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Análisis

La última derrota de Cospedal con un PP a la deriva

Cospedal, durante su intervención en el Fórum Europa el pasado día 6 en Valencia.

Mariano Rajoy había dado instrucciones de que no hubiera líos en el País Vasco hasta después de las elecciones. Arantza Quiroga, de genuína estirpe vallisoletana, criada en París, madre de familia numerosa, militante del PP desde los tiempos duros de Miguel Ángel Blanco, presidenta regional en el País Vasco desde hace tan sólo dos, no ha atendido a argumentos ni súplicas. Harta desde que llegó al cargo por la actitud de Madrid, por la enemiga de Vitoria, por los navajazos internos y las traiciones cotidinanas, ha tirado la toalla en el peor momento. Alfonso Alonso, ministro de Sanidad, ha propiciado su anunciada venganza. No consiguió en su día colocar a Iñaki Oyarzábal, su candidato, y ahora se ha salido con la suya. Algunos compañeros le han ayudado, como Borja Sémper, el dirigente guipuzcoano, nombre en alza en la formación. 

Quiroga, de genuína estirpe vallisoletana, criada en París, madre de familia numerosa y militante del PP desde los tiempos duros de Miguel Ángel Blanco, no ha atendido a argumentos ni súplicas

Una derrota más de Dolores Cospedal, que intentó hasta el último minuto sostener a su protegida, a Quiroga, por quien casi nadie daba un duro. La líder vasca se lo puso muy difícil al presentar la polémica moción sobre el terrorismo en el que no se hablaba ni de "condena" ni de ETA, algo indigerible tanto para buena parte de la militancia como para las asociaciones de víctimas, que salieron en tromba contra la iniciativa. Quiroga dio un paso atrás, envainó su propuesta y amagó con dimitir. Alonso, un sorayo astuto y con recursos, paladeaba su victoria este lunes, en los salones de Palacio, en la recepción de la Fiesta Nacional. La dirigente vasca estaba tocada y hundida. 

Cospedal: "¿Ustedes no descansan?"

Lo intentó por todas las vías Dolores Cospedal para mantenerla en el puesto. Incluso este mismo martes, luego de almorzar con ella, aseguraba la secretaria general del PP que Quiroga, desaparecida desde hace cinco días, estaba descandando. "¿Ustedes nunca han descansado cuatro días?". Pues dimitió. No logró hacerla cambiar de opinión. Y Mariano Rajoy, volando de Nueva York a Bruselas, mascando su cabreo en compañía de Jorge Moragas, el nuevo hombre fuerte del PP que ha preferido no meterse en este lío que viene de antaño. De cuando María San Gil, todo un símbolo del PP vasco, fue defenestrada de muy malos modos porque había que apostar por la renovación. Un desastre, el PP perdió en las últimas municipales 83 de los 164 concejales que mantenía en territorio vascongado. Y se quedó sin un solo alcalde. Javier Maroto, edil de Vitoria, fue reclutado por Madrid para sumarse al cuarteto de los jóvenes dirigentes de la formación conservadora.

La renuncia de Quiroga significa un nuevo bofetón, muy duro, para Dolores Cospedal. Un paso que evidencia el declinar de quien lo fue todo en el partido. Su crepúsculo arrancó ya hace tiempo, cuando Sáenz de Santamaría, Arenas y Moragas le impusieron, en un pulso tenso y muy ruidoso, al presidente del partido en Andalucía, Moreno Bonilla. Los barones territoriales le hacían de menos, pedían su cabeza, apenas había sintonía, ni siquiera respeto. El resultado de las autonómicas y municipales fue el revés definitivo para Cospedal. Perdió en su feudo castellanomanchego y tuvo que asistir, casi desde un rincón, al aterrizaje del nuevo equipo dirigente del partido. La secretaria general mantenía el cargo pero carecía de potestas. Casi una figura ornamental a quien Rajoy, quien siempre le estará agradecido por su firmeza en el caso Bárcenas, le había ofrecido un ministerio que ella declinó. Su futuro ya estaba escrito. Cabeza de lista por Toledo y diputada del montón. El tumultuoso affaire vasco ha sido el penúltimo golpe en esta última etapa de su accidentado mandato. No ha logrado hacer cumplir las instrucciones de Rajoy, que asiste con verdadera preocupación al desmoronamiento de la moral de la tropa. 

El Gobierno apenas gobierna, porque la legislatura está a punto de expirar y el partido, esa maquinaria de ganar elecciones, está oxidado, abatido y entregado

La torpeza de Montoro

El jefe del Ejecutivo incluso ha visto cómo su gloriosa jornada en la que ejerció la presidencia de una sesión de Naciones Unidas, un momento de gloria para cualquier mandatario, ha quedado eclipsada por la torpeza de su ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, quien, a la busca de una notoriedad mal entendida, concedía una entrevista en el momento menos oportuno para sacudir a sus compañeros de formación, a antiguos camaradas y a casi todo lo que se movía, desde Aznar a Rato, pasando por Guindos...

El Gobierno apenas gobierna, porque la legislatura está a punto de expirar y el partido, esa maquinaria de ganar elecciones, está oxidado, desmoralizado, abatido y entregado. Tan sólo Rajoy confía en la victoria en diciembre. E incluso en la posibilidad de seguir en el Gobierno. Así lo dijo este lunes antes de embarcar rumbo a la ONU. Algunos de sus ministros más fieles, bautizados como el G-7, en el que se integran Margallo, Fernández Díaz, Soria, Pastor, Catalá, Tejerina y Morenés, almorzaron juntos esta semana a la salida del festejo de Palacio. "Ya están los conspiradores en marcha", se dijo desde algún despacho de Moncloa. 

El panorama pinta sombrío, de ahí el interés que despierta Núñez Feijóo en cuanto asoma la gaita por la capital. Es el delfín indiscutible, aunque el líder gallego mantenga su discreción y su prudencia. Además, es leal a su presidente y es de los pocos dirigentes territoriales del partido que está convencido de que Rajoy resultará ganador en diciembre. Otra cosa es lo que ocurra después.

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