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Análisis

Regenerar España para mantenerla unida

El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera.

“No puede haber España unida si no se regenera”. La frase pertenece al líder de Ciudadanos, Albert Rivera, y ha sido pronunciada, en términos muy parecidos, en las varias entrevistas, una de ellas en Vozpópuli, concedidas por el mozo en los últimos días. Merece la pena resumir sus tesis, porque coinciden casi al 100% con las que viene defendiendo la línea editorial de este diario desde su fundación en 2011. “Lo que pasa en Cataluña es consecuencia de los problemas de España, y no al revés. Si no damos respuesta a las demandas de los españoles, los ciudadanos desconfiarán de las instituciones democráticas. Hay un fallo en el proyecto común y por eso la gente puede deslumbrarse con proyectos tribales, identitarios o populistas”, sostiene Rivera, que prosigue: “Estoy convencido de que cambiando España el independentismo se frenará. Cuando España ha funcionado bien, sólo un 25% de los catalanes ha apoyado la independencia. Ese porcentaje ha aumentado porque España no funciona. No puede haber España unida si no se regenera. Los españoles quieren unión, pero también cambio”.

Es el problema de la pobre calidad de la democracia española, del que tantas veces se ha hablado aquí. Y la aspiración de millones de españoles a eso que se ha dado en llamar “regeneración democrática”. Lo escribí hace muchos años en el diario El Mundo, cuando muchos de los actuales pregoneros del cambio aún andaban con el bolo colgando. Si el modelo de país que el centro ofrecía a las periferias se iba a basar en el estilo de vida practicado por los ricachones madrileños, a saber: las enormes casas de campo en los Montes de Toledo, las cacerías, los aviones privados, las señoras campanudas enseñando braga en Interviú al lado de un tipo con gabardina… entonces estaba claro que las periferias no iban a tener el menor interés por participar en el destino de una España que ya por entonces asistía al desprestigio de las instituciones, la colonización de la Justica por la política, el sometimiento de los medios al poder financiero, y la corrupción generalizada, a la cabeza de la cual se había colocado Su Majestad Juan Carlos I. Repasen “El Negocio de la Libertad”, año 1997.

Lo que no deja de ser alucinante es que sean los más corruptos de entre los corruptos los que hayan decidido romper la baraja de esta España que no nos gusta

Lo que no deja de ser alucinante, con ser todo ello cierto, es que sean los más corruptos de entre los corruptos, esos políticos catalanes acogidos a la marca Convergencia, agrupados bajo el manto protector de la famiglia Pujol, epítome nacional del robo, los que hayan decidido romper la baraja de esta España que no nos gusta. Solo en la España sin pulso, desprovista del vigor moral que distingue a los países acostumbrados a respetar la ley por encima de todas las cosas, es posible entender que el hijo político del señor Pujol, apenas encargado en origen de calentar el sillón hasta la mayoría de edad del auténtico hereu, Jordi Pujol Ferrusola, haya sido capaz de llevar Cataluña al borde del abismo cual exitoso flautista de Hamelin y que exista millón y medio largo de personas dispuestas a seguirle. Nada que decir de estas sinvergüenzas a estas alturas. Sólo reiterar el convencimiento de que en cuanto ese gran pueblo español de ciudadanos libres e iguales se aplique a la tarea de sacar el país del atolladero en que se encuentra forzando la regeneración de las instituciones, el independentismo será apenas un suflé recalentado que empezará a perder altura vertiginosamente.

Dos hitos para enmarcar la lenta agonía del régimen de la Transición y el nacimiento de un nuevo periodo histórico capaz de conducir a las nuevas generaciones hasta el año 2050: la abdicación de Juan Carlos I, en 2014, y el desafío del nacionalismo catalán a la Constitución, en 2015. Dos hitos, en realidad convertidos en uno solo por su cercanía en el tiempo, que marcan el arranque del proceso regeneracionista a lo largo de tres estaciones que hoy parecen muy claras: las elecciones al Parlamento de la Generalitat de Cataluña, convertidas en plebiscitarias por parte de quienes persiguen la secesión de Cataluña; las elecciones generales que tendrán lugar el próximo diciembre, en realidad una especie de segunda vuelta de las catalanas, en las que se va a dilucidar quién ocupará la presidencia del Gobierno durante los próximos 4 años, y la apertura de un proceso dizque constituyente en el que las nuevas Cortes deberán abordar la reforma de la Constitución del 78, que culminará con el correspondiente referéndum consultivo a la nación y, presumiblemente, con nuevas elecciones generales. 

Hacia la reforma constitucional  

Son esas elecciones generales, y no la borrasca que hoy alcanza su clímax en Cataluña, lo que de verdad preocupa a los mercados, a los inversores, a los poderes económico-financieros y a la clase política entera, a la vieja y a la nueva, a los partidos tradicionales que se juegan su supervivencia en el envite, y a los recién llegados que aspiran a conquistar el poder. Porque la próxima legislatura, textual o implícitamente, tendrá la sustancia de “constituyente” sean muchas o pocas las reticencias del PP al asunto, o las alianzas que puedan establecerse para formar Gobierno en diciembre. El PSOE está claramente en esa deriva, planteando una revisión del Título VIII (De la Organización Territorial del Estado) de la Constitución con un listado completo de las competencias exclusivas del poder central y otro de los llamados “hechos diferenciales”. En el PP nadie duda ya de la inevitabilidad de ese proceso, una inminencia forzada por el intento de golpe de Estado nacionalista. No desde luego el lenguaraz Margallo, que se ha puesto al frente de la manifestación no se sabe si mandatado por su amigo Mariano, o simplemente porque el pavo tiene agenda propia y aspira a algo más que a dirigir Exteriores. Hasta el más lego sabe hoy que es difícil, por no decir imposible, imaginar a un armario ropero como Rajoy dirigiendo la orquesta de la reforma constitucional al frente del Partido Popular. 

