Opinión

El ansiolítico en el cole: las matemáticas socioafectivas

Una alumna de primaria

Tan solo un informe sobre el rendimiento académico de nuestros jóvenes españoles ha bastado para que nuestro Gobierno pase de querer eliminar las matemáticas del plan escolar, a hablarnos de la necesidad de unas matemáticas socioafectivas.

Ya que el idioma que hablan nuestros políticos hay que descifrarlo, como si de la piedra de Rosetta se tratara, voy a intentar explicar en qué consiste esto.

Las incalculables reformas del sistema educativo de los últimos años acaban insistiendo en evitar a toda costa la frustración de los chavales, aunque sea eliminando la obligación de repetir curso a aquellos que no aprueben, es decir: si no llegan al nivel mínimo requerido no importa, puesto que hoy en día no tener un conocimiento mínimo o suficiente no se puede considerar impedimento para que alguien obtenga su título. La finalidad ya no es aprender, es no frustrar a los niños.

Podríamos pensar que al ver las notas en matemáticas obtenidas por los alumnos españoles y contemplar el desastroso nivel, en comparación con el resto de europeos, el Gobierno se ha dado cuenta de que nuestro sistema es deficiente y ha decidido reforzar las materias fundamentales.

Pues nada más lejos. Reforzar y premiar a los profesores que enseñen matemáticas socioafectivas significa que hay que enseñar unas matemáticas que no provoquen ansiedad a los alumnos. Seguimos con el plan antifrustración, que ya vemos lo bien que funciona. Se pretende que los alumnos puedan entender esta materia desde un punto de vista más cercano, con situaciones cotidianas donde son aplicables.

Si eliminamos la ansiedad, los chavales aprenderán matemáticas con facilidad y convertiremos nuestro país en la fábrica mundial de Pitágoras

¿No se supone que el informe PISA lo que revela es que el nivel es desastroso? Pues sí, pero el Gobierno prefiere fijarse en que el nivel de ansiedad que las matemáticas provocan a los alumnos españoles duplica los niveles de alumnos de otros países, de manera que, con esta sabiduría celestial que muchos somos incapaces de entender, estos políticos tan progresistas aseguran que el fracaso se debe a la ansiedad, así que si eliminamos la ansiedad, los chavales aprenderán matemáticas con facilidad y convertiremos nuestro país en la fábrica mundial de Pitágoras.

Llegados a este punto, lo que no entiendo es por qué no se les incluye en el menú a los niños en edad escolar un ansiolítico en el desayuno y otro en la merienda y arreglado. Nos saldría mucho más económico que premiar y hacer planes formativos para que nuestros profesores aprendan a enseñar a sus alumnos a amar las matemáticas.

Esto de amar las matemáticas y llevarlas al plano cotidiano puede sonar muy bien en un principio, pero es totalmente absurdo cuando tratamos de trasladar el cálculo de una integral o hacer ecuaciones entre senos y cosenos, al carro de la compra del supermercado. Porque sí, es cierto que hay cosas que aprendemos y algunos no vamos a volver a usar en el día a día jamás, pero, ¿dónde ponemos entonces el mínino necesario? ¿No es necesario saber hacer una raíz cuadrada? ¿No es necesario saber la tabla de multiplicar del 9? ¿No es necesario saber hacer una regla de tres? Igual para muchos ni siquiera será necesario saber sumar 2 más 2.

Me veo con 16 años ahora entrando en la sala de juegos recreativos que había frente a mi colegio. Allí estaba mi amigo Patxi, sentado en un escalón, con la carpeta apoyada sobre las piernas, un montón de folios encima y el bolígrafo en la boca.

-Hola, Patxi, ¿qué estudias?

-Frustración vital con pérdida de estima personal.

-¿Matemáticas?

-¿Qué si no?

-Pues ahí no te puedo ayudar, si no queremos perder la estima los dos.

Me senté a su lado y, entre risas, tratamos de descifrar por qué infinito menos infinito era una indeterminación. Al final, llegamos a la conclusión de que era mejor no entenderlo, solo aprenderlo porque sí. Tal vez algún día encontraríamos la respuesta a ese por qué. Mientras llegara ese día, confiábamos en que nos resultara suficiente saber responder cuándo la solución era indeterminada, para así aprobar los exámenes y que Patxi algún día pudiera estudiar Bellas Artes y ser un gran fotógrafo y yo... Bueno, yo solo quería que nadie me quitara el récord en el Tetris.

Evidentemente, poco tiempo después alguien me quitó el récord en la máquina del Tetris y mucho tiempo después entendí lo que es una indeterminación, cuando alguien que te dice que te quiere infinito, al día siguiente te ignora infinito. Benditas matemáticas.

Tal vez así es más fácil que sigan votando a políticos que dicen que se preocupan por el precio de la vivienda y que hay que imponer, a quien tiene una, que la venda o alquile al precio que les venga en gana, en lugar de pensar que lo de los bancos es abusivo

Me resulta curioso que parezca que ahora los chicos sufren unos niveles de ansiedad y de estrés como nunca antes, cuando todos nos hemos visto más o menos en esa situación de enfrentarte a algo que te parece imposible de entender, realizar o superar, pero, con empeño y esfuerzo, lo consigues (o con clases particulares quien se las podía permitir, que viene a ser lo mismo, pero a base de que tus padres subvencionen las copas del fin de semana de un universitario que viene a tu casa una o dos veces por semana, a darse de cabezazos contra la pared para que no se los tenga que dar tu padre).

Quizá todo este teatro montado para anteponer la ansiedad a la educación tiene como finalidad que haya tantísimas personas que no son capaces de entender que ese tanto por ciento que aparece en sus nóminas, significa que el Estado cobra porque trabajen casi lo mismo que ellas por hacerlo. Quizá el objetivo es que no sepan calcular cuántos intereses van a pagar en una hipoteca, que no sepan multiplicar las cuotas mensuales que abonarán en un año y multiplicar este por los 35 que durará el eterno préstamo, para darse cuenta así de que van a pagar los 200 que piden más otros 150 de intereses. Tal vez así es más fácil que sigan votando a políticos que dicen que se preocupan por el precio de las viviendas y que hay que imponer a quien tiene una a que la venda o alquile al precio que les venga en gana, en lugar de pensar que lo de los bancos es abusivo y que tal vez hay otras fórmulas, como el préstamo hipotecario entre particulares, que en el resto de Europa es la fórmula usada en el 40% de las hipotecas y que aquí, en España, cuando le comentas a alguien que estás negociando una hipoteca con el propio vendedor, lo más normal es que te pregunte si eso es ilegal.

Quizá lo que interesa es tener una fábrica de borregos incultos que en sus redes sociales te mandan a leer cuando les contradices, a pesar de que no saben dónde situar una coma ni para qué sirve una tilde, pero que se echan a llorar y sufren ataques de pánico si el coche no arranca porque se agotó la batería.

Pero yo no me voy a preocupar, que ya aprendí lo que es que alguien te prometa infinito y te robe infinito. En matemáticas lo llaman indeterminación, en amor es una putada y en política se llama socialismo.