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Análisis

Los cien mil hijos de San Antoni Duran i Lleida

El líder de Unió, Duran i Lleida.

El lance es de sobra conocido. Los cien mil hijos de San Luis, al mando del duque de Angulema, se encargaron en 1823 de restablecer en el absolutismo al felón Fernando VII en el que tantas esperanzas habían depositado tantas nobles gentes de aquella España esquilmada de principios del XIX. La invasión puso fin al trienio liberal, abriendo paso a la llamada década ominosa. Hoy, otros cien mil, esta vez en forma de votos, los cien mil hijos barceloneses de San Antoni Duran i Lleida podrían, según los entendidos, parar los pies al independentismo catalán impidiendo la mayoría absoluta en escaños de la lista “Juntos por el Sí” con la ayuda de los antisistema de la CUP.

Vamos a ello. Al margen del reparto aritmético de escaños, parece una evidencia que el meollo de lo que pueda ocurrir el próximo 27 de septiembre en Cataluña está en la participación, es decir, en el porcentaje de ciudadanos inscritos en el censo que ese día se acerquen a depositar su voto en la urna. Desde el año 1977 se han celebrado en Cataluña 11 elecciones generales y 10 autonómicas, con una media de participación del 72% en generales, y del 61% en autonómicas. Once valiosos puntos de diferencia, objeto del deseo de tirios y troyanos. Los constitucionalistas consideran que esos 11 puntos de alguna forma les pertenecen, porque, sobre el papel, corresponderían a ciudadanos, en su mayoría emigrantes, que consideran las elecciones autonómicas asunto del exclusivo interés de los nacionalistas, no suyo.

Para los partidos constitucionalistas, se trata de convertir estas autonómicas en unas generales  despertando al votante no independentista

Los resultados de las dos últimas elecciones autonómicas, las celebradas en 2010 y 2012, parecen avalar esa tesis. En las habidas el 28 de noviembre de 2010, donde apenas votó el 60% del censo, los partidos nacionalistas sumaron hasta 76 escaños. Justo dos años más tarde, sin embargo, con el voto del 67,7% del censo, las listas ya abiertamente independentistas perdieron 2 escaños para quedarse en 74. Por cierto, que estas autonómicas fueron las de mayor participación de todas las celebradas en Cataluña, incluso por encima de las generales de 2011 que dieron el triunfo por mayoría absoluta a Mariano Rajoy. ¿Estamos ante un indicio de lo que se avecina el 27-S, es decir, una participación masiva provocada por el dramatismo de lo que está en juego?

Para los partidos constitucionalistas, se trata por tanto de convertir estas autonómicas en unas generales, despertando al votante no independentista supuestamente adormilado. “A más participación, peor resultado del nacionalismo” declaraba días atrás Albert Rivera, líder de Ciudadanos. ¿Qué ocurriría, pues, si el 27 de septiembre acudiera a las urnas el 70% o el 75% de los ciudadanos catalanes con derecho a voto? Las cosas, sin embargo, no están tan claras como, a la luz de lo antedicho, esa alta participación podría indicar. Información de ayer mismo procedente de las filas de los “malos” apuntan a que las macroencuestas más recientes que maneja la Generalitat otorgan a la lista del “Juntos por el Sí” hasta 68 escaños con una participación del 72% del censo, hasta el punto de no necesitar el teórico apoyo (la mayoría del Parlamento catalán está precisamente en 68 diputados) de las CUP, que obtendrían entre 6 y 8 escaños.

¿El futuro de Cataluña en manos de Romeva?

Esto es lo que dicen las macroencuestas que paga la Generalitat de Cataluña con el dinero de todos y que manejan los independentistas, gente con más que acreditada habilidad para el agitprop y cuyo amor a la verdad es perfectamente descriptible. La confirmación de esos 68 escaños para los “Juntos” vendría a poner radicalmente en cuestión ese axioma según el cual una mayor participación tiende a favorecer las listas españolistas en detrimento de las nacionalistas o, dicho de otra forma, la situación está tan peligrosamente caliente en la Cataluña actual que la movilización funciona en ambas direcciones.    

La situación está tan peligrosamente caliente en la Cataluña actual que la movilización funciona en ambas direcciones

Y aquí es dónde entrarían en juego los cien mil hijos de San Antoni Duran i Lleida. Porque con todo el pescado vendido en Lérida, Gerona y Tarragona, que tan alto en esas provincias es el grado de movilización de las tropas secesionistas, la pelea por el futuro de una Cataluña próspera y abierta se va a librar en Barcelona y su área metropolitana, y en concreto en torno a la suerte de cerca de cien mil votos pertenecientes a una clase media catalanista que podría verse tentada a votar a la lista de “Juntos por el Sí” pero a quien espanta la perspectiva de dejar vida y hacienda en manos de un Gobierno de la Generalitat descaradamente izquierdista caminando hacia la independencia con un tipo como el tal Romeva al frente y con aliados como las CUP, gentes todas con las que un buen burgués barcelonés en su sano juicio no iría ni a cobrar una herencia.

Esos cien mil votos de clase media urbana mayoritariamente catalanista pero no declaradamente independentista podrían encontrar perfecto acomodo en las listas de Unió Democràtica de Catalunya (UDC), el partido de Duran i Lleida, que se presenta a estas elecciones en solitario después de la disolución de Convergència i Unió (CiU) en junio de este año y que se describe como un partido nacionalista y democristiano que defiende un catalanismo moderado renunciando a la independencia, y cuyo secretario general y cabeza de lista es Ramón Espadaler. Un tipo tan conspicuo como Miguel Roca, sedicente padre de la Constitución y ex mandamás de Convergencia, avaló ayer en Barcelona la candidatura de Espadaler y elogió la labor de Unió. Por ahí van los tiros. Esos cien mil votos podrían hacer que Unió llegara a contabilizar entre 170.000 y 180.000 sufragios, capaces de transformarse en 7 u 8 escaños, diputados que perdería “Juntos por el Sí” y que harían morder el polvo de la derrota al independentismo. ¿Demasiado bello para ser verdad?

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