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Análisis

¿Aguantará Manuela cuatro años en la jaula de los leones?

Manuela Carmena presidiendo la nueva Junta de Gobierno del Ayuntamiento.

Dicen que Manuela Carmena ha cometido su primer gran error como alcaldesa de Madrid al no haber cesado al concejal Zapata en cuanto estalló la escandalera de sus impresentables tuits, porque las tres fuerzas que se agrupan en Ahora Madrid le han tomado la matrícula de su falta de carácter para cortar por lo sano y eso permite augurar a abuela Manuela días de mucho sofoco y no menos escándalo. En contra de lo que quiso dar a entender en la entrevista con Ana Pastor en La Sexta, la nueva regidora capitalina no tenía ni idea de qué hacer con el caso Zapata, no creía que fuera necesario apartarlo siquiera del área de Cultura y, en consecuencia, optó por seguir en la indefinición y dejar que fuera el interfecto quien tomara la iniciativa. Grave error.

La presión del resto de grupos presentes en el consistorio madrileño, por no hablar de los medios y del público en general, obligó al sujeto a renunciar a la cosa de la cultureta progreta, nimio castigo para quien debería haber renunciado sin paliativos a su acta de concejal. Y sí, a Manuela le han tomado la matrícula. Pero se la han tomado las tribus que se han hecho con el mando en el Ayuntamiento madrileño y prometen obsequiarle con incontables jornadas de agobio. En realidad fue la citada Ana Pastor quien, en la entrevista de marras, dibujó un cuadro brutal de las carencias, bondades personales al margen, de la nueva alcaldesa. “Déjeme que tome posesión y entonces le contaré”, venía a protestar Manuela con su sonrisa de abuela bonachona, aunque la incisiva reportera no le preguntaba, como es lógico, por su aún inexistente currículum municipal, sino por el programa con el que Manuela, al frente de Ahora Madrid, había concurrido a las urnas. Y Manuela demostró que no tenía ni idea del contenido de ese programa, y mucho menos del coste de las medidas en él insertas para paliar tanta necesidad como hay por el ancho mundo de Madrid y alrededores.

Los tres grupos viven ya en perpetuo cortejo en torno a Manuela para ganarse su favor, atraerla a sus tesis y, en definitiva, condicionar sus decisiones

Dicen también que en la coalición ya ha estallado la guerra de guerrillas, aunque los jefes de Podemos, que son los que mandan en la casa-cosa consistorial ahora, están imponiendo un férreo cierre de filas porque se trata, maestros en el arte de la simulación, de dar imagen de unidad sin fisuras y no es cosa de que cuatro días después de la toma de posesión ya estemos todos en coplas como la Dolores, la flor de Calatayud. Unidad a punta de bayoneta. Pero los tres grupos que componen el conglomerado de Ahora Madrid –Podemos, con mando indiscutido en plaza, Izquierda Unida, y la plataforma Ganemos Madrid- viven ya en un constante tira y afloja, en perpetuo cortejo en torno a la abuela madre Manuela para ganarse su favor, atraerla a sus tesis y, en definitiva, condicionar sus decisiones como regidora. Todos quieren a Manuela. Todos se disputan en secreto el amor de Manuela. 

Y Manuela, que no ha sido capaz de inaugurar su reinado con un rotundo puñetazo encima de la mesa imponiendo la salida del consistorio del atrabiliario Zapata, es ya un ave con plomo en las alas, una mujer, quizá una buena mujer, una bienintencionada mujer, a la que cuesta trabajo imaginar controlando a las barras bravas radicales con las que se ha embarcado en la aventura, plagada de riesgos, de gestionar una ciudad como Madrid. De momento Manuela ya ha renunciado a esa idea loca de crear un banco municipal y por ese camino irán cayendo en el mismo saco tantas y tantas ideas, propuestas y proyectos llamados a encallar en los bajíos de la Ley de Bases del Régimen Local y otras de similar calado, porque habrá que respetar la Ley, digo yo, los chicos de Podemos tendrán que respetar los procedimientos, los controles, las cautelas que impone la legalidad vigente, en Madrid y fuera de Madrid, al menos hasta que logremos asaltar el Palacio de Invierno y hacer de una vez efectiva la bendita/maldita revolución.

Manuela y los leones de Podemos

“Despacio, despacio, despacio”, no se cansa de recetar Manuela a los impacientes lobos con los que, osada, ha empezado a bailar en la mastaba de Cibeles, y va a ser cosa digna de ver cómo las aguas bravías de Podemos van a intentar sobrepasar un día sí y otro también el dique de contención que la sensatez de Carmena intentará levantar para que el gran pifostio que muchos esperan no se produzca, esas aguas no desborden y le manden a casa antes de tiempo, quizá en el plazo de un año o un par de años, que ahora mismo son pocos los que apostarían un ochavo porque la abuela Manuela aguante la legislatura rodeada de semejante tropa. Una metáfora que tiene una cara amable, concretada en la vieja monserga del “Manuela es buena; los malos son quienes la rodean”, pero también otra atroz en términos de sufrimiento personal para la animosa abuela de Madrid.

Los chicos de Podemos tendrán que respetar la ley, al menos hasta que logremos asaltar el Palacio de Invierno y hacer efectiva la bendita/maldita revolución

De alguna manera hay un cierto paralelismo entre la Botella alcaldesa y la Carmena alcaldesa. Las dos han llegado al sillón municipal de la capital del Reino por cambalaches –perfectamente democráticos, cierto- explicables por la renuncia de Gallardón, en un caso, y por la formación de una mayoría producto de pactos postelectorales, por otra. Decir que la Botella era una mujer pobremente pertrechada para el cargo es lo más amable, casi un piropo, que se puede decir de ella a estas alturas. Una avecilla en las garras de los Florentinos de turno. Lo fue como consecuencia de la infinita soberbia de su marido, un hombre con mando en plaza en el PP. En el pecado de su iniquidad ha llevado el PP su penitencia: estaba claro que la derecha perdería Madrid desde el mismo día en que la señora tomó posesión. Y más de uno conozco que más de una vez se dirigió al proteico marido pidiéndole, por piedad, que liberara a su mujer, la genio del relaxing cup of café con leche, del potro de tortura de un cargo para el que no estaba ni remotamente preparada.

Algo parecido ocurre con Manuela Carmena, una mujer que nunca ha gestionado nada y cuya experiencia vital ha transcurrido entre legajos de cientos de miles de folios materializados tras miles de horas de sesiones judiciales. Ver, escuchar, escribir. Redactar sentencias. Una mujer de bien, o eso me parece al margen de la radicalidad de sus ideas, caída de pronto en la jaula de los leones de un consistorio cuyas vicisitudes prometen días de mucha gloria para el periodismo madrileño y aún español. Días que habrá que apuntar en el debe, en la irresponsabilidad de un Pedro Sánchez dispuesto a jugar con fuego. Tres días con mando en plaza y tres líos morrocotudos, uno pésimamente resuelto y otros dos en la nevera (la concejala del asalto a la capilla de la Complu a pecho descubierto, nunca mejor dicho, y el concejal que quería “quemar bancos” y pasar por la guillotina a Gallardón). Esta es la selva en la que Manuela la abuela va a tener que respirar día sí y otro también. Y bien, ¿no hay nadie en esa familia capaz de liberar a esta mujer de semejante tormento? ¿No será su hijo, Manuel Leira, exitoso profesional liberal al frente del estudio Nexo Arquitectura, capaz de rescatar a su madre del suplicio que le espera?

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