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Opinión

Ayuso-Aguado: los nuevos Roper en la casa de los líos

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, suele decir que España no ha tenido un Ejecutivo de coalición por primera vez en su historia porque hubiera sido inviable la coexistencia de dos gobiernos en miniatura haciéndose la competencia: uno formado por los ministros del PSOE y el otro con los de Podemos. Obviamente, se trata de una excusa, pues Sánchez nunca trabajó en serio para que esa coalición viera la luz. Sin embargo, su comentario encierra una triste realidad: muchos de los gobiernos de coalición que existen en nuestro país son un auténtico desastre desde el punto de vista de la coordinación y la eficacia.

El ejemplo más vistoso de ello es el Gobierno de la comunidad de Madrid, formado por el Partido Popular y Ciudadanos y presidido por Isabel Díaz Ayuso. Quienes conocen bien los entresijos del palacio de la Puerta del Sol hablan de una situación inédita, con dos gobiernos completamente diferentes donde cada uno va por su lado, apenas existe la comunicación y, lo que es peor, con frecuencia los consejeros de PP y Ciudadanos compiten entre ellos para atribuirse las iniciativas más vistosas del Gobierno, llegando hasta el ridículo de asistir por separado y sin avisar a ciertos actos con el exclusivo interés de salir en la foto.

Líder naranja, cargos azules

Otro problema creciente en el Ejecutivo de Díaz Ayuso es la incomodidad de algunos consejeros de Ciudadanos con buena parte de sus altos cargos, procedentes en muchos casos de gobiernos anteriores del Partido Popular. Y es que, ante la falta de personal con experiencia para cubrir todos los puestos, al final los naranjas no han tenido más remedio que heredar el equipo precedente... si bien no se fían del todo.

Un caso paradójico es el del propio vicepresidente, Ignacio Aguado, líder de Ciudadanos en Madrid y teóricamente portavoz del Gobierno regional pese a no controlar la Dirección General de Comunicación, que depende de la consejería de Presidencia y donde los principales puestos están ocupados por gente del PP.

Otro caso singular es el del consejero de Transportes, Ángel Garrido, quien llegó a presidir la Comunidad de Madrid tras la caída de Cristina Cifuentes y que justo antes de las elecciones se pasó a Ciudadanos. Garrido es visto por sus antiguos compañeros de partido como un traidor y algunos de ellos, con los que ahora comparte Gobierno, ni siquiera le dirigen la palabra.

El viejo PP sigue controlando los hilos de la Comunidad de Madrid, algo que inquieta a Ciudadanos por lo que pueda pasar en el futuro

Los ejemplos y las anécdotas darían para escribir un libro, pero quizás lo más grave es que se tiene la sensación de que poco ha cambiado en la Comunidad de Madrid con la incorporación de Ciudadanos. "En realidad siguen manejando los hilos los mismos que lo llevan haciendo desde hace 24 años", asegura una fuente del Gobierno regional.

Y la sospecha de que el viejo PP de Madrid, que tanto ha sucumbido a la corrupción en el pasado, siga haciendo de las suyas está muy extendida. De hecho, en apenas dos meses de trabajo ya han tenido que dimitir varios altos cargos salpicados por prácticas no muy edificantes: un secretario general de Sanidad imputado en el caso Púnica, la presidenta de Avalmadrid por los tejemanejes en esta entidad y la directora general de Educación Concertada, atrapada en el escándalo de las tesis doctorales plagiadas.

De hecho, fuentes de Ciudadanos auguran poco futuro a este ejecutivo de coalición con el PP porque antes o después saltará algún escándalo del que no será fácil zafarse. E incluso se empiezan a lamentar en privado de no haber apostado por el PSOE en la política de alianzas y no haber hecho presidente a Ángel Gabilondo.

El caso de Castilla y León

Situaciones parecidas se están produciendo en otro importante Gobierno compartido por PP y Ciudadanos, el de la comunidad de Castilla y León, donde el presidente Alfonso Fernández Mañueco tiene que lidiar con un vicepresidente, Francisco Igea (Ciudadanos), que antes de las elecciones se mostró abiertamente partidario de pactar con el PSOE. En Valladolid tampoco se descarta que este matrimonio de conveniencia acabe saltando por los aires antes de tiempo, si bien es cierto que Mañueco está sabiendo romper con el pasado a pesar de que la corrupción no ha sido un gran problema en el PP de su región.

Por el contrario, un caso de Gobierno PP-Ciudadanos donde sí parece que las cosas estén funcionando con cierta normalidad es el Ayuntamiento de Madrid. El alcalde, José Luis Martínez-Almeida, ha trabado una muy buena relación con su vicealcaldesa, Begoña Villacís, y de momento no han surgido grandes disputas entre ellos. Son la excepción que confirma la regla: en España todavía hay mucho que aprender en materia de coaliciones de Gobierno.

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