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Opinión

Aprender del fracaso

Sánchez y Casado

Vivimos en la era de la inmediatez, la nueva medida del tiempo es el instante, tanto es así que los laboratorios de tendencias aseguran que en un futuro próximo las fortunas no se medirán en dinero, ni en oro, sino en tiempo. Esta afirmación seguro la comparten muchos de los actuales líderes políticos, porque es justo lo que más anhelan.

Hacer política hoy no es fácil; lo han demostrado diversos aspirantes a políticos profesionales que tuvieron graves errores en sus primeras declaraciones o que pensaron que el filtro que les permitía tener prestigio en otras profesiones era el mismo que en la esfera pública; por el contrario, tuvieron que dar explicaciones, algo impensable en otras actividades profesionales.

Ambas ideas convergen en una misma dirección, una reflexión sobre la máxima pena en política, la asunción de responsabilidades llamada dimisión. Una palabra que se ha banalizado, disparada con gatillo flojo a la mínima ocasión. Esta vez le ha tocado a Pablo Casado.

Corría el año 2009 cuando un jovencísimo Albert Rivera fue apuntado con el artefacto. Cs se había presentado a las elecciones europeas con Libertas con un resultado electoral paupérrimo. Rivera llevaba tres años al frente de un partido nuevo que luchaba por consolidarse en el espacio no nacionalista catalán. Diez años después, Rivera es un líder nacional fuerte que pelea por arrebatarle el liderazgo del centro-derecha al PP.

Todos los presidentes del Gobierno, a excepción de Suárez y Zapatero, consiguieron sus victorias electorales a la tercera, lo que demuestra que la construcción de los liderazgos se hace desde la oposición

Corría el año 2015 cuando el recién elegido secretario general del PSOE obtuvo el peor resultado de la historia reciente de los socialistas. Pedro Sánchez llevaba apenas un año al frente del partido y el latigazo de la dimisión generó portadas y ruidos que no cesaron hasta el Comité Federal del 1 de octubre, cuando finalmente lo hizo. Hoy es el líder socialdemócrata con más apoyo de toda la Unión Europea y ha ganado las elecciones generales con amplio margen.

Analizando la ronda de contactos que ha tenido lugar en Moncloa, tanto Rivera como Sánchez y Casado muestran que la curva de aprendizaje para un político es tan vital como para un cirujano, una metáfora que ha señalado acertadamente Feijóo, en aparente clave de barón con aspiraciones. Casado, en un momento de gran debilidad, ha mostrado inseguridades, titubeos y desconcierto, cuando tras nueve meses al frente del partido ha tenido que lidiar con el peor resultado de su organización. Sin embargo, Sánchez y Rivera muestran la solidez de dos líderes consolidados que han aprovechado el tiempo que, también gracias a sus fracasos, les ha permitido crecer y fortalecer sus respectivos liderazgos.

Todos los presidentes del Gobierno, a excepción de Suárez y Zapatero, consiguieron sus victorias electorales a la tercera. Este hecho muestra que el electorado deja que la construcción de los liderazgos se haga desde la oposición, sin responsabilidades de gobierno ni presupuestarias, con una única tarea, construirse a sí mismos. Casado, ganador de las primeras primarias del PP debe saber reconstruirse tras un fracaso, una de las situaciones de las que más se aprende en la vida, mientras se instruye en la difícil tarea de liderar una organización, genera un liderazgo propio y encuentra su estilo.

La política es una picadora de carne. Esta afirmación se escucha en boca de muchos de sus hacedores de forma habitual, porque cuando los electores envían a un político a la oposición a construir su proyecto la coyuntura es aprovechada por enemigos y adversarios para librar batallas internas y para conseguir lo que no se obtuvo en otras circunstancias. La política es compleja, no es un oficio fácil; se trata de resolver problemas complejos, gestionar el dinero público, mejorar la vida de los ciudadanos y saberlo comunicar. A la política se viene aprendido, exclaman algunos, pero la historia nos demuestra que las urnas reservan lecciones muy valiosas en la oposición. Saber y tiempo, las fortunas de nuestro tiempo.

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