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Análisis

Traca final en 'Supervivientes': Chabelita se confiesa y una meretriz habla en directo

El último programa de 'Supervivientes' volvió a romper los audímetros.

Todas las historias de amor y amistad, hasta las más bellas, tienen un final, a veces inesperado, en ocasiones abrupto y casi siempre doloroso para una de las partes implicadas, o incluso para ambas. Otro tanto ocurre con pedazos de la existencia más superficiales, como por ejemplo el final de un programa televisivo. Esto viene a cuento porque esta semana ha acabado, por fin y para nuestro alborozo, la enésima edición de ese esperpento llamado Supervivientes (Telecinco). Y ha sido, en honor a la verdad, uno de esos finales que anidan para siempre en las memorias

Los concursantes acaso no serían capaces de descifrar un silogismo de parvulitos pero poseen una facilidad pasmosa para generar polémicas más que rentables

En puridad, el concurso acabó días atrás, pero continuó de facto porque este jueves se celebró el último debate en la cumbre, con Jorge Javier Vázquez al frente y la presencia en plató de todos los concursantes que acaso no serían capaces de descifrar un silogismo de parvulitos pero poseen una facilidad pasmosa para generar polémicas más que rentables. Y allí ardió Troya.

Del espectáculo tan entretenido como fangoso que fue el adiós del reality destacan sobremanera dos momentos que ya son historia viva de la televisión. Uno estuvo protagonizado, cómo no, por Chabelita, hija de la enchironada Isabel Pantoja. Nunca podrá destruirse la armonía entre el clan de los Pantoja y la cadena de Mediaset. La familia y el canal son vasos comunicantes de un ese experimiento sociológico permanente que es la telerrealidad que idiotiza al personal. 

La hijísima de la tonadillera se confesó ante los españoles con palabras sobre su madre, que en ese momento todavía no la había llamado -oh, tragedia a la vista- y sobre su hermano, nuestro idolatrado Kiko Rivera, alias Paquirrín. Al parecer, Chabelita anda triste porque su hermano acudió a Sálvame y habló más de lo soportable para ella. No es difícil barruntarse que pronto, sin solución de continuidad, él aparecerá hablando otra vez sobre ella. Y viceversa ad infinitum. En suma, más carnaza en el menú. ¿A que ustedes también imaginan el sonido de la caja registradora?

El otro momento apoteósico y casi orgásmico de la noche estuvo protagonizado por una tal Juliana, que es una supuesta meretriz que habló en directo desde su Colombia natal. Explicó que en su momento había pasado unas horas de una noche con Fortu, uno de los concursantes con menos atractivo de la isla, pero no llegaron a consumar la faena. Demencial. Pero lógico en este tipo de productos televisivos que acaban por resultar dañinos porque no se pueden tragar, como cuando en este verano asfixiante uno bebe el granizado con pajita. 

También detenciones

Para colmo, en el programa se habló también de los presuntos problemas legales, detenciones incluidas, de la familia de Christopher. Quizás usted, sufrido lector, no sepa quién es este sujeto, pero si pregunta entre los jóvenes españoles comprobará, boquiabierto, que han oído hablar de él más que del mismísimo Yanis Varoufakis. Se trata del ganador de Supervivientes, quede claro. Por el plató pululaba también una señora, parece ser que era la madre del susodicho, que, según se cuenta, encontraba dificultades para pronunciar el término “mamarracho” con el que calificaba a algún otro presente en tamaño manicomio. Decía algo así como “mamagacho” y despertaba las risas del respetable y las bromas en las redes sociales.  

Si se pregunta a los jóvenes españoles por el ganador de 'Supervivientes', se comprueba que han oído hablar de él más que del mismísimo Varoufakis

Si toda esta descripción, aunque jocosa, les parece deprimente, reparen ahora en que dos millones y medio de personas, con un 27% del share, estaban viendo el programa. Y piensen también en que Supervivientes ha cosechado la mejor audiencia desde 2005. Esto andaba cavilando un servidor este viernes, sin poder expulsar de la cabeza el aspecto excesivamente policromado del plató ni el barro pegado a la piel de los concursantes en Honduras, cuando de súbito sonó el teléfono. No podía ser otra que mi amiga enfurecida.

-Qué fuerte, Alberto, qué fuerte lo que está pasando…

-Querida, no tengo tiempo ahora, estoy con mi última crónica televisiva en Vozpópuli.

-¿Es la última que escribes? ¿Y eso?

-Todo se acaba, querida, aunque sea difícil de asumir.

-Ya estás poniéndote filosófico…

-No es filosofía, amiga, es que es complicado perderlo. Piensa que han sido casi dos años de explorar una fauna, la televisiva, grotesca, divertida y hasta necesaria, poblada de criaturas que se asemejan a orcos, auténticos roedores de la pantalla y otros animales tan exóticos como una anaconda…

-Bueno, hablarás de Supervivientes, ¿no?

-Por supuesto, hoy toca un monográfico para explicar la traca final. Ya te contaré. Adiós.

Al colgar el teléfono, sentí tristeza al reparar en que ella y yo tal vez nunca más hablaremos de televisión con tanto cachondeo y tanta libertad al mismo tiempo. Pero, como dijo el poeta, cuando algo se acaba, "no hay motivo para afligirse, porque la belleza siempre permanece en el recuerdo". 

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