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Análisis

Del descrédito del PP y del idilio entre Soraya y Cebrián

“Ser mujer y joven es una combinación explosiva”. Fue el 18 de enero de 2009, en el Magazine del diario El Mundo. La entonces portavoz del PP en el Congreso aparecía descalza y en déshabillé, cubierta con lo que simulaba un vestido de fiesta pero también podía ser un picardías, sentada en el suelo, más bien tendida, casi espatarrá, el pelo primorosamente revuelto, como recién salido de un buen revolcón, negras las gasas cayendo voluptuosas sobre unas piernas gordezuelas, gata en celo sin cheslong, Pompadour de 1,50 en espera del lápiz genial de un Goya dispuesto a inmortalizarla cual maja a punto de desnudo integral. “El sentido del humor tiene más erotismo que el poder”.  Las fotos de Luis Malibrán causaron cierto revuelo, más que nada porque el PP había hecho mofa del posado Vogue de las ministras Zapatero en la escalinata de Moncloa. “En el Congreso me sube la adrenalina”. La chica solventó la papeleta con su desparpajo habitual. Este 22 de abril, en una caseta de la feria de Sevilla, ha vuelto a demostrar su talante marcándose una dizque sevillana, ahora con taconazo, y ese dedito que se mueve insinuante hacia un maromo que asiste retranqueado y perplejo y vamos fulano, no seas tímido, únete a la fiesta, participa en el flirteo… La chica se divierte mientras su Gobierno se va al garete. Convertida en la miembra, que diría Pedro Sánchez, más interesante, más enigmática, del Gabinete, no parece preocupada. ¿Será verdad que Soraya nos quiere gobernar?

Dicen que el último enano que le acaba de crecer esta semana al PP gracias a la ocurrencia del ministro Catalá de sancionar a los medios que se atrevan a publicar filtraciones sobre procesos judiciales, ha enojado mucho a la vicepresidenta, tal vez porque le coloca frente al espejo de uno de los más graves problemas del Gobierno en esta legislatura: su mala relación con los medios de comunicación y su consecuencia, la pésima imagen que éstos destilan de la acción de Gobierno, algo que, a unos meses de las generales, está teniendo efectos devastadores sobre el prestigio –desprestigio- del partido y del propio Ejecutivo.

Mariano Rajoy lee poco, apenas los clipping de Moncloa y algún texto que ocasionalmente le pasan con ruego encarecido de lectura, labor que se impone como un cilicio antes de irse a dormir

Algunos recordarán un encuentro que, pocos días después de aterrizado Zapatero en Moncloa para desgracia de España y los españoles, se produjo en el cuartel general de Prisa entre el mentado y Jesús Polanco. “Se ha acabado el mamoneo que tu grupo ha tenido y mantenido con el PSOE desde el triunfo de Felipe en 1982”. De modo que el señorín tontiastuto de León, decidido a llevar en primera persona las relaciones con el cuarto poder, intentó crear su propio imperio mediático con sus amigos de La Sexta, Roures, Contreras y demás familia, como la mejor manera de imponer esa su cosmovisión basada en el buenismo, la revisión de la Historia, la guerra civil perdida pero ganada en los telediarios, la búsqueda de huesos por las cunetas y todo lo que compone la pequeña y pestilente herencia del zapaterismo. Todo cambió con la llegada del PP al poder. A Mariano le preocupan poco los medios. En realidad desprecia a periódicos y periodistas y es probable que no haya entrado jamás en un medio digital. Tópico del diario Marca aparte, el sujeto lee poco, apenas los clipping de Moncloa y algún texto que ocasionalmente le pasan con ruego encarecido de lectura, labor que se impone como un cilicio antes de irse a dormir. Menos le gustan aún las ruedas de prensa. Prefiere el plasma, hasta el punto de haber protagonizado esta misma semana el primer desayuno informativo de la legislatura.  

Don Mariano decidió desde el principio descargar la tarea de las relaciones con periodistas y editores sobre las espaldas de nuestra Pompadour. Y la chica se puso manos a la obra como si de aprobar una oposición se tratara. Éxito redondo. Para la doña. Daño tal vez irreparable para el partido de la derecha y los valores que dice defender. El Gobierno del PP cogió a los grandes grupos mediáticos arruinados, de modo que Sorayita se aplicó a salvar de la quiebra a La Sexta endiñándosela a Atresmedia, el grupo de comunicación del difunto Lara, que en paz descanse, ese barítono capaz de cantar en cualquier teatro ideológico con la misma eficacia, desde el nacionalista Avuí hasta el conservador La Razón. La fusión entre A3 y La Sexta ha producido un conglomerado donde se arrea estopa de la fina a la derecha y sus valores. Como en el binomio Tele5-Cuatro. De go-between entre Palacio y negocio oficia ese singular mago que es Mauricio Casals, un genio pastoreando vicepresidentas, se apelliden De la Vega o se nombren Soraya. Es uno de sus asesores áulicos, si no el más importante. Dicen que los chicos de La Sexta tienen ya mayoría en el comité editorial de Atresmedia, de modo que la derecha ha hecho, as usual, un pan como unas tortas. The beauty of the thing, con todo, es que la cuenta de resultados (también la de Teta5) se la hacen los contribuyentes: las cadenas privadas ganan pasta con la publicidad que se priva de emitir, por decisión del Ejecutivo, a la tele pública, cuyo déficit anual se cubre vía PGE. 

