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Análisis

Cuba, noviembre de 2014

Un obrero sentado a la puertas de un edificio en Habana Vieja

Cuba huele a petróleo y habanos. Los coches tienen más de 50 años. Tienen chapa, motor y ruedas. Ni ABS, ni cierre centralizado, ni llantas de aleación. Y en el aire se masca un olor a habano que se te mete en el cuerpo aunque no quieras.

Pero también huele a suciedad. Por las calles, levantadas desde hace años y con enormes socavones sin visos de ser reconstruidos, no pasan los camiones de basura cada día. Los cubos rebosan de residuos que apestan con la llegada del sol. No es que haya huelga, no. Es que Cuba no es España. Allí no importa nada. Al menos no lo que te importa a ti.

La primera vez que se aterriza en el país caribeño se percibe con los ojos incrédulos de quien, por una cuestión de edad, no ha conocido el modo de vida en los años 40 o 50 del siglo pasado. Se sabe que algo pasa allí, que hay un embargo, que los coches son viejos y que abunda la escasez. Pero sólo cuando uno pone el pie allí, cuando se palpa la vida allí y se trata con cubanos, se empieza a saber lo que realmente pasa en la isla de los Castro.

Todas las casas, con escombros

Dicen los doctos que Cuba ha cambiado mucho en los últimos diez años. Quien la visita por primera vez tiene la impresión de que por allí ha pasado un terremoto. Las calles de Centro Habana están destrozadas. Las calles de la Habana Vieja están derruidas. Las calles de Vedado están hechas polvo. No existe un solo edificio en la capital cubana en el que no cuelgue un cable, no caiga agua de una cañería o alguna ventana brille por su ausencia. 

"Hace meses se acabó la colonia. Todavía estoy esperando a que la pongan"

En las puertas, la gente espera viendo pasar el tiempo. "Aquí no tenemos internet", dicen. El servicio cuesta unos 800 euros al mes. "¿Y de la escasez, qué tal?", preguntamos. "Hace meses se acabó la colonia. Todavía estoy esperando a que la repongan", cuenta Gilberto, resignado porque tampoco encuentra papel higiénico "del bueno". No le gusta hablar de política. Él es uno de esos padres que ha visto a su hija poner rumbo a "la madre patria", como dicen ellos. Cuando se le formula una pregunta política, hace el gesto de tocarse la barba mientras guiña un ojo. Es su forma de referirse a Fidel, el "Comandante", a quien no nombra, como si citarlo fuera pecado.

Las 'tiendas' de alimentación son grandes locales en los que escasean los alimentos. Los cubanos hacen cola para comprar lo poco que les permite la cartilla de racionamiento. Junto a la carne, al aire libre, la taladradora no para de soltar polvo del suelo. Mayreles se queja: “Cuando tienes un hijo, el Estado solo te da leche hasta que cumplen dos años, luego te tienes que buscar la vida porque con la cartilla y lo que cobro no me llega”. Ella tiene suerte, trabaja de agente inmobiliario colocando turistas en casas de cubanos. “Esto antes no nos lo dejaban hacer... Nuestro Comandante, ya sabes”, comenta bebiendo su ron con miel. “Antes los turistas tenían que tener un permiso especial para quedarse en casas de cubanos. Ahora está todo más legalizado”. No tiene más de 30 años y es menuda, apenas una cría que lanza miradas de compasión. "Si me pudieras dar algo para leche…".

La frase se repite una y otra vez por cada esquina. Pero, con todo y con eso, las personas que viven en la isla destilan simpatía y se desviven por sacarte una sonrisa. Y por ayudarte, lo que sea ayudarte. Yordanys cuenta 28 primaveras, es informático "de hardware y software" y trabaja en Viñales enseñando a los turistas cómo se hace el café. "Aquí gano más, siendo informático en el servicio público no me llevo más de 10 euros al mes", comenta con la mirada perdida en el horizonte de mogotes del pueblo cubano.

"¿Quién te enseña todo esto?", le preguntamos. Extrañado, contesta: "En el colegio teníamos como asignatura obligatoria ir al campo durante dos meses en verano. Nos levantábamos a las 5 de la mañana para recoger el grano. Es un servicio social y lo hacemos todos. En la universidad no te enseñan estas cosas". "¿Y los médicos también?". "Sí, los doctores también". 

Los niños, todos ellos uniformados de una manera impecable, acuden cada día a la escuela, quizá la mejor época de sus vidas. De jóvenes, los más afortunados cursan carreras universitarias, como Yordanys. Pero la forma de divertirse no cambia, sea en la gran capital, sea en un poblado alejado: salsa, reguetón y mucho ron en el Malecón o en la plaza del pueblo.

¿Cómo está la madre patria?

Yosué camina por Playas del Este con un cortavientos, "una chaqueta que me regaló un amigo italiano", dice. Se dedica a buscar turistas por la playa con una sonrisa que más de un comercial desearía tener. "¿Son españoles? ¿Cómo está la madre patria?", nos pregunta. "Yo una vez estuve en Baracaldo, corriendo un maratón". "¿No tuviste ganas de quedarte?", le decimos. Su gesto se tuerce y mira fijamente a los ojos del interlocutor: "Era muy joven. Si me llega a pillar ahora...".

Ahora, dicen muchos, Cuba también ha cambiado. Un ejemplo de ello son los numerosos restaurantes privados que han florecido en la isla. Son los conocidos 'paladares', establecimientos de capital privado donde sí se puede comer productos de mejor calidad que en los del Estado y que ya apuntaban a un principio de algo.

Hoy Obama ha anunciado una apertura al diálogo con Cuba. Mañana Cuba será otra para Mayreles, Gilberto y Yordanys. Y para todos los que vengan detrás.

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