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Análisis

Y de la Economía… ¿Qué?

Luis de Guindos, Soraya Sáenz de Santamaría, Mariano Rajoy y Cristóbal Montoro.

Para empezar, las buenas noticias. Desaparecido el elemento de incertidumbre que hubiera supuesto la llegada al poder de un Gobierno de “frente popular” o con presencia determinante en el mismo de Podemos, España podría, más bien puede, volver a registrar otro boom de crecimiento, con fuerte creación de empleo, si logra dotarse de un Gobierno lo suficientemente estable y capaz de completar a lo largo de la Legislatura las reformas que el Gobierno Rajoy dejó a medio hacer entre 2012 y 2015, sin olvidar aquellas otras que Mariano no tocó y que tienen que ver con la regeneración del sistema. Con un precio del petróleo estabilizado en torno a los 50 dólares barril, unos tipos de interés por los suelos, algunas reformas ya hechas (básicamente la laboral y la del sistema financiero), el turismo tirando como nunca, el PIB creciendo a una tasa anual cercana al 3%, y un entorno internacional plagado de incertidumbre, España, en efecto, puede convertirse en país refugio de la inversión internacional, esas inversiones que están ya en la línea de salida, listas para hacerse realidad en cuanto salte la liebre de un nuevo Gobierno dotado de esa virtud que resume todas las demás: estabilidad.  

¿Demasiado bello para ser verdad? Naturalmente que sí, si tenemos en cuenta el complicado panorama de pactos que se yergue delante de un Partido Popular que la noche del pasado domingo celebró sus 137 diputados como si de una nueva mayoría absoluta se tratara. No, por el contrario, si nuestra clase política, en general, y los partidos que soportan el edificio constitucional, en particular, se dan cuenta del momento histórico que vivimos y deciden anteponer los intereses nacionales a los personales o de grupo. Una de las cosas que estos días más está llamando la atención es la forma en que los británicos, aún traumatizados por el resultado del referéndum del 23 de junio, han reaccionado tras el triunfo del Brexit. En lugar de enfrascarse en la inútil adjudicación de culpas por lo ocurrido, una inmensa mayoría, liderada por la elite empresarial y política, parece entregada a la  tarea de aunar voluntades y sumar las fortalezas, materiales y emocionales, para convertir esa unidad en palanca capaz de superar las dificultades que la salida de la UE va a suponer para el país, decididos todos a hacer de Gran Bretaña “the great nation” que siempre fue. Una situación muy distinta a la española, donde, a pesar del fracaso colectivo que ha supuesto repetir unas segundas generales en seis meses, empiezan a oírse los mismos discursos políticos inanes que se oyeron durante la primera mitad del año en curso.

Parece evidente que tendremos un Gobierno presidido por el inevitable Mariano Rajoy, aunque ahora mismo no sabemos cómo, es decir, con qué apoyos

Una mayoría de españoles eliminó el 26J la incertidumbre de la radicalidad, pero siguen sin contar con una certidumbre de gobernabilidad. Gobernar con 137 diputados parece misión imposible con una mayoría del Parlamento en contra, francamente reacio a políticas de consolidación fiscal y de reformas económicas orientadas a liberalizar mercados y servicios. Por imperativo de Bruselas, el nuevo Gobierno deberá hacer frente a un ajuste del entorno de los 8.000 millones para cumplir con el objetivo, tantas veces manipulado, de déficit, y además deberá abordar o completar aquellas reformas estructurales que siguen pendientes, por no mencionar que la laboral, por ejemplo, cuya eficacia empieza a mostrar rendimientos decrecientes por culpa, entre otras cosas, de unos jueces dispuestos a boicotearla a la menor oportunidad, necesitaría una profundización, una nueva vuelta de tuerca capaz de convertirla en palanca de creación de empleo. Pero, ¿cómo pedir la colaboración o el respaldo, tácito o expreso, para una iniciativa semejante de un PSOE en cuyo programa figura acabar con “la reforma laboral del PP” para dar más poder a los sindicatos? ¿Cómo plantear la consolidación de las cuentas del Reino a un PSOE opuesto a cualquier recorte del gasto público?

La clave de la vicepresidencia económica

Parece evidente que tendremos un Gobierno presidido por el inevitable Mariano Rajoy, aunque ahora mismo no sabemos cómo, es decir, con qué apoyos. Y lo tendremos porque los cuatro grandes partidos del arco parlamentario miran con pavor la posibilidad de unas terceras elecciones, incluso un PP que, en teoría, podría ser el más beneficiado por la repetición del lance. Una de las claves de lo que ocurra en ese nuevo Gobierno Rajoy va a estar en la persona responsable, como ministro de Economía, de dirigir la política económica en un entorno parlamentario tan complejo como el surgido del 26J. “Durante cuatro años hemos soportado una disfunción permanente entre la política económica (Luis de Guindos) y la política presupuestaria (Cristóbal Montoro) del Ejecutivo Rajoy, que ha generado mil y una incongruencias”, asegura una de las contadas personalidades liberales que quedan en el erial popular, “pero es evidente que Rajoy tendrá que elegir entre uno de los dos”.