El particular idilio entre Soraya y Cebrián 

Mucho se ha escrito ya sobre el papel desempeñado por la vicepresidenta en la operación diseñada para evitar la quiebra de Prisa mediante la capitalización por la banca acreedora de parte de la cuantiosa deuda que arrastra el antiguo imperio Polanco. Juan Luis Cebrián (“Su feroz hipocresía y desprecio a la verdad, su influencia con unos Gobiernos y otros, su inaudita capacidad de manipulación e intriga lo convierten en unos de los personajes más nocivos de medio siglo de historia de España”, Hermann Tertsch, en su Días de ira, de reciente aparición) se ha convertido en visitante asiduo del despacho de la vice en Moncloa, y el matrimonio formado por ella e Iván Rosa, en invitados habituales a las cenas que el editor organiza en su casa los sábados noche. “Así, de repente, Cebrián, unos de los principales instigadores del odio contra la derecha, cuya obsesión sectaria ha sido siempre un impedimento para la política de Estado en asuntos capitales, inició su particular idilio político con la vicepresidenta”. A cambio, noblesse oblige, Cebrián ha elogiado al Gobierno Rajoy como “el menos intervencionista” en materia de medios.     

Juan Luis Cebrián se ha convertido en visitante asiduo del despacho de la vice en Moncloa, y el matrimonio formado por ella e Iván Rosa, en invitados habituales a las cenas que el editor organiza en su casa los sábados noche

La señora se ha reservado el trato directo con editores y grandes capos televisivos, los Paolo Vasile de turno, de forma que un ministro puede llamar a un periodista para quejarse, pero tiene vetado hacerlo ante el propietario del medio. Ese es métier exclusivo de la pequeña. Ella quita y pone directores de RTVE y sus informativos, da o resta favores, hace concesiones, coloca o destierra a tertulianos y transmite sus quejas o elogios a los amos de los medios. De la gestión directa de esos asuntos se encarga con mano de hierro su jefa de gabinete, María González Pico, en particular de pastorear a “los célebres papagayos de La Moncloa que pueblan el panorama mediático”, en palabras de Tertsch. Una mujer con mucho más poder esta Pico que Carmen Martínez Castro, secretaria de Estado de Comunicación, cuyo papel queda circunscrito al de una secretaria personal de Rajoy.  Los periodistas que a pesar de sentirse en el espectro del centro derecha anteponen su sentido de la independencia al vasallaje a unas siglas, no cuentan para la vice y sus Picos. Como si no existieran.  

Este Gobierno no ha tenido nunca una política de comunicación stricto sensu, porque eso que se supone consiste en contar las cosas que hace el poder Ejecutivo con un lenguaje claro y convincente por parte de persona culta y con algunas dotes para la comunicación, exige primero que haya política, una línea política definida cuyos desarrollos sea necesario contar. El remedo de comunicación existente pende y depende de Soraya, una mujer que sin haber sido nada en política entendió enseguida que las buenas relaciones con los media era condición sine qua non para volar alto en política. Como gran sacerdotisa de los servicios secretos –el CNI- y la comunicación, es la persona con más poder del Ejecutivo. El partido –y el propio Gobierno- es hoy un barco sin rumbo, una serie de barquichuelas a la deriva, pero en esta flota hay una nave que surca intacta, a la que no ha alcanzado una sola china en tres años y pico de pertinaz pedrisco.

Todos reciben palos, menos la vicepresidenta

El resultado de este control de la comunicación pro domo sua es que al Gobierno le caen todos los días hostias como panes, excepto a la vicepresidenta. Todos sus miembros, empezando por el propio presidente, sufren como perros. Todos, menos la señorita que amaga por sevillanas, la Mata-Hari que en los salones se despelota entre negras gasas. Lo cual produce un cabreo cósmico entre los miembros del gabinete. A estas alturas es más que evidente que la chica tiene agenda propia. “Siempre se lo dije a Mariano: cuidado con ella, que esta es una chica muy ambiciosa y sin ningún escrúpulo”, dicen que dijo al Presidente su hermano Enrique. En el partido se le acusa de apadrinar la operación “destape de corruptos” del PP, asunto muy arriesgado que buscaría limpiar el partido de sinvergüenzas con vistas a presentarse en las generales como auténtico adalid de la lucha contra la corrupción, porque todo el partido está manchado, todo plagado de golfos: los únicos que estamos limpios somos nosotros, a saber, ella y sus Abogados del Estado, sus Técnicos Comerciales, los Renovales, los Nadal, y por ahí…

Pero, ¿realmente tiene posibilidades de llegar a encabezar una candidatura del PP a unas generales? Esa es la gran cuestión. Todo podría pasar si el 24 de mayo se produjera una debacle popular, ello a pesar de que la chica tiene muy poco peso en el partido a nivel territorial. Sorpresas que da la vida, tal vez dentro de unas semanas la veamos compitiendo por el liderazgo del PP con ese compañero de filas (Núñez Feijóo) que, según manifestación propia en el destape de El Mundo, tiene “un puntito” (sic). Presidenta Soraya para hacer… ¿Qué? Ah, esa es otra cuestión. El hombre que ha dispuesto de un poder abrumador, amén del apoyo incondicional de la UE, para haber acometido las reformas políticas y económicas necesarias para regenerar la democracia y asegurar el futuro de España en paz y libertad, ha fracasado sin paliativos. Ahora llega el momento de parvenus y aventureros. Queda la esperanza, porque “probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose” (Cortázar en Rayuela). Defendiéndonos. La esperanza en un milagro.

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