Opinión

Antifranquistas póstumos

Veremos si el lema proclamado de las campañas de Donald Trump, el Make America Great Again (MAGA), devuelve a América a una edad de oro

  • Donald Trump en su comparecencia por el accidente aéreo -

“En España siempre ha habido mucho antifranquista póstumo”, como acaba de recordarnos Víctor Márquez Reviriego, inolvidable redactor jefe del semanario Triunfo. Y es que, cuando entonces, para impulsar la transición y traer la democracia, faltaban brazos y, así, todo el que se dejaba ver era bienvenido si lo hacía para sumarse, sin que se le exigiera abjurar de su procedencia ni tener que ocultar al servicio de quién había labrado sus prosperidades. Eran los que buscaban la convalidación. Los que nos decían “¿te acuerdas cuando nos manifestábamos reclamando la amnistía y acabábamos en la Dirección General de Seguridad?” Los que se afanaban en expedir patentes de demócratas a los pícaros del franquismo. Los mismos a los que, alguna vez, saturados del travestismo insufrible del que hacían gala, tuvimos que replicarles: “Sí, me acuerdo, pero tú no estabas ahí”.

Entre tanto, deberíamos leer en alta voz para que dotarle de mayor nivel de pregnancia el artículo de Aurora Nacarino-Brabo ¿Año de Franco? ¡Trienio de la reconciliación!, donde nos recuerda que en ningún sitio está escrito que, a la muerte de un dictador, deba suceder la libertad y que la democracia fue una conquista acometida a lo largo de tres años en mitad del ruido de sables y contra varios terrorismos que, lejos de dar tregua alguna, multiplicaron sus asesinatos. También ha de resaltarse la importancia clave que tuvo la tarea del Rey Juan Carlos al conseguir el cambio de lealtades de las Fuerzas Armadas, que pasó del franquismo a la democracia. A pesar de que el Generalísimo les había confiado la perennidad del régimen al prometer en mayo de 1962 en el cerro de Garabitas aquello de que “todo quedará atado y bien atado, bajo la guardia fiel de nuestro Ejército”.

Permanezcamos atentos para observar hasta dónde las amenazas del nuevo presidente quedan reducidas a meras fanfarronadas o empiezan a ponerse en práctica

De vuelta al momento presente, la colisión aérea registrada sobre el río Potomac, en las inmediaciones del aeropuerto Reagan de Washington, ha descubierto también cuánto trumpista adelantado andaba entregado preparando la segunda victoria de nuestro Donald en Estados Unidos. Una victoria que algunos van a tener que apurar hasta las heces. En todo caso, permanezcamos atentos para observar hasta dónde las amenazas del nuevo presidente quedan reducidas a meras fanfarronadas o empiezan a ponerse en práctica y, si así fuera, en qué momento Canadá, México, Dinamarca o la Unión Europea deciden abandonar la táctica del avestruz y dejan de esconder la cabeza debajo de ala y pasan a enterarse de que su mayor enemigo directo es el que venía figurando como su aliado principal. La solución, como ha sentenciado El Roto en su viñeta del 13 de enero, consiste en que, si tu anterior aliado se convierte en tu nuevo enemigo, procedas a hacer de tu enemigo anterior tu nuevo aliado. Habríamos llegado así a le renversement des alliances, cuyo mejor ejemplo tenemos en el Tratado de Versalles de 1756.

Veremos si el lema proclamado de las campañas de Donald Trump, el Make America Great Again (MAGA), devuelve a América a una edad de oro porque, según la fecha que se eligiera para fijarla Washington quedaría obligada a la retrocesión de una gran parte del territorio actual de los USA a México al que en su día se lo arrebataron. De manera que el resultado del MAGA pudiera terminar dejando a la América de Trump triste y sola, igual que se queda Fonseca al terminar el curso en la Universidad de Santiago de Compostela, según cantan los de la Tuna. Continuará.

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