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Opinión

Arrimadas se topa con la santísima trinidad

Diez días ha tardado Pedro Sánchez en traicionar a Inés Arrimadas. O casi habría que decir que diez días ha necesitado la nueva líder de Ciudadanos para descubrir que el presidente del Gobierno no es de fiar.

Esos diez días son los que van del miércoles 6 al sábado 16 de mayo. Desde la votación en el Congreso de los Diputados donde se aprobó la última prórroga del estado de alarma hasta el día en que Sánchez anunció en su alocución sabatina que la próxima vez pedirá "alrededor de un mes" más.

Todo comenzó la primera semana de mayo, cuando Arrimadas se dispuso a consumar el volantazo que desde hacía días se atisbaba en algunas de sus actitudes y opiniones. Convencida de que la cerrazón de Albert Rivera a pactar con Sánchez en 2019 fue lo que provocó la catástrofe de las elecciones de noviembre, la política catalana se puso a enmendar los errores del pasado lanzándole un salvavidas al presidente del Gobierno para sacar adelante la prórroga del estado de alarma, y así aprovechar la ocasión para marcar perfil propio frente a la abstención del Partido Popular y el voto en contra de Vox.

Muchos dentro de su partido le afearon esa decisión. Entre ellos, Marcos de Quinto, uno de sus diez diputados. Le advirtieron no sólo de que salvar a Sánchez en su peor momento tendría consecuencias dramáticas para los naranjas, sino también de que el presidente del Gobierno tenía un largo historial de traiciones, como innumerables veces comprobó en carne propia Rivera.

Pese a ello, Arrimadas, con la legitimidad que le da el respaldo mayoritario de sus compañeros en las primarias de marzo, quiso arriesgarse con la esperanza de que Ciudadanos pasase a ser el nuevo socio privilegiado del Gobierno en detrimento de los independentistas catalanes.

Primera puñalada

Pero Arrimadas jamás imaginó que la traición llegaría tan pronto. De hecho, el presidente le comenzó a apuñalar ya el martes 12. Ese día ambos celebraron la primera de las reuniones pactadas en su acuerdo de la semana anterior. Y lo insólito fue que, apenas unas horas después de esa conversación, La Moncloa filtró que el Gobierno barajaba pedir un mes más de estado de alarma en lugar de los habituales 15 días solicitados hasta entonces. Arrimadas se sintió completamente estafada, porque nada de ello le había anticipado Sánchez. Y esa noche se acordó más que nunca del difunto Rivera. 

No obstante, en la dirección de Ciudadanos, aferrándose a un clavo ardiendo, interpretaron la filtración como un globo sonda del Gobierno sin mayor recorrido. Nada más lejos de la realidad: el sábado salió Sánchez ante las cámaras de televisión para confirmar que este miércoles pedirá una nueva prórroga, que espera que sea la última, de "alrededor de un mes". Y, para colmo, según se supo el mismo día, para sacarla adelante en el Congreso de los Diputados está negociando con Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), partido con el que supuestamente había roto para liarse con Ciudadanos pero al que parece que ahora recupera como socio.

Segunda puñalada

Por si todo eso no fuera poco, Arrimadas tuvo la jornada anterior, día de San Isidro, otra prueba de cómo se las gastan en La Moncloa: el Gobierno dejó a la Comunidad de Madrid en la famosa fase 0 de la 'desescalada' a pesar de que su ejecutivo regional, integrado por Ciudadanos, sí considera que está preparada para pasar a la fase 1.

El problema no es que el Gobierno deje a Madrid en la fase 0, el problema es que lo hace sin aclarar qué umbrales de qué criterios está incumplimiento exactamente la región y, sobre todo, que es el propio vicepresidente de la Comunidad, Ignacio Aguado, compañero de partido de Arrimadas, el que considera que se trata de una decisión política y arbitraria. Si el apoyo del PNV le permitió a Íñigo Urkullu sacar al País Vasco de la fase 0, y eso que Vitoria ha sido uno de los principales focos de la epidemia, los votos naranjas ni siquiera han servido para que Madrid obtenga un trato similar.

Por tanto, Sánchez se ha reído varias veces de Arrimadas en apenas diez días. Y la pregunta es: ¿insistirá la presidenta de Ciudadanos en su apoyo a la prórroga del estado de alarma a pesar de que se pretende hacer por un mes, periodo altamente cuestionable desde el punto de vista constitucional, y mientras se abusa del mismo para tomar decisiones arbitrarias, como ha denunciado Aguado?

Veremos qué hace finalmente Arrimadas, si bien se sospecha que optará por la abstención para no seguir haciendo el ridículo, lo cual no impedirá la renovación del estado de alarma y, por tanto, supondrá una nueva victoria de la santísima trinidad que dirige en estos momentos los designios de 47 millones de españoles: Pedro Sánchez, Pablo Iglesias e Iván Redondo. Tres personajes que ahora mismo funcionan como uno solo y que han convertido la política española en una partida de ajedrez.

La estrategia está clara: fomentar el miedo y, cabalgando a lomos de la prudencia, la precaución y el supuesto consenso de los expertos, ganar tiempo para poner en marcha su modelo de país

Obsesionados por la estrategia, se comportan como guionistas de una serie de Netflix y andan jugando con los plazos sabedores de que en política el control del tiempo es lo más importante. El problema es que mientras ellos andan inmersos en su permanente partida, partiéndose de risa cada vez que consiguen una jugada maestra, miles de personas ya han perdido la vida y otras miles, por no decir millones, van a perder su empleo.

¿Y por qué han dejado tirada a Arrimadas y la han cambiado de nuevo por Esquerra? Pues porque lo que ella ha pedido (fin de los abusos y vuelta a la normalidad cuanto antes) no se lo pueden dar todavía. La santísima trinidad ha decidido que necesita más tiempo, y eso incluye seguir fomentando el miedo entre la población y, cabalgando a lomos de virtudes tan poco reprochables como la prudencia, la precaución y el supuesto consenso de los expertos, comenzar a poner en marcha el modelo de país que les permita primero contener a las masas y luego sobrevivir políticamente a la catástrofe que se avecina.

Al margen de la UE

Sólo así se puede entender que, mientras Europa sale ya del túnel de esta epidemia, en España el Gobierno quiera más semanas de calvario con limitaciones extraordinarias de los derechos fundamentales. Sánchez, Iglesias y Redondo han decidido que los españoles sigan secuestrados una temporadita más a la vez que todos nuestros vecinos se ponen las pilas para activar sus economías y abrir las fronteras. Y, lo que es peor, tampoco podremos ser visitados por ningún europeo porque, contra el criterio de Bruselas, se va imponer una cuarentena a todo aquel que ose pisar nuestro territorio. 

España transita pues por un sendero peligroso y al margen de sus socios comunitarios. Sólo caben dos opciones: o tenemos el Gobierno más listo de Europa, o pasaremos a la historia por haber cavado nuestra propia tumba. Tal y como está el continente, no hay que descartar ninguna de las dos hipótesis pero, si tenemos en cuenta cómo ha actuado hasta ahora nuestro Ejecutivo, lo más probable es que acabe pasando lo segundo.

Por eso, cuando Sánchez dice que esta es "la última prórroga del estado de alarma" y que será de "alrededor de un mes", hay que ser muy iluso o muy cafetero para tragarse sus palabras sin ningún cuestionamiento. Con la trayectoria que tiene a sus espaldas, lo más sensato es pensar que ni será su última petición de prórroga ni durará sólo 30 días. Si Arrimadas quiere creerle de nuevo, está en su derecho: cada uno es libre de suicidarse como prefiera.

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