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Opinión

10 años de crisis, 10 años de engaños

El exministro de Economía Rodrigo Rato.

Durante la burbuja inmobiliaria, la deuda de las familias españolas no dejaba de subir. Cada mes, con un nuevo dato disponible, se alcanzaban nuevos máximos históricos mensuales. Y así hasta que todo reventó, y con ello las esperanzas y anhelos de muchas familias. El final de la fiesta fue de todo menos agradable. Por eso, la comparecencia de los últimos ministros de Economía -Rato, Solbes, Salgado y Guindos- en la comisión de investigación de la crisis bancaria en el Congreso de los Diputados, produjo ya no solo un cierto sonrojo, sino hastío.

Siguen sin entender el papel de la deuda privada y de la banca en la generación de las crisis económicas más dañinas de la historia. Siguen sin entender qué es eso de un control ex-ante del crédito. Siguen sin entender qué es una burbuja financiera y/o inmobiliaria, y cuáles son las consecuencias cuando estallan. Educados en la teoría neoclásica, se creyeron a pies y puntillas las chorradas liberales, social-liberales o neoliberales de que el mercado es soberano, u otras teorías absurdas, como el carácter exógeno del dinero o la neutralidad de la deuda privada.

Rato, Solbes, Salgado y Guindos siguen sin entender qué es una burbuja financiera y/o inmobiliaria, y cuáles son las consecuencias cuando estallan

Las hipótesis de eficiencia de los mercados o de las expectativas racionales son una quimera, falsas. Y la evidencia a favor de la naturaleza endógena del dinero se amontona. Pero no se preocupen, nunca pasa nada. Al final todo se olvida y volvemos a las andadas.

En las facultades de económicas de medio mundo, sin novedad, se siguen enseñando teorías falsas. En las escuelas de negocios, más de lo mismo, aún se adoctrina en una de las ideas más estúpidas de la historia reciente, la maximización del valor de la acción. Y en nuestra vida cotidiana ya se encargan los acreedores de los mass media patrios de echar tierra de por medio y adormecer a las masas. Y si no, siempre nos quedan las veleidades nacionalistas para alzar banderas y hacernos olvidar lo que realmente es importante.

La resaca de la Gran Recesión ya va por su décimo aniversario sin que se atisbe ningún síntoma de mejora y esperanza para la inmensa mayoría de los hogares patrios, tanto peor cuanto más joven es el principal sustentador del hogar. Han sido las familias, especialmente de jóvenes y trabajadores, quienes han pagado a escote las consecuencias de la última juerga. Las condiciones de vida de jóvenes y trabajadores han empeorado. También las de los autónomos, pequeños empresarios y todos aquellos cuyos beneficios se derivan de su trabajo y no de la extracción de rentas. Los salarios siguen sin subir. ¿Y qué me dicen de la carga impositiva que tienen que soportar las familias en nuestro país? Simplemente es escandalosa, mientras que los extractores de rentas se van de rositas. ¡Si levantara la cabeza el gran Henry George!

Nos han engañado, no hay recuperación alguna

Nuestro modelo de crecimiento económico sigue estando controlado por grupúsculos dedicados a la búsqueda de rentas y/o apropiación de riqueza. Éstas toman muchas formas, desde transferencias ocultas, pasando por subsidios del gobierno a grupos de presión, leyes que favorecen los oligopolios -memorable el impuesto al sol-, y una aplicación laxa de leyes de competencia. Por mucho que en la CNMC su presidente y algunos de sus consejeros trabajen a destajo para evitar ciertos desmanes, la realidad se acaba imponiendo.

Por eso, tras la explosión de la burbuja inmobiliaria el gobierno de turno no debía dedicar un solo euro a rescatar a la ciudadanía. Había que disponer de fondos públicos suficientes para salvar bancos y cajas, autopistas y demás negocios rentistas. Es lo que vulgarmente se conoce como socialización de pérdidas privadas. Pero ahora, además, se empieza a emitir deuda pública para pagar las pensiones. Las élites han entendido que se puede jugar con el salario y el pan de jóvenes y trabajadores, pero no con el de los jubilados, porque representan esa franja electoral clave para mantener el actual statu-quo.

Pero todo tiene un coste. Al final, si no se cambia el modelo productivo, todo el esfuerzo, absolutamente todo, recaerá en las espaldas de nuestros hijos y nietos. Como corolario de todo ello, la deuda pública se ha disparado hasta niveles insoportables. Pero lo peor es que pretenderán cobrarla cuando los mercados se desplomen y eso será un imposible.

Por mucho que en la CNMC su presidente y algunos de sus consejeros trabajen a destajo para evitar ciertos desmanes, la realidad se acaba imponiendo

Nuestro modelo productivo no ha cambiado, sigue siendo el mismo, a pesar de la heroicidad de ese fantástico tejido industrial de pequeñas y medianas empresas familiares exportadoras. Somos una población endeudada hasta las cejas, envejecida, con empleos precarios, donde la desigualdad aumenta hasta límites insoportables. Si a eso unimos la pésima calidad de nuestra democracia, donde solo medran los adláteres, los oportunistas, el futuro es sombrío.

Todos los problemas relevantes que afectan a España (deuda, salarios, productividad, vivienda, empleo, pensiones…) se derivan de un injusto sistema económico basado en la especulación y el control de vastos sectores de la economía por oligopolios, como los bancos; y monopolios como las eléctricas y otros, así como por un sistema fiscal que castiga a los productores de riqueza y premia a los que viven del trabajo ajeno y se apropian de la plusvalía del suelo y otros recursos, creada por el progreso social, violando la letra y el espíritu de nuestra Constitución. La única forma de mejorar la situación de los que viven de su trabajo es modificando este sistema. No se fíen ustedes de esos nuevos políticos a los que se pretende encumbrar desde el deep state con la ayuda de los mass media. Son puro humo, mensaje vacuo, vacío, para que todo siga igual.

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