De Guindos ha manifestado reiteradamente su deseo de dejar la política tras cuatro difíciles años. La fuente antes citada llega a poner en su boca una frase contundente: “Yo no puedo ser ministro de Economía en un Gobierno del que Montoro sea ministro de Hacienda. Esta va a ser una Legislatura muy dura, en la que de nuevo habrá que sacrificar la inversión pública y meterle otro tajo al gasto corriente, y no estoy dispuesto a acometer el ajuste fiscal que queda subiendo otra vez impuestos como hicimos en 2012, vamos, ni de coña…” La solución podría consistir en reforzar la figura de De Guindos con la vicepresidencia económica, en cuyo caso es probable que el aludido asumiera el reto de consolidar la recuperación con reformas de marcado corte liberal, aunque no parece que los equilibrios internos del grupo de poder que rodea al gallego pasen por ahí. Por si fuera poco, De Guindos, que en el anterior Gobierno formaba piña con gente de corte liberal como Miguel Arias Cañete y José Manuel Soria, ha quedado, tras la retirada de ambos, en clara minoría frente a la tendencia dominante, de claro matiz socialdemócrata, en el entorno de Rajoy en Moncloa.

“Mariano no tiene huevos para quitarse de encima a Soraya”, argumenta una fuente popular

El de Pontevedra podría tomar la decisión contraria haciendo vicepresidente económico a su amigo Montoro, en cuyo caso Álvaro Nadal, hoy al frente de la Oficina Económica, se haría cargo de la cartera de Economía, siendo el encargado, con su brillante inglés a cuestas, de pelearse en Bruselas con el ministro Schäuble, el hombre sobre ruedas que reparte cartas en esta UE traumatizada por la salida de la Gran Bretaña. Hacer vicepresidente a Montoro (un excelente ministro de Hacienda de un Gobierno socialista, en cualquier caso), llevaría, sin embargo, aparejado un problema político no baladí en el esquema de equilibrios de Rajoy, en tanto en cuanto ello supondría dejar la manija definitivamente en manos de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, consolidando su figura como auténtico poder en la sombra. ¿Difícil que Mariano cometa un error semejante? “Mariano no tiene huevos para quitarse de encima a Soraya”, argumenta la fuente arriba citada. “El monstruo ha adquirido ya vida propia y va a dar mucho que hablar en un próximo futuro”. En el entorno del Gobierno en funciones, sin embargo, hay quien tira con bala: “La vicepresidenta ha estado en demasiadas maquinaciones y deslealtades, ha creado demasiados problemas, y los gallegos tienen memoria”. La opción Montoro, desde luego, supondría la apuesta sin disimulo por una política económica dispuesta a fiar la solución del ajuste del déficit al crecimiento económico y sus efectos sobre los ingresos fiscales, con el recurso adicional al aumento de determinados impuestos (ecotasas, IVA, etc.)

¿Luis de Guindos o Cristóbal Montoro?

Elegir ministro de Economía y determinar con qué apoyos va a contar para hacer frente a la gestión del día a día con una Cámara mayoritariamente en contra. He ahí las claves de la Legislatura, que marcan la tarea de un Rajoy obligado a mover ficha con rapidez. Desde una opción liberal, fortalecer la figura de De Guindos en el futuro Ejecutivo supondría caminar en la dirección correcta, aunque seguiría sin estar despejada la variable de cómo gobernar con un Parlamento tan complejo como el actual. La estrategia que Pedro Sánchez explicó el otro día a Felipe González en su domicilio de la calle Velázquez consiste en apurar la incertidumbre al máximo para facilitar la investidura de Rajoy sólo en el último minuto con la abstención del PSOE, pero eso no resuelve el problema de cómo gobernar con 137 diputados. La solución está a la vuelta de la esquina y se llama Ciudadanos. Una salida fácil sobre el papel pero muy compleja en la práctica, que choca con la indefinición y las dudas de Albert Rivera y la animadversión de Rajoy hacia un partido y un líder a quienes niega siquiera la condición de contraparte. 

Pero Mariano se tendrá que meter su desdén donde le quepa si quiere gobernar más allá de unos meses, sumando a sus 137 los 32 diputados de C’s, más los 7 de vascos y canarios. Es cierto que entrar en un Gobierno Rajoy o simplemente apoyarlo desde fuera es una opción llena de riesgos para Rivera, aunque son muchos los que opinan que serían aún mayores quedándose fuera, con sus 32 escaños en la nevera esperando una nueva convocatoria electoral dentro de 4 años o, aún peor, enfrentándose antes de fin de año a unas terceras generales. No hay nada en este PP que no sepamos ya. No cabe esperar ninguna sorpresa de Rajoy y su grupo a estas alturas. Nos queda por saber si Rivera es capaz de jugar la baza de agitador liberal en un Gobierno conservador; si tiene genio suficiente, talento político bastante, para provocar las reformas que el país necesita y vender al electorado de centro derecha que gracias a él y su partido se ha regenerado un sistema político muerto y se ha consolidado el crecimiento, haciendo posible, en definitiva, el milagro del cambio democrático desde dentro. Si ambos hicieran lo que hay que hacer, que es lo que el momento político reclama, la economía española podría volver a funcionar como un tiro. ¡Seamos ambiciosos, pidamos lo posible!

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