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Análisis

El arriesgado juego de las terceras elecciones

Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera.

A pesar de que muchos se levantaron el día 27 de junio con una gran sensación de sorpresa con el resultado de las elecciones del día anterior, lo cierto es que, como comenté en su momento, el escenario que quedaba era muy similar al surgido tras el 20D. La aritmética parlamentaria del nuevo parlamento seguía dejando un panorama envenenado en el que solo la gran coalición entre PP y PSOE sumaba una mayoría suficiente para formar gobierno sin necesidad de sumar a más partidos. Una situación que después del 20 de diciembre se mostró demasiado compleja como para que los partidos llegaran a un pacto de gobierno.

Con una aritmética parecida, no es sorprendente que poco más de un mes después, volvamos a encontrarnos con la sensación de bloqueo institucional del mes de enero, y que la posibilidad de unas terceras elecciones vuelva a sobrevolar la política española.

Algunos podrían pensar que solo con pequeños cambios en los incentivos estratégicos de los votantes se podría llegar a un escenario más favorable para sus intereses

La opción de pensar en terceras elecciones se hace seguramente muy difícil de entender en general. Las preferencias de los españoles parecen ser bastante estables desde el 20 de diciembre, el equilibro de las fuerzas varia poco y el cuatripartidismo parece estar consolidado por el momento. Como pasaba antes de la primera elección, es difícil que unas nuevas elecciones cambien el panorama. Sin embargo, algunos podrían pensar que solo con pequeños cambios en los incentivos estratégicos de los votantes, o en los niveles de desafección y desmovilización de ciertos sectores, se podría llegar a un escenario más favorable para sus intereses.

Sin embargo, aquellos que estén pensando en estos términos harían bien en pensárselo dos veces antes de optar por elecciones. Pues, no sólo no hay ninguna garantía de que el escenario cambiara, la dirección en la que este podría hacerlo es muy incierta. Como demuestran los resultados del 26 de junio, la movilización del electorado y los incentivos que estos puedan poner sobre la mesa a la hora de votar pueden tener dinámicas contrapuestas y el equilibrio final es difícil de anticipar.  

En junio los cambios castigaron sobre todo a Ciudadanos y la confluencia entre Podemos e IU, beneficiaron al Partido Popular. Pero esta dinámica podría ser muy distinta en caso de terceras elecciones. Como demuestran los datos de Metroscopia y el análisis de Kiko Llaneras, el PP ganó sobre todo porque consiguió movilizar mejor que nadie a sus propios votantes (es posible que incluso mejor que en diciembre) y recuperar una bolsa importante de antiguos votantes de Ciudadanos. Pero esto podría cambiar en caso de terceras elecciones.

La bolsa actual de votantes del PP es más volátil. Y reuperar votos de Ciudadanos, más complejo

El primer lugar porque, a diferencia de diciembre, el votante del PP en estas elecciones ya no es únicamente el más fiel al partido. Después de los cuatro años de gobierno en tiempo de crisis, con la multitud de casos de corrupción y la sensación de desapego generado, el votante que acudido a las urnas a votar por el Partido Popular el 20D era, seguramente, muy fiel y movilizado, por lo tanto, fácil de mantener en caso de elecciones. Esto no fue así en junio, por lo tanto, la bolsa actual de votantes del PP es más volátil. El partido de Rajoy no sólo movilizó mejor que nadie a sus votantes en estas últimas elecciones, además consiguió captar la parte de los votantes de Ciudadanos que menos convencida se había ido. La recuperación de la bolsa que aún tiene el partido de Albert Rivera es seguramente más complejo e incierto.

Tampoco los otros tres partidos tienen garantizada una mejora de los resultados. No sólo porque podrían ver como sus votantes juegan estratégicamente de nuevo de formas aún insospechadas. También porque los datos muestran que Ciudadanos, Unidos Podemos y en cierto modo el PSOE, tienen un votante menos fidelizado y más proclive a abstenerse en caso de abstención. Estos partidos tuvieron ya en junio problemas para a llamar a las urnas a sus electores (más del 10% de sus votantes acabaron quedándose en casa aquel día). Unos problemas que podrían agravarse aún más en caso de unas incomprensibles terceras elecciones, que seguro generarían grandes dosis de frustración y hastío entre los votantes.

Además, los votantes de estos partidos son los que más beneficios perciben del aumento de partidos. Ciudadanos y la coalición de Podemos e IU han estado criticando el efecto negativo del bipartidismo, y por lo tanto es de esperar que sus votantes sean los que más frustración sienten al ver como se bloquea el multipartidismo en España. Un nuevo fracaso a la hora de transformar las preferencias de los españoles en una opción de gobierno viable provocaría un gran rechazo entre unos votantes que se movilizaron para cambiar la cara del sistema de partidos español.

Tampoco el PP debería dar por hecho que a ellos la repetición de elecciones les beneficie

En resumen, los partidos españoles en el Congreso deberían pensárselo muy bien antes de optar por una tercera vuelta a las urnas. No sólo por la frustración y desencanto que esto podría provocar entre los españoles, un tema nada menor, también porque los movimientos de unas terceras elecciones son totalmente impredecibles. Nadie puede garantizar que no vayan a ser aún peores. Algo que seguramente suena muy familiar a Ciudadanos, PSOE y Unidos Podemos, quienes salieron de las elecciones del 26J peor parados (ya fuera por una pérdida de votos, de escaños o de ambos) que el 20D. Tampoco el PP debería dar por hecho que a ellos la repetición de elecciones les beneficie, que lo hiciera en junio, después de unos resultados malísimos en diciembre y de una legislatura en la que ellos habían conseguido mantenerse alejados del foco más caliente del debate, no les garantiza en ningún caso una ventaja en caso de nuevas elecciones.

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