las preguntas al Presidente y a los miembros del Gobierno en funciones en la denominada sesión de control. La primera la formulaba Pablo Casado, el líder del Grupo Popular. Quería saber si los españoles se merecían el espectáculo que estaba dando el Gobierno. O sea que consideraba “un espectáculo” inmerecido por degradante la situación política a que se ha llegado y que por supuesto se autoexcluía de estar formando parte de lo que denunciaba como si fuera ajeno a la representación. El caso es que desde el intento fallido de investidura concluido el 26 de julio, todos coincidieron en dejar de buscar soluciones o acuerdos y se entregaron a señalar culpables. En la segunda fase, ya casi en tiempo de descuento, la coincidencia de los “cuatro magníficos” fue absoluta. Se limitaron sucesivamente a proclamar el “yo no he sido”. Es decir, a rehuir responsabilidad alguna en la convocatoria de nuevas elecciones. Así lo entendió por fin al sentirse señalado Albert Rivera y de ahí su último movimiento del martes cuando finalizaban las consultas del Rey y optó por asomarse al balcón para proponer al líder del PP cogerse de la manita y convenir una abstención sub conditione que permitiera a Pedro Sánchez ser de nuevo candidato a una investidura en el Congreso de los Diputados.

Gabriel Rufián ha dejado de blandir objetos o exhibir camisetas reivindicativas para servirse de palabras percutientes como por ejemplo bemoles, buscando la rima asonante con otra muy jaleada. Calculen cómo estará el patio parlamentario para que nuestro Rufián se permita estar haciendo llamadas a la responsabilidad

El transcurso de la sesión vino a conformar que en el umbral de la nueva campaña electoral volveremos a los enconos y las exasperaciones que en nada favorecen los acuerdos a que después, cuando se proclamen los resultados insuficientes, sin mayoría para ninguna formación, se verán obligados. Por lo demás, la vicepresidenta en funciones, Carmen Calvo, aprovecho para descalificar a quienes la descalificaban, La portavoz del grupo popular, Cayetana Álvarez de Toledo confirmó su capacidad para el manejo del estilete. Subrayemos también que en medio del barulo se dejó ver con muy buenas maneras parlamentarias el ministro Luis Planas encargado también de la cartera de Política Territorial y Función Pública.

Vale un último apunte sobre el portavoz del Grupo Parlamentario de Esquerra Republicana de Cataluña, Gabriel Rufián, ducho en el manejo de la excentricidad para llamar la atención que ha dejado de blandir objetos o exhibir camisetas reivindicativas para servirse de palabras percutientes como por ejemplo bemoles, buscando la rima asonante con otra muy jaleada. Calculen cómo estará el patio parlamentario para que nuestro Rufián se permita estar haciendo llamadas a la responsabilidad. Quiso evocar a Estanislau Figueras, presidente de la I República, cuando dijo en un consejo de ministros donde abundaban los catalanes “señores les voy a ser franco estoy hasta los collons de todos nosotros”. Josep Pla lo contaba en su libro Madrid, el advenimiento de la República y apuntaba enseguida que en ese nosotros se traslucía la extremada educación de don Estanislau.

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