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Análisis

Ébola: 12 horas como alma que lleva el diablo por Madrid

Una circunspecta Ana Mato se reúne con autoridades sanitarias de la Comunidad de Madrid

Las alarmas saltan después de que Ana Mato se encargara de acollonar al respetable con su aparición ante la prensa del lunes por la noche. La primera infectada por ébola dentro de las fronteras europeas había estado danzando a lo largo y ancho de 6 días sin ningún tipo de control, presumiblemente en Alcorcón (Madrid), su localidad de residencia, aunque también tuvo tiempo para presentarse a unas oposiciones. Se prevé un martes frenético plagado de información, porque hay mucha, pero que mucha tela que cortar. 

8:00.  Arranca el día. La radio, la TV y los periódicos sólo hablan de una cosa: ébola, ébola, ébola. Los medios parecen ansiosos por demandar responsabilidades y exigir dimisiones políticas, aunque lo realmente importante sería, es, controlar una posible pandemia. Cualquier dimisión generaría ahora una pérdida de tiempo que no podemos permitirnos.

9:10. Primera llamada del día con el compañero Pedro Blasco, de Vozpópuli. Reparto de tareas. Cordialidad y buenos deseos.

En Madrid casi ninguna reunión comienza a la hora y por eso los que llegan tarde aún pueden hasta coger asiento

10:10. Llegada a la primera cita del día, con 10 minutos de retraso. En Madrid casi ninguna reunión comienza a su hora y de hecho esta aún no había empezado. El lugar: la calle Capitán Haya, casi en la otra punta de la ciudad. El motivo: un encuentro que ya estaba pactado antes de la explosión de la crisis del ébola y que era mejor no aplazar.

11:20. Recibo una llamada mientras observo powerpoints. Es el colega con el que había hablado antes. Me informa de que hay una comparecencia de urgencia en la Consejería de Sanidad de Madrid, muy cerca de la Gran Vía. En 40 minutos. Debo despedirme amablemente de esta reunión para marcharme a la nueva cita como alma que lleva el diablo.

11:30. Cojo el coche. Bajo el limpiaparabrisas, una nota blanca: multa por sobrepasar el tiempo permitido. Apenas habían sido 20 minutos, pero da igual. Importe: 90 euros. Miro y remiro a diestra y siniestra por si aún fuera posible anular el golpe. En vano. La denuncia es no anulable. Pienso en pasarle el gasto al periódico, pero pronto caigo en mi error. Roma no paga multas. Juro en arameo en honor de Ana Botella.

12:10. Después de dejar mi utilitario en un garaje subterráneo de cuatro plantas bajo la calle Alcalá, llegó 'in extremis' a la comparecencia de los responsables del Hospital de La Paz, donde trabajaba la auxiliar de enfermería Teresa Romero. La norma de que en Madrid nunca empiezan las ruedas de prensa a tiempo vuelve a funcionar, y hasta encuentro sitio para sentarme.

Las bromas sobre 'Alcorcón, ciudad infectada' se suceden en WhatsApp. Es cierto que a ingenio no nos gana nadie

12:55. Termina la comparecencia con declaraciones poco alentadoras: los expertos están "sorprendidos" por la infección de la sanitaria y rechazan decir que no hay peligro para la ciudadanía. Los compañeros de la prensa, siempre tan apasionados, exigen unas explicaciones pormenorizadas que la "autoridad" no puede dar. La conclusión es que hay 50 personas en vigilancia y que alguna de ellas podría desarrollar la enfermedad en los próximos 21 días.

13:00. Miro el móvil. Una amiga avisa de una rueda de prensa, esta vez en el Ministerio de Sanidad. Apenas un kilómetro separa una sede de la otra, por lo que decido dejar el coche bajo tierra y hacer el kilómetro corriendo, literalmente, por la ciudad. La comparecencia empezaba a esta misma hora.

13:15. Llego sudando a pesar del fresquito otoñal, me repongo, y ocupo mi asiento dispuesto a escuchar a la señora Mato, ansioso casi. Pero casi inmediatamente nos informan de que la ministra no va a hacer aparición ante los medios, vamos, que hace mutis por foro. Y a la canallesca que le den. Bastante dijo ayer, comentan algunos compañeros visiblemente mosqueados. La prensa siempre quiere más y más y más, aunque en una circunstancia excepcional como ésta debería imperar la prudencia. En Sanidad no quieren más líos: enviarán un comunicado en los próximos minutos, y a correr. 

14:15. Después de recoger el coche del subterráneo y pagar su correspondiente factura, llego a casa para tomarme un descanso. Comida de hoy: ternera a la plancha.

15:15. El compañero experto en ciencia, Antonio Martínez Ron, me pone sobre aviso de que el marido de la auxiliar enferma, Javier Limón, ha denunciado a través de Facebook que la consejería de Sanidad quiere matar a su perro ante la posibilidad de que esté infectado de ébola. Una noticia impactante que realizo sin demora, no sin la ayuda de mis compañeros.

16:30. Vuelvo a chequear el móvil. Se reproducen los chistes y bromas sobre el brote de ébola. Ahí van sólo algunos:

17:25. Esta vez he llegado muy tarde a la cuarta reunión del día: los responsables de comunicación de la patronal farmacéutica Farmaindustria, en la calle María de Molina. Una llamada intempestiva de una periodista de La Sexta me ha despistado, lo que me ha llevado a pasar de largo y perder la salida que más me convenía. Amablemente me esperan. Como no podía ser de otro modo, el tema del día sale pronto a relucir, aunque como buen lobby que son, las declaraciones de los patronos farmacéuticos no pueden ser más políticamente correctas. Tan correctas que todo quedó en un 'off the record' de esos que algún día deberían prohibirse si queremos recuperar la salud, tan maltratada con ébola o sin él, del periodismo. Nos despedimos entre sonrisas y buenos deseos. 

18:50. Consigo el salvoconducto para no tener que ir a la redacción, en el límite norte de Madrid, y poder terminar el trabajo desde casa. Al fin y al cabo, sólo han sido doce horas de 'pateo' por una ciudad que ha vivido una crisis informativa como pocos recordaban. La jornada del miércoles es por el momento una incógnita, aunque difícilmente superará el trajín provocado por el primer caso de infección de ébola ocurrido en Europa.

(En homenaje a Eduardo Mendoza y su fantástico 'Sin noticias de Gurb')

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