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Opinión

Begoña Villacís, la última víctima de Rivera

La vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, y el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, en Madrid.

Begoña Villacís e Inés Arrimadas son las dos cariátides, firmes y morenas, del tembloroso edificio de Ciudadanos. Sin ellas el partido sólo sería un ordenado grupo de gente gris, un abogado del Estado, una voz que vibra desde Toledo, un señor que vino de Coca-cola, todos ellos conducidos por un líder vehemente, intuitivo y colérico. Luego está María Castiella, que merece pieza aparte.

Villacís es la número dos del equipo mixto y bifronte que lidera José Luis Martínez-Almeida en el Ayuntamiento madrileño. Es la referencia de Ciudadanos en la capital de España y uno de sus activos más notables. Algo, sin embargo, ha cambiado en este escenario desde que se produjo el gran vuelco político político en la plaza de Cibeles.

Tras la defenestración de Manuela Carmena y el aterrizaje del nuevo gobierno de centroderecha, la relevancia de Villacís ha perdido algo de brillo. Su papel en el organigrama municipal no es menor. Es la vicealcaldesa, un rango de campanillas y un cargo que hasta ahora no existía. Tiene su agenda a rebosar, se mueve de forma infatigable y comparece ante los medios con solícita frecuencia. Pero, como algunos delanteros centro frustrados, ahora no encuentra hueco para chutar a puerta.

El alcalde Almeida ni tiene afán protagónico ni propina codazos para plantarse ante las cámaras. Comparte espacios con Begoña, reparte juego, nadie lo pone en duda

"Almeida es mucho Almeida y es difícil arañar protagonismo cuando tienes a un alcalde como él, que está en todas partes, es incansable y lo hace muy bien", comenta un veterano del Ayuntamiento. El alcalde ni tiene afán protagónico ni propina codazos para plantarse ante las cámaras. Comparte espacios con Begoña, reparte juego, nadie lo pone en duda. "Quizás es Cs, en su propio partido donde deberían proyectarla más, apostar por ella en esta nueva etapa", señala una fuente naranja. 

Albert Rivera, con quien Begoña mantiene una afable relación, podría haberla incorporado a la lista al Congreso por Madrid, igual que ha hecho Pablo Casado con Almeida, a quien ha reclutado para cerrar la candidatura. Un gesto simbólico, un reconocimiento intramuros y extramuros. Ha preferido Rivera darle ese puesto a Fernando Savater, que llega con los restos de UPyD pero sin Rosa Díez. "A Begoña le habría venido muy bien aparecer en la lista, recuperaría visibilidad, algo de prestancia porque ahora está muy eclipsada, y esto va a ir a peor", según esta fuente. Rivera no quiere. Entre otras cosas, porque Andrea Levy, por ejemplo, dejó su escaño en la Cámara Baja para dedicarse de lleno a la Concejalía de Cultura, posiblemente el principal activo con el que cuenta el PP en el Ayuntamiento para desenmascarar a la izquierda. 

El debate decisivo

Ciudadanos se hunde en las encuestas, emergen los nervios, los reproches silentes, las recriminaciones con sordina. "Begoña tuvo mala suerte porque el tramo final de la campaña de mayo coincidió con el tramo final de su embarazo y ni siquiera pudo comparecer en el debate televisivo", dicen esas fuentes. Un debate crucial en el que Almeida puso al descubierto las enormes falencias de Carmena, su absoluto desconocimiento de los asuntos clave del Ayuntamiento, su falta de gestión y de proyecto. Se quedó sola, aferrada titubeante a sus magdalenas.

Ese choque televisivo resultó fundamental para el resultado final de los comicios. El PP le sacó a Ciudadanos casi cien mil votos el 26-M cuando en las generales apenas le había superado en veinte mil. Comentan en Cs que Rivera torció el gesto al enterarse de que Begoña no podía comparecer en el debate. Maldades de partido. "Un imponderable de los que se te cruzan en tus planes y te hacen polvo", dicen estas fuentes.

"Ni debate, ni embarazo. El problema de Begoña es el de siempre con Albert", dicen estas fuentes ponzoñosas. Es un 'daño colateral' más de los extraños designios de Rivera, virtuoso del zigzag y rey de los bandazos. Explican que ya ocurrió lo mismo con Arrimadas, que se sintió poco apoyada tras asumir el puesto de portavoz nacional. Venía cada lunes a Madrid, soltaba el rollo en la sede de Ventas y poco más. Parecía desasistida, casi ignorada, como un zombi predicando en el desierto. Su salida de Barcelona ha consumado ese desvanecimiento latente.

Incluso circulan versiones de que pretenden mandarla a Andalucía, a disputarle a Juanma Moreno la presidencia de la Junta. Ella se ríe. Ya pasó con Jordi Cañas, con Carlos Casrrizosa, con Juan Carlos Girauta... por no mencionar a los socialdemócratas de Luis Garicano, como Roldán, De la Torre, del clan de los arrogantes, que abandonaron el partido con la excusa de la derechización.

Los demóspocos dibujan un panorama poco confortable para Rivera este 10-N. Incluso el propio líder ha hablado de renuncias si todo sale estrepitosamente mal. "El capitán, el viento y las olas arrastran a Ciudadanos en direcciones tan diferentes", se diría parangonando a George Buchanan en su sátira a los franciscanos. Villacís es tenaz y luchadora. Algo tendrá que inventarse para no perder pie en este tiempo que acaba de estrenar en el Consistorio. Decía un retórico del pasado que su oficio consistía en que las cosas pequeñas parecieran grandes. A ello se pondrá, si Rivera no lo impide. Los dioses celestes ya se sabe que apenas se preocupan de lo que hace el género humano. 

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