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Análisis

Y el ángel Marcelo, ¿qué dice de todo esto?

Jorge Fernández Díaz, en una imagen de archivo

Dicen que lo último que oye una persona antes de morir es el zumbido de una mosca, ya que estos pequeños insectos son capaces de oler la muerte mucho antes de que el futuro finado se percate de su próximo fallecimiento. Si esto es cierto, estoy seguro de que a estas horas el despacho que ocupa en el Ministerio del Interior ese cadáver político que es Jorge Fernández Díaz debe estar repleto de estos seres revoloteando a su alrededor. Porque después de una Legislatura y seis meses en funciones, la grabación en la que se oye al veterano candidato 'popular' maniobrar para conseguir torpedear el referéndum soberanista del 9N con malas artes es el digno (y tardío) epitafio político de un personaje que hace muchos meses que debería haber abandonado cualquier responsabilidad política.

Porque sus comprometedoras palabras ahora conocidas pueden sorprender, pero no extrañar a aquellos que han visto / sufrido / padecido su paso por el palacete del Paseo de la Castellana que es sede de su Ministerio. Un periodo en el que han prevalecido las polémicas religiosas sobre cualquier gestión de un departamento que, tras el fin de ETA, podía haber sido el trampolín para cualquier político avezado. Sin embargo, en el caso de Fernández Díaz se ha convertido en un vía crucis... para los ciudadanos. De la medalla policial a la Virgen del Amor a gastarse más de un millón de euros en hacerse un cuartel de la Guardia Civil en el pueblo navarro en el que veranea. De ejercer de buen samaritano recibiendo en su despacho oficial a un Rodrigo Rato acorralado por la Benemérita a politizar la Policía a unos niveles nunca vistos hasta ahora. De redactar la mal llamada Ley de Seguridad Ciudadana a poner en duda el trabajo de subordinados cuando destapaban los escándalos de corrupción que acorralan a su partido. Y todo ello él con el beneplácito de Mariano Rajoy. No olvidemos que, como él presumìa en una de las grabaciones del último escándalo, son amigos desde hace 24 años.

A unos días de las elecciones del 26J, donde él es el candidato del PP por Barcelona, su salida del Ministerio del Interior debe ser inmediata. Cada minuto que pasa es un desprestigio para una institución de la que dependen cerca de 145.000 policías y guardias civiles que a diario se están jugando la vida mientras él a lo que ha jugado desde que accedió al cargo es a la peor política, la de las conspiraciones, los dossieres y las cloacas. ¿Cuánto dinero le habrá costado al Estado (y, por tanto, a todos nosotros) sus maniobras entre bambalinas con cargo a los fondos reservados para hundir al rival político? ¿Cuánto nos costará que la sociedad vuelva a confiar en un Ministerio del que dependen cosas tan importantes como la hacienda y la vida de los ciudadanos? Nadie lo sabe todavía. Lo único seguro es que es hora de que el ángel Marcelo, aquel del que afirmó en una entrevista que le ayudaba a aparcar el coche, le indique en estos momentos qué maniobras debe hacer para abandonar su actual puesto en 'funciones' y, de paso, espante las moscas que revolotean a cientos en su despacho. Si no lo hace, como ya ha anunciado, aún nos quedará la opción de pedírselo a la Virgen del Amor, a quien condecoró alguien que va de beato pero que tiene más pecados políticos que Lucifer.

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