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Opinión

Arzalluz, un nacionalista adelantado a su tiempo

Arzalluz, un nacionalista adelantado a su tiempo

El nombre de Xabier Arzalluz nunca podrá faltar en la historia de la Transición Española, porque sin su presencia como obstáculo incómodo, tenaz y rocoso, nos faltarían muchos datos fundamentales que necesitamos para comprender lo difícil que fue traer esta democracia que vemos despreciar ahora con tanta frivolidad.

Ni era su Estado ni su democracia, pero tuvo la inteligencia de saber que en aquel proceso tenía que estar en primera línea. No por el bien de España, que poco le importó y que nunca disimuló que así fuera, sino para poder convertir al partido jeltzale (el PNV, el verdadero objeto de su dedicación y de su vida) en el hegemónico, hasta confundirlo con el propio país, como buen nacionalista.

España no era ni su Estado ni su democracia, pero tuvo la inteligencia de saber que en el proceso de la Transición había que estar en primera línea

Todos le leímos o escuchamos, pero él, como buen nacionalista, habló básicamente para los suyos, por eso le molestaba tanto que -como decía- luego se sacasen sus palabras de contexto. Y tenía razón, porque las suyas no eran palabras para todos los vascos, ni menos aún para el resto de los españoles. Eran palabras para los únicos suyos, para los jeltzales del PNV y solo para ellos. Para el contexto de quienes preferían el viejo concepto sabiniano de burujabetasuna y jaleaban entonces su desprecio por la “virguería marxista” de la autodeterminación.

Lenguaje político

Al revisar sus declaraciones, como tendremos oportunidad de hacer estos días, veremos también a un hombre que ya manejaba diestramente el lenguaje político del mismo modo en que se hace hoy: con mensajes cortos, rotundos, maniqueos, definitivos y agresivos. Un experto en Twitter antes de Twitter, un adelantado a su tiempo.

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