Opinión

Pero Arrimadas, ¿por qué te suicidas de esta forma?

"Que nadie olvide que a Inés Arrimadas muchos la vitorearon por el mero hecho de leer discursos con tono vehemente en el Parlament. Nadie observó que no era mucho más; y eso es, en realidad, muy poco".

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Inés Arrimadas, presidenta de Ciudadanos, en el Congreso. EFE

No han pasado tres meses desde que los epidemiólogos de cabecera en Moncloa culparan a las cenas navideñas de la tercera ola de covid-19 cuando se ha producido un terremoto político que enviará a las urnas, al menos, a los ciudadanos madrileños -si es que finalmente hay elecciones, claro-. Todo, con un pequeño porcentaje de la población inmunizada. La salud sólo es importante cuando sirve para mantenerse firme en las encuestas o para atacar al adversario político. Ése es el nivel de esta España carcomida.

El origen del seísmo de este miércoles se encuentra en esta ocasión en la sede de Ciudadanos, que ha sido el que ha cambiado su parecer en la Región de Murcia y el que provocará la caída del Gobierno del Partido Popular. Nada sorprende a estas alturas con respecto a la formación naranja, que se definió en su día como liberal y eso provocó que unos cuantos directores de periódico cayeran rendidos a Albert Rivera, sin hacerse más preguntas sobre su lecho ideológico e intelectual y sus intenciones y las de quienes le rodeaban. Los que, por ejemplo, eligieron a la ínclita Silvia Clemente -por algún motivo inexplicable- para hacer un paripé lamentable en Castilla y León.

Pero la realidad es tozuda y tarde o temprano se vio que la casa naranja estaba construida sobre cimientos inconsistentes. Sin bases y sin un discurso coherente, el edificio se desmontó con la primera tempestad seria que sufrió, que fueron las pasadas elecciones generales.

Que nadie olvide que a Inés Arrimadas muchos la vitorearon por el mero hecho de leer discursos con tono vehemente en el Parlament. Nadie observó que no era mucho más; y eso es, en realidad, muy poco. Esta misma política ha provocado este miércoles que varios gobiernos autonómicos se hayan desestabilizado. Sin duda, en 'el mejor momento posible': el año del coronavirus.

Arrimadas y la 'partidocracia'

El harakiri de Arrimadas y los severos daños colaterales que ha provocado vuelven a demostrar que, en este país, la política camina sobre una superficie distinta a la que pisan los ciudadanos. Los juegos de poder y las pajas mentales demoscópicas son actualmente más importantes que la resolución de los problemas. Y no son pocos en la España contemporánea, donde han fallecido 70.000 personas en el último año, cientos de miles de trabajadores han perdido su empleo y un millón se encuentran en un Expediente de Regulación del Empleo (ERTE) del que sólo saldrán para irse al paro. Porque, como denunciaba hace unas semanas Lorenzo Amor (presidente de los autónomos) en una entrevista a este periódico, hay empresas que están conectadas a un respirador, a la espera de la extremaunción y la noticia inevitable.

Todo eso es indiferente. Los partidos han decidido desestabilizar gobiernos y enviar a los ciudadanos a las urnas en mitad de la peor pandemia en un siglo. En las próximas semanas, hablarán de la seguridad de las colegios electorales -en caso de que se vote- y sus terminales mediáticas incidirán en la escasa probabilidad de que se contagien los miembros de las mesas (sin vacunar), al contrario que en Navidad, cuando convenía decir lo contrario. Nunca antes el relato había sido guionizado por caraduras mayores.

Con estos bueyes hay que arar. Hoy, la política ha vuelto a imponerse al sentido común y eso renovará gobiernos, pero no solucionará ninguno de los graves problemas de esta España decadente e ingobernable. Por su culpa, claro está.

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