Son esas elecciones generales lo que de verdad preocupa a los mercados, a los inversores, a los poderes económico-financieros y a la clase política entera

Mucho menos desde La Moncloa. Un problema que Rivera puede resolver de un plumazo, obligando al PP a cambiar de caballo, es decir, a nombrar a otro candidato a la presidencia del Gobierno tras las generales. Esa parece hoy una condición inexcusable para que Ciudadanos apoye una opción de Gobierno de centro-derecha, si los resultados electorales hicieran posible la combinación. “Es necesario cambiar la Constitución para regenerar España. Pero no nos engañemos: a Mas y a Junqueras no los vamos a contentar nunca, no hay margen en la Constitución para contentarles. El debate sobre las singularidades, la nación o la identidad está equivocado. Lo importante es si vamos a tener un sistema de financiación para garantizar los servicios en todas las comunidades. Y ahí hay una parte de los catalanes que se considera agraviada, cosa que puedo entender porque soy catalán, aunque no quiera privilegios ni siquiera para mi tierra”. Arreglar el gran lío de la financiación autonómica, cierto, pero también y sobre todo volver a entronizar la separación de poderes, devolver la independencia a la Justicia, hacer una ley eficaz de financiación de los partidos, abrir las listas electorales… Es decir, abordar la reforma constitucional no para contentar a los catalanes agraviados, sino para mejorar la calidad de vida democrática de todos los españoles.

En el marco ciertamente excepcional que vamos a vivir en los próximos meses, lo que hoy se vive en Cataluña no pasa de ser una aparatosa tormenta de verano con mucho aparato eléctrico. El ruido y la furia. Ortega, citado por Eligio Hernández, ex FGE, este jueves en Vozpópuli, dejó escrito que “un Estado en decadencia fomenta los nacionalismos, y que un Estado en buena ventura los desnutre y reabsorbe”, también que “el nacionalismo es el hambre de poder templada por el autoengaño”. Entre el polvo de ese gigantesco fuego fatuo se perfila en Cataluña un panorama político muy distinto a partir de mañana, marcado por la recomposición del centro-derecha sobre las cenizas de Convergencia, un partido que hoy es un cadáver al que la familia Pujol debería dar cuanto antes cristiana sepultura. Mas es un líder amortizado con riesgo de convertirse en un apestado al que algunos, gente de la patronal Foment, gente incluso en Madrid, todavía quieren rescatar -lo cuenta hoy aquí Federico Castaño- con el argumento de que “con él siempre será más fácil llegar a algún tipo de entendimiento con Madrit”, cuando lo que habría que hacer es ponerlo a la sombra durante una buena temporada, para que pudiera escribir sus memorias con tranquilidad.

Riesgo de “batasunización” en Cataluña

Muerto el perro, el 28-S marcará el inicio de una dura pelea por hacerse con el liderazgo de ese horror de izquierda nacionalista y comunistoide que se ha adueñado de Cataluña. No son pocos los que creen que a Junqueras se le ha pasado el arroz, achicharrado por tanta obscena vecindad con la corrupción de CDC y del propio Mas, y que la estrella ascendente en el firmamento independentista es el estrepitoso Romeva. Pablo Iglesias, el jefe de la cosa Podemita, daba esta semana algunas pistas: “Junts pel Sí es la lista del señor Mas, y creo que el problema es lo que representa CDC. Si se rompiera Junts pel Sí, y las personas de izquierdas de esa candidatura se alejaran de Mas y de CDC, la hoja de ruta viable sería hacer presidente a Rabell. Sería bonito ver cómo los diputados de ERC, de la CUP y el PSC apoyan a Rabell”. Lo de Franco Rabell, que tales son sus auténticos apellidos, cabeza de la lista que patrocina Podemos en Cataluña, no pasa de ser una ensoñación más del fundador de Pablemos

Lo que sí entra dentro de lo posible es que la izquierda catalana, con los restos del naufragio de CDC, tire de una vez a Mas al cubo de la basura y se alce con una alternativa revolucionaria dispuesta a lanzar un envite serio, este sí, esta vez sí, al Estado, ante lo cual el Estado, esta vez sí, esta vez también, no tendría más remedio que hacer valer el imperio de la Ley mediante el uso de la fuerza si fuera preciso. Como el 14 de abril de 1931 con Francesc Macià. Como el 6 de octubre de 1934 con Lluís Companys. Y con los Cambó corriendo a Burgos a pedir auxilio. La historia revisitada. Como dijo Manuel Azaña, en Cataluña la historia no sólo se repite, sino que empeora. De momento, el movimiento independentista va a alcanzar hoy su catarsis, su día de gloria, recogiendo los frutos de 30 años de calamitosa siembra por parte de los Gobiernos de Madrid, años culminados por la presidencia del indigente Zapatero y del pusilánime Rajoy. A partir de mañana, el suflé nacionalista irá perdiendo arboladura en espera del resultado de las elecciones generales de diciembre, la carta en la que todos nos lo jugamos casi todo. La carta de la regeneración democrática.